Menos de un año después, Joe Biden pasa por las que parecen sus horas más bajas desde que llegó a la Casa Blanca.
La caída de su popularidad y el triunfo del candidato republicano en las elecciones a gobernador de Virginia han hecho saltar las alarmas en el equipo del presidente y sus seguidores.
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También en el estado de Nueva Jersey, donde el gobernador demócrata, Phil Murphy, obtuvo un resultado muy por debajo de lo esperado aunque finalmente los medios lo proyectan como ganador de la reelección.
A un año de la elección de mitad de mandato (a celebrarse el 8 de noviembre de 2022), en la que se renovará un Congreso en el que los demócratas cuentan ahora con una exigua mayoría, los republicanos muestran síntomas de recuperación.
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El expresidente Donald Trump sigue metido de lleno en la política y coquetea con volver a presentarse a las presidenciales que se celebrarán a finales de 2024.
Falta mucho para eso y los expertos coinciden en que las tendencias pueden revertirse, pero la realidad hoy día es que Biden pierde fuerza.
Qué está pasando
Los sondeos venían alertando en los últimos meses de un descenso en la popularidad de Biden, que a inicios de noviembre alcanzó un nivel de desaprobación del 51%.
El triunfo contra pronóstico del republicano Glenn Youngkin en Virginia, un estado en el que Biden se impuso claramente en las presidenciales de hace un año, y el desgaste del demócrata Murphy en Nueva Jersey han confirmado la tendencia.
Según Anthony Zurcher, corresponsal de la BBC en América del Norte, “la política en Estados Unidos está siguiendo un patrón familiar”.
“Un nuevo presidente es elegido y, tras una ola temprana de popularidad, sus intentos de avanzar su agenda política topan con viento en contra. El partido que ha perdido el poder, aguijoneado por su derrota reciente y enojado por las acciones de gobierno del rival, recupera la unidad en la oposición, mientras que el partido en el poder sufre por las divisiones internas”.
Ya sucedió con los presidentes Bill Clinton, Barack Obama, y el propio Trump, así como en el segundo mandato de George W. Bush.
Biden está sufriendo ahora las consecuencias de esa división y paga el precio de la falta de acuerdo de los demócratas en el Congreso para aprobar sus propuestas estrellas: varios paquetes de gasto en servicios sociales, lucha contra el cambio climático e infraestructuras valorados en billones de dólares.
Mientras los congresistas demócratas más radicales lo consideran insuficiente, otros más moderados lo rechazan por excesivo, y en ese tira y afloja la iniciativa lleva meses estancada.
A esto se suma el recuerdo de la caótica retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán en agosto. Las encuestas mostraron que la opinión pública suspendió la gestión que el gobierno de Biden hizo de la retirada.
Qué pasa con Trump y los republicanos
Diez meses después de que seguidores de Trump asaltaran el Capitolio de Washington DC para impedir la proclamación de Biden y el escándalo que siguió, los republicanos han recuperado el favor del electorado.
Trump, que no ha dejado de insistir sin pruebas en que la elección de Biden fue “un robo” y se ha mantenido en la arena política, coquetea con la idea de volver a lanzarse a la carrera presidencial en 2024.
Pocos en el Partido Republicano se han atrevido a romper abiertamente con el expresidente, quizá por temor a contrariar a sus votantes.
Sin embargo, aunque los candidatos republicanos han repetido algunos de los mensajes de Trump, como su denuncia de una “crisis migratoria” en la frontera con México o su rechazo a las normas que obligan a usar máscaras para contener la propagación de la covid-19, algunos han empezado a tomar distancia.
Youngkin evitó aparecer con Trump en su exitosa campaña para convertirse en gobernador de Virginia y se centró en criticar la gestión de Biden, con especial énfasis en los problemas de una economía que muestra un crecimiento más débil y una inflación mayor de lo esperado, y en la defensa del derecho de los padres a decidir sobre la educación de sus hijos.
Sin el expresidente como un actor principal en la campaña, los demócratas han tenido más difícil movilizar a muchos votantes que, por encima de todo, rechazaban al polémico magnate neoyorquino.
La periodista de la BBC Tara McKelvey asegura que “Youngkin se basó en un programa de ley y orden, y se opuso a las mascarillas obligatorias, haciéndose eco de los mensajes que usa Trump, pero se mantuvo a distancia de él. Apeló a los votantes a los que les gusta la postura de Trump, pero se sienten incómodos con su figura”.
McKelvey cree que esto podría convertirse en una receta repetida por otros candidatos republicanos. “Probablemente, su victoria servirá de guía a otros conservadores en la campaña de las elecciones de medio mandato”.
Será “el guion de Trump sin Trump”.
Qué puede pasar ahora
Aún falta un año para las elecciones que decidirán el Congreso y mucho más para que se dé el pistoletazo de salida a una nueva carrera hacia la Casa Blanca.
Es habitual, además, que el partido que en ese momento tiene la presidencia sufra por la menor participación que suele producirse en las elecciones en las que no se decide quién será el presidente.
Pero lo ocurrido ya ha abierto el debate interno en el bando demócrata y no faltan las voces que reclaman mayor diversidad en la elección de sus candidatos para movilizar a los votantes afroestadounidenses.
Tampoco los que reclaman que se pongan de una vez de acuerdo en el Congreso para aprobar las medidas que Biden prometió a sus votantes.
Zurcher cree que “los malos presagios de una derrota en las elecciones de medio término desatarán el pánico entre los congresistas demócratas y quizá les empujen a la acción”, para que el presidente y los candidatos de su partido tengan algo que vender al electorado.
No se atisba otra manera de que puedan conservar su mínima mayoría parlamentaria.
Trump, mientras tanto, seguirá de cerca a unos y otros, sopesando sus opciones de volver a ser candidato. Y otros republicanos estudiarán las suyas de desafiarlo en unas primarias.
Son muchas las incógnitas y muy pocas las certezas. La única, quizá, la de que, como dice Zurcher, “Estados Unidos ha sido y sigue siendo un país altamente polarizado y dividido políticamente”, y “no hay mayorías de gobierno permanentes”.
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