Gilbert Limones y un compañero de trabajo en una funeraria fueron dos de los primeros objetivos del joven armado que mató a 19 niños y dos profesoras en una escuela primaria de Texas, y desde entonces Limones ha dedicado la mayor parte de sus días a ayudar a preparar los entierros de las víctimas y a consolar a las familias destrozadas.
El domingo, Limones cambió su papel de asistente funerario por el de predicador para tratar de consolar a la comunidad y explicar un horror para el que no hay respuestas fáciles. Es también el pastor de la Casa El Shaddai, una pequeña iglesia situada a menos de 1,6 kilómetros (una milla) del lugar donde ocurrió la masacre.
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“Cuando ocurren tragedias, todo lo que el enemigo necesita es contar con alguien dispuesto a actuar para él”, dijo Limones a su congregación de unas 35 personas, reunida por primera vez en un antiguo restaurante que se convirtió en espacio de culto.
Aunque Limones no sufrió ninguna lesión física, dijo que está exhausto y atormentado por la culpa de no haber podido hacer algo para detener la matanza. Ha pasado horas llorando o rezando, a veces ambas cosas a la vez.
Aún así, Limones intentó encontrar las palabras para tranquilizar a los fieles de los que es pastor en esta comunidad mayormente hispana de 16.000 habitantes, que está triste, confundida y con las emociones a flor de piel casi dos semanas después de la masacre. Satanás trajo confusión y dolor, dijo, pero los feligreses tienen una defensa.
“Iglesia, tu arma es esto”, manifestó, sosteniendo una Biblia. Fue el primer sermón de Limones desde la matanza; estaba demasiado ocupado con el trabajo en la funeraria la semana pasada para dar discursos a los fieles.
Limones tiene el cabello entrecano y una sonrisa amplia en épocas felices. Predica tanto en español como en inglés, y se mostró animado ante la congregación, que se reúne muy cerca de la Escuela Primaria Robb y la Funeraria Hillcrest Memorial. Ambas se encuentran a lados opuestos de la calle Geraldine, cerca de donde Salvador Ramos, de 18 años, hirió de bala a su abuela en la cara en su casa antes de atacar la escuela.
En la mañana del 24 de mayo, Limones y Cody Briseno, otro asistente de la funeraria Hillcrest, escucharon el choque de un vehículo. Una camioneta Ford tipo pickup color gris había caído en una zanja de hormigón detrás de la escuela y frente a la funeraria, y pronto vieron a un hombre vestido todo de negro junto a la puerta del pasajero, de acuerdo con una orden de registro.
Según las autoridades, Limones y Briseno caminaron hacia el hombre, pero retrocedieron cuando se dieron cuenta de que estaba poniéndole un cargador a un fusil. Entonces Ramos les disparó varias veces.
Limones dice que recuerda haber oído a alguien gritar acerca de un arma y que luego giró sobre sí mismo, sólo para oír el “pop, pop, pop” de los disparos a su espalda. El joven armado estaba a unos 46 metros (150 pies) de él, pero de alguna forma falló, señaló el pastor.
Indicó que se alejó lo más pronto que pudo y llamó a la policía. “Le grité, le grité al (teléfono de emergencias) 911″, señaló.
Entonces Ramos se puso a dispararle al exterior de la escuela y luego ingresó al edificio a través de una puerta que las autoridades dicen no quedó con el cerrojo puesto cuando un profesor la cerró. “Vi todo”, recordó Limones.
En el interior, 19 alumnos de cuarto grado fueron baleados de muerte junto con dos profesoras. Los policías en uno de los pasillos demoraron mas de una hora en confrontar y matar a Ramos.
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