Cada año, miles de mujeres son traficadas a ciudades europeas y explotadas sexualmente.
Jewel, una joven nigeriana que esperaba convertirse en cuidadora, finalmente logró escapar gracias a dos encuentros casuales.
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“Simplemente vi la luz. Casi siempre está oscuro de donde vengo porque no hay electricidad ... Pero todo aquí brillaba. Era muy hermoso”.
Jewel, que no es su nombre real, describe así su llegada a Dinamarca.
“Le di las gracias a Dios por la oportunidad de llegar a este país. Tenía muchas ganas de empezar a trabajar”.
Jewel tomó un vuelo desde Nigeria pensando que iba a trabajar con personas mayores.
“La gente que es víctima de trata pasa por Libia y normalmente toma autobuses y barcos. Pero esto estaba tan bien organizado que no era nada sospechoso”, dice.
La Organización Internacional para las Migraciones estima que el 80% de las mujeres nigerianas que viajan por tierra y luego intentan cruzar el Mediterráneo son objeto de trata para el comercio sexual europeo.
Jewel sabía de mujeres que habían sufrido ese destino después de realizar la peligrosa travesía, por lo que cuando comenzó su viaje en el aeropuerto de Lagos, se sintió tranquila.
En Copenhague, la recibió una mujer nigeriana, que la llevó al día siguiente a Vesterbro, el barrio rojo de la ciudad.
“Esperaba ver algún tipo de hospital”, recuerda Jewel.
Caminaron por las calles durante un tiempo, y Jewel tomó nota de su entorno, como le habían dicho que hiciera.
Entonces la mujer le lanzó una bomba.
“Ella me dijo: ‘Aquí es donde vas a trabajar’. Miré a mi alrededor para ver si estaba señalando un edificio que yo no había notado. Pero no, se refería a donde habíamos estado caminando. Fue entonces cuando me dijo que iba a ser prostituta, y aquí era donde iba a estar buscando clientes. Entonces toda Dinamarca se me vino encima”.
Jewel tuvo una reunión fortuita esa noche que luego sería importante: Michelle Mildwater de HopeNow, una ONG que apoya a las personas traficadas en Dinamarca, vio a la pequeña y tímida mujer de 20 y tantos años y le dio una tarjeta con un número de contacto.
La jefa nigeriana de Jewel, su “madame”, le dijo que no confiara en esta mujer inglesa con una bicicleta.
Luego, rápidamente le encontró su primer cliente.
“El hombre le dio 4.000 coronas (US$620) por ir a su casa, y luego mi madame se marchó”, dice Jewel.
“Estuvimos en el auto durante lo que pareció una eternidad. No hablaba el idioma en ese momento y no tenía ni idea de lo que estaba diciendo; tuvimos que usar Google Translate para comunicarnos. Daba miedo”.
En los meses siguientes, el sexo no se volvió más fácil para Jewel.
“No era buena en eso. Era muy tímida. Pero siempre tenía trabajo porque los clientes habituales saben cuándo llega una nueva persona y quieren probarla”.
Las cifras más recientes publicadas por la Unión Europea sobre la trata de personas reveló que entre 2017 y 2018 hubo más de 14.000 víctimas.
Sin embargo esta cifra es solo la punta del iceberg porque apenas registran los casos identificados. La mitad eran de fuera de la UE, siendo Nigeria una de las cinco principales nacionalidades.
La explotación sexual sigue siendo el principal objetivo de la trata, según la Comisión Europea, y se estima que en un solo año, los ingresos delictivos derivados de ella alcanzan la asombrosa cifra de US$16.000 millones.
A las mujeres que ganan este dinero se les dice que les deben a sus traficantes grandes sumas por viajes y alojamiento.
“Están vinculados por deudas”, dice Sine Plambech, investigadora principal del Departamento de Migración del Instituto Danés de Estudios Internacionales.
“Las nigerianas son uno de los grupos de trabajadoras sexuales migrantes con mayor deuda, que podría oscilar entre 10.000 y 60.000 euros (aproximadamente US$11.600 y US$70.000). Y cuando tienes ese tipo de deuda, necesitas ganar mucho dinero rápido. Y si no tienes papeles que te permiten trabajar, la forma más rápida de ganar dinero es en la industria del sexo”.
Los traficantes de Jewel le informaron que tendría que pagarles US$49.000 en cuotas regulares.
Para dejar bien claro este asunto, la convocaron a una reunión aterradora en un cementerio, el día antes de que volara desde Nigeria.
“Me vi obligada a jurar que iba a pagar el dinero sin importar nada, y que no iba a revelar quién me traficaba. Si lo hacía, me iban a pasar muchas cosas malas a mi familia y a mí”.
Una vez que Jewel estuvo en Dinamarca, los traficantes amenazaron a su familia en Nigeria.
“Entraron en mi casa y querían que mi abuela me quitara de la cabeza cualquier idea de denunciarlos a la policía o de no pagar el dinero. Así que cada vez que la llamaba, ella siempre lloraba por teléfono y me recordaba que había hecho este trato con estas personas. Tenía que pagar o les pasaría algo”.
Jewel estaba bajo una inmensa presión.
Sentía que no podía discriminar a los clientes a los que atendía dentro o entre los automóviles estacionados en las calles de Vesterbro, o en sus hogares.
“No puedes decir que no. Tienes que decir que sí, porque hay otras 10 o 15 mujeres mirando al mismo tipo que quieren ganar algo de dinero esa noche”, dice.
Pero acompañar a un cliente a su casa podría ser enormemente arriesgado.
“Podría haber muerto la noche en que me obligaron a permanecer en la bañera”, recuerda, todavía traumatizada.
“El hombre con el que me fui a casa me pidió que me metiera en la bañera”, cuenta.
“Y pensé, ‘Está bien, quiere que me limpie o algo así’. Luego salió y regresó con dos cubos de hielo. Y comenzó a verterme este hielo en el baño. Y yo estaba allí desnuda y es en pleno invierno ... “.
‘Impunidad de los perpetradores’
En abril de este año, al anunciar una nueva estrategia para combatir la trata de personas, la Comisión Europea admitió que tras 10 años de esfuerzos para abordar el problema, las políticas puestas en marcha, en gran medida, habían fracasado.
“La impunidad de los perpetradores en la Unión Europea persiste, y el número de enjuiciamientos y condenas de traficantes sigue siendo bajo, haciendo que la trata sea “un delito de bajo riesgo y alto beneficio”, dijo el organismo.
Los intentos de reducir la demanda de servicios de víctimas explotadas también fracasaron, agregó la Comisión.
El gobierno de Reino Unido dice que hasta marzo de 2020, la policía registró 7.779 delitos de esclavitud moderna (incluida la explotación laboral y la explotación sexual), pero menos de 250 personas fueron acusadas en 2019.
Los servicios de apoyo de Reino Unido para las víctimas de la esclavitud moderna están a cargo del Ejército de Salvación.
Dice que 610 sobrevivientes de explotación sexual no británicos se unieron a su programa en el año hasta junio de 2021.
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La calle principal de Vesterbro, Istedgade, con sus bares, clubes y sex shops, es ruidosa y está muy iluminada los sábados por la noche.
Grupos de hombres, a menudo bajo los efectos del alcohol, merodean de arriba y abajo.
Las mujeres que venden sexo, la mayoría de ellas de Nigeria y Europa del Este, con el cabello y el maquillaje impecables, están vestidas con ropa cómoda de gimnasia.
Tienen zapatillas deportivas con las que puedes correr: hay pocos pares de tacones altos y no hay atuendos “sexys” estereotipados.
Michelle Mildwater, que ha apoyado a las prostitutas extranjeras en Dinamarca durante más de una década, todavía está por aquí, entregando su tarjeta a mujeres como Jewel, ofreciendo ayuda y asesoramiento.
Es consciente de lo peligrosa que es la vida en la calle y recuerda varios incidentes violentos en uno de los hoteles del distrito.
“Tuvimos varias violaciones allí”, dice.
“Una vez una mujer salió corriendo cubierta completamente de sangre”.
Los fines de semana, las ONG danesas ofrecen servicios a las mujeres que venden sexo. Por ejemplo, Reden International, tiene un café donde pueden descansar, recuperarse y tomar un refrigerio entre clientes.
Y en una de las calles laterales, un grupo de voluntarios organiza una iniciativa para minimizar los daños como ninguna otra.
Se llama Red Van, porque eso es lo que es: un vehículo con una cama en la parte trasera iluminada por luces de colores y un suministro listo de condones y toallitas húmedas.
Es un espacio privado donde las trabajadoras sexuales pueden traer un cliente en lugar de ir a un lugar potencialmente inseguro.
A lo largo de la noche, llega un flujo constante de mujeres y hombres, para usar las instalaciones de la camioneta, mientras que los voluntarios se mantienen a una distancia respetuosa pero lo suficientemente cerca para escuchar si una mujer está en problemas.
En un turno de 4 horas, puede llegar a usarse hasta 28 veces.
Uno de los voluntarios de Red Van es Sine Plambech, una investigadora académica.
“Estas mujeres tienen un problema que están tratando de resolver: deudas, pobreza, familia, hijos. Necesitan trabajar. Van a vender sexo, nos guste o no, así que les brindamos un espacio seguro mientras están haciendo lo que harían de todos modos “, dice.
“La mayoría de las mujeres no venderían sexo si no tuvieran que hacerlo. Puedes tener todas estas ideas morales sobre lo que es bueno para ellas, pero necesitan ganar dinero”.
Comprar y vender sexo en Dinamarca no es ilegal, pero necesitas un permiso de trabajo.
La precaria situación migratoria de muchas de las mujeres que venden sexo en Copenhague las hace más vulnerables y mucho menos propensas a denunciar cualquier abuso o violencia contra ellas a la policía.
La política de Dinamarca es deportar a los migrantes irregulares.
Incluso aunque las mujeres sean identificadas como víctimas de trata de personas, después de un breve período en una casa segura patrocinada por el gobierno se espera que regresen a sus países de origen.
Después de cuatro meses en las calles, desesperada, deprimida y tentada a quitarse la vida, Jewel también se mostró reacia a hacer una denunciar ante las autoridades.
Todavía tenía una deuda enorme y temía por su seguridad y la de su familia en Nigeria.
Entonces su vida cambió.
Suena cursi, incluso como un cuento de hadas, pero Jewel conoció a un hombre danés y se enamoró.
En su primera cita, después de una cena romántica, ella le contó todo.
“Esa es una carga que ha tenido que llevar”, dice ahora sobre el hombre que se convirtió en su marido.
Jewel dejó de trabajar en las calles y él la ayudó a hacer los pagos semanales a su madam.
Pero la pareja necesitaba consejo.
¿Conocía Jewel a alguien que pudiera ayudarlos?, preguntó su novio.
Jewel se había quedado con la tarjeta que Michelle Mildwater le había dado la primera noche que vendió sexo en Vesterbro.
Michelle aconsejó a Jewel, la ayudó a enfrentarse a sus demonios y le dio la confianza necesaria para dejar de pagarle a su madame.
Y, afortunadamente, no ha habido repercusiones violentas para ella o su familia, tal vez porque su traficante no pertenecía a una de las grandes redes criminales transnacionales.
Ahora Jewel está esperando el resultado de su solicitud para permanecer en Dinamarca.
Mientras tanto, su danés se ha vuelto fluido y ha tenido un bebé.
Jewel y Michelle se han convertido en amigas.
Y cuando Jewel se casó, la trabajadora de la ONG de HopeNow fue su dama de honor.
“Ese es uno de los momentos de mayor orgullo de mi vida: que ella me acompañara por el pasillo”, dice Jewel.
Jewel espera que poder acudir algún día a la escuela de negocios.
También quiere hacer trabajo voluntario ayudando a las mujeres en las calles.
Justo antes del confinamiento, Michelle Mildwater, exactriz, animó a Jewel a escribir una obra de teatro que cuenta la historia de una mujer víctima de trata, y presentarla ante una audiencia en Copenhague.
Jewel la llamó “La única manera de escapar”.
“Fue terapeútico. Cuando estaba haciendo la obra estaba un poco como fuera de mi cuerpo. Era como si fuera parte de la audiencia, y estaba muy conmovida por lo que vi”, dice Jewel.
“Porque esto no es solo una historia, es la realidad de la gente”.
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