Frente a la amenaza de una nueva ocupación rusa de Kupiansk, en el este de Ucrania, Galena decidió irse: metió lo que tenía en dos grandes bolsas de plástico y esperó el autobús para ir a reunirse con su hija en Járkov, al noreste.
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“Son tres horas en bus. Yo quiero ir allí para estar a salvo”, declaró a AFP la mujer de 62 años en una parada de bus frente a una iglesia. “Viví aquí bajo la ocupación rusa y tengo miedo de otro ataque”, agregó.
Kupiansk, que antes de la guerra tenía cerca de 30.000 habitantes, fue ocupada por los rusos en los primeros días de la invasión hace un año. Los ucranianos la retomaron en septiembre tras una contraofensiva relámpago.
Pero tras varios días, las fuerzas de Moscú, reforzadas con la movilización de cientos de miles de reservistas, volvieron al ataque en ese sector, despertando el temor de sus habitantes.
Con el ejército ruso a solo una quincena de kilómetros al noreste, las fuerzas ucranianas están en alerta.
Tanques rugen por la ciudad con un retumbo metálico mientras los soldados erigieron puntos de control y escudriñan a los pasajeros de cada vehículo que se acerca.
Hay banderas ucranianas colgadas de los faroles a lo largo del eje principal de la ciudad. Por todas partes hay señales de combates pasados: edificios destruidos o baleados, restos calcinados de vehículos tirados aquí y allá.
“Todo el mundo habla de un nuevo ataque ruso”, indicó Olga, de 62 años, al describir los ataques rusos que golpean la ciudad con frecuencia.
“Hubo bombardeos frente a mi casa que rompieron las ventanas. Hay explosiones todos los días, da mucho miedo”, explicó.
Olga sigue en el poblado porque su hijo Andrei, de 37 años, es minusválido y requiere de cuidados especializados.
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“No es vida”
Además de la violencia y el miedo de un regreso de los ocupantes rusos, los habitantes que permanecen en Kupiansk deben lidiar con problemas diarios.
Las terminales de pago digital no funcionan en los comercios, lo que obliga a los habitantes a retirar dinero en efectivo de los cajeros automáticos. Sin embargo, solo dos de ellos funcionan en la ciudad, por lo que se forman largas colas.
Oleksandre Timochenko, un agente aduanero de 47 años, recuerda la ocupación rusa: “Había puntos de control por todas partes, no te dejaban salir”.
Explicó que hay tensiones entre los habitantes que no quieren el regreso de los rusos y los que no estarían en contra. En Kupiansk “mucha gente apoya a Rusia”, afirmó.
Pese a todo, dice confiar en la capacidad de las fuerzas ucranianas para repeler cualquier ataque ruso contra la ciudad.
“He hablado con los soldados y ellos dicen que no están preocupados. La situación está bajo control”, sostuvo.
“Hay bombardeos de vez en cuando, pero están bien”, agregó con optimismo.
Pero Victoria Garnaia, de 45 años, no piensa correr riesgos. Abandonó Kupiansk para instalarse en Járkov con su hijo de 13 años. Solo regresó porque su madre había muerto dos días antes.
Conteniendo las lágrimas, explica que su esposo y su padre todavía viven en Kupiansk, pero ya hicieron las maletas y están listos para salir de la ciudad si se acercan los rusos.
“Esto no es vida”, lamenta. “Cuando construyes una casa, recoges muchas cosas, y luego tienes que irte con solo unas bolsas”.
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