Tráfico de menores, ahogamiento, secuestro, entre otras miles de opciones podrían ser explicaciones para la desaparición de Bruno Gentiletti esa mañana de 1997, pero no hay ni una sola pista que indique qué le pasó.
Bruno nació en Santa Fe, Argentina, el 18 de junio de 1988 y creció junto con Gisela, Franco, Martín y Belén, sus hermanos.
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Sus padres, Marisa Olguín y Claudio Gentiletti, los levantaron temprano en la mañana del 2 de marzo de 1997 para avisarles que irían a un río cercano a su casa para despedir el verano, pues los niños estaban próximos a ingresar al colegio.
Todos se subieron al carro familiar sin saber que a partir de ese día, Bruno no regresaría a su casa.
Desaparición ‘sin rastro’
Una vez en el río, la familia se dividió entre los dos hijos más grandes y su padre, los tres pequeños que querían ver un trampolín y un tobogán, y Marisa, quien se quedó organizando los sánduches que más tarde le daría a sus hijos.
Sin embargo, cuando los llamó a comer, solo los dos niños menores regresaron. En una entrevista con el medio ‘Infobae’, Marisa recuerda haber preguntado dónde estaba Bruno, pues aunque los hermanos le advertían que se había quedado en el tobogán, ella no lo veía en la fila a pesar de que había poca gente.
Los pequeños Gisela y Franco le indicaron a su madre que no lo veía porque él no estaba en el primer tobogán, que era el más cercano a donde reposaba su familia, sino en el siguiente, que estaba al otro lado de un alambrado ubicado para dividir la parte pública del río de la privada, en la que se encontraban ellos. Sin embargo, Bruno tampoco estaba allí.
”Hay un niño perdido, tiene ocho años, estatura mediana, está descalzo y sin camisa, tiene un short verde”, era la advertencia que se escuchaba a través de los parlantes del río, según recuerda Marisa.
La búsqueda en el lugar incorrecto
Todas las personas que estaban en el lugar, aunque eran pocas, comenzaron a buscar a Bruno. Primero se dirigieron al agua, pues les preocupaba que se hubiera ahogado.
Sin embargo, Marisa tenía claro que ese era el último lugar donde su hijo podía estar. Al parecer, Bruno sufría de una otitis severa que no le permitía meterse al agua sin tapones especiales para sus oídos. Además, cuando llegaron al lugar Marisa recuerda que él le dijo: “Mami, qué agua sucia”, y prefirió ir a los juegos con sus hermanos.
“Yo siempre supe que buscar en el río era buscar en el lugar equivocado”, le comentó Marisa a ‘Infobae’ y continuó “yo sabía que en el agua no estaba, pero nadie nos escuchaba”.Incluso, las personas que cuidaban el lugar le dijeron que era imposible que Bruno estuviera por fuera del alambre que cerraba el sitio, pues a los menores de edad no se les permitía salir solos. Sin embargo, las horas pasaban y Bruno seguía sin aparecer, a pesar de que todas las personas en el río estaban alerta.
Tiempo fundamental perdido
Según lo que recuerda Marisa, su esposo realizó la denuncia en la comisaría a las dos de la tarde, pero el comisario llegó hasta las 10 y media de la noche, por lo que por esas ocho horas no hubo una búsqueda oficial de Bruno.
En los casos de niños perdidos, las primeras horas son esenciales por varios motivos. Entre esos está desarrollar sistemas de cierres viales para que, si es un caso de secuestro, la persona no pueda huir con el menor a otra ciudad o incluso otro país.
Sin embargo, ninguno de los procedimientos se realizó. “Si alguien se lo había llevado tuvo tiempo de manejar hacia cualquier lado”, comentó Marisa a ‘Infobae’. Sus sospechas apuntan a que los funcionarios no actuaron a tiempo porque ese día había un partido importante en Argentina, pero esto no ha sido confirmado.
El caso de Bruno estuvo extrañamente lleno de esperas y tardanzas en cuanto a la parte legal de la denuncia y el mayor movimiento de búsqueda fue dirigido por la Prefectura Naval Argentina y los vecinos del lugar donde desapareció, que continuaban buscando en terrenos cercanos al río.
Además, según recuerda Marisa, la investigación también comenzó a vincularlos a ella y a su esposo como posibles sospechosos de la desaparición de Bruno: “Dijeron que yo tenía amantes, que mis hermanos eran militares y algo raro había, que la esposa de mi papá era paraguaya, entonces yo le podía haber dado a mi hijo para que lo vendiera, que era parte de una secta”, recuerda la mujer.
Al mes de la desaparición los padres se enteraron de que la denuncia en Migraciones, que se hace para evitar que alguien pudiera sacarlo del país y tenía que haber mandado el juez del caso, jamás llegó a la entidad correspondiente, por lo que la búsqueda de su hijo ahora podía extenderse al mundo entero.
Pasaron días, meses, años y actualmente, al año 2022, 25 años después de la desaparición, no hay ninguna pista formal sobre el paradero de Bruno Gentiletti.
Llamadas de advertencia
A la comisaría llegaron llamadas de supuestos clarividentes que daban, incluso, lugares exactos donde podía encontrarse el menor.
Alguna vez durante la búsqueda se montó un operativo en un edificio abandonado debido a una de estas advertencias, pero no dio ningún tipo de resultado. “Resulta que el secretario del juez le vendía la información a la prensa, me lo confesó un periodista, yo no lo podía creer”, comentó Marisa a ‘Infobae’.
Una desaparición sin resultados
“Lo único que pensaba era que Bruno estaba en pantalón corto y descalzo y las noches ya eran frías”, recuerda la mujer que hasta el día de hoy continúa buscando a su hijo.
Su desaparición se encuentra dentro del 10 % de casos de niños que Missing Children Argentina no ha logrado encontrar. Sin embargo, la lucha de su familia no acaba.Actualmente hay incluso una recompensa para quien pueda dar información sobre el paradero de Bruno, además de un sitio web dedicado a su búsqueda en el cual se puede encontrar un retrato que pretende mostrar cómo se vería el joven actualmente con 33 años.