Desde el 23 de febrero, 1.285 militares venezolanos han desertado del Gobierno de Nicolás Maduro. Foto: AFP
Desde el 23 de febrero, 1.285 militares venezolanos han desertado del Gobierno de Nicolás Maduro. Foto: AFP

Un extenso hotel, ubicado sobre la autopista internacional del municipio de Villa del Rosario, en el Norte de Santander (), se ha convertido en el último mes en el nuevo hogar de un grupo de desertores del ejército de , quienes permanecen acantonados desde los días posteriores al cierre de frontera del pasado 23 de febrero.

Además de ser un lugar de hospedaje, donde duermen, comen y pasan el tiempo libre, los extensos terrenos que conforman este establecimiento, también son usados para desarrollar actividades características de su antigua vida militar, que estos ex uniformados han denominado como “técnicas de combate”.




Según información suministrada por Cancillería colombiana, en total, se calcula que hay 1.285 de estos extranjeros en Colombia.

Los sargentos Armando, José y Rafael pertenecen a los 736 ex miembros de las fuerzas armadas del país vecino, concentrados en cinco puntos de atención de Norte de Santander.

Aunque los tres provienen de distintas zonas del territorio venezolano, sus historias son muy parecidas. Antes de arribar a Colombia, ellos estaban vinculados a la Guardia Nacional Bolivariana de Venezuela, ostentando el rango de sargentos.

Con la agudización de la crisis económica en sus hogares, una sensación de inconformismo fue germinando en ellos, sin llamar la atención de la tropa, hasta que finalmente decidieron deponer sus armas y cruzar la frontera a través de una trocha, en una arriesgada huida hacia el extranjero.

Ya en Colombia, la vida de estos ex guardias ha transcurrido bajo estrictas medidas de seguridad, que se mantienen dentro de este edificio. Su fachada, de aires coloniales, es custodiada por seis policías colombianos y la entrada al lugar es restringida.

“Inicialmente, a nosotros nos tenían alojados en un sitio. Estábamos todos, unidos y ahorita nos distribuyeron en varias zonas, pero seguimos en contacto, todos. Hay unos que están con sus familias y nosotros, los que seguimos solos”, contó José.

Él y sus dos compañeros tienen entre 28 y 30 años. Sus cuerpos, de tez morena, no miden más de 1,77 metros de altura, y sus músculos siguen endurecidos por la rutina de ejercicios que practican a diario.

La jornada de estos venezolanos se inicia a las 5:30 de la mañana, cuando se levantan para trotar en grupo y recibir el desayuno. Entre las 9:30 y 11:30 de la mañana tienen un espacio libre, que suelen emplear para salir del hotel, hablar con sus familiares y atender medios nacionales y extranjeros.

Al mediodía regresan para almorzar y en las tardes se dedican a lo que ellos han llamado un entrenamiento físico y mental para no olvidar sus tareas al interior de las filas armadas.

Este esquema de actividades responde a un ordenamiento jerárquico y cualquiera que desee desentender esta línea de mando por algún motivo en especial, debe pedir autorización de un superior.

“Hay mucha fuga de información y esto puede facilitarle las cosas al enemigo, pero uno sí tiene entrenamiento militar. Uno mismo, vemos clases y todo (…) La misión acá es adiestrarnos, tener mayor conocimiento sobre la carrera de las armas, estar físicamente y mentalmente activos. Ese conocimiento se lo enseña a uno al otro. Cada uno pone su granito de arena para adiestrarnos”, aseveró José, quien conformaba un comando de las fuerzas especiales y tiene conocimiento en antiterrorismo y antisecuestro aéreo.

Algunos de los hombres de la Guardia Venezolana viven en este hotel ubicado en Villa del Rosario, Norte de Santander. 
Foto: EL TIEMPO
Algunos de los hombres de la Guardia Venezolana viven en este hotel ubicado en Villa del Rosario, Norte de Santander. Foto: EL TIEMPO

Según cuentan los ex guardias, el espacio del hotel destinado para estas actividades es un descampado, un lugar que se encuentra desolado y plagado de maleza. Allí, ellos corren, rampean, se suben a los árboles y desarrollan habilidades de “camuflaje”. Incluso, esto ha despertado la molestia por parte de la administración del hotel, porque durante sus ejercicios ellos admiten que han violado los límites de los predios aledaños.

“De 3 a 6 de la tarde, son dos o tres horas que nos ponemos a hacer tácticas militares, que hemos aprendido, como correr lo más rápido que pueda, subirse a un árbol, tirarse uno al otro, hacer maromas que va a llegar el tiempo que las vamos a ejecutar”, explicó Rafael.

Aunque sus uniformes y sus armas quedaron en custodia de las autoridades colombianas, la mentalidad castrense sigue aferrada al anhelo de estos ex uniformados. Ellos están esperanzados en encontrar ayuda internacional para que una vez el jefe del parlamento, Juan Guidó, los requiera, atender su llamado y cooperar con la derrota de la usurpación, como ellos se refieren al gobierno de Nicolás Maduro.

¿Civiles o militares en el exilio?

El gerente de Frontera con Venezuela del Gobierno Nacional, Felipe Muñoz, aclaró que estos extranjeros permanecen en el territorio nacional bajo un estatus de civil, concedido a través de un salvoconducto con caducidad de 30 días.

Frente a las preocupaciones manifestadas por estos ex uniformados sobre su permanencia en este hotel, el funcionario indicó que los gobiernos de Iván Duque y Juan Guaidó trazaron una ruta para asumir el costo de alojamiento y alimentación de esta población.

“Estas personas están acogidas de manera generosa como civiles. Ellos firmaron un documento en el que cesaban de manera absoluta sus actividades de carácter militar, de lo contrario no podían estar en un proceso de solicitud de refugio. Cualquier actividad militar pone en riesgo su estatus de refugio y su estancia en Colombia. Esto no está autorizado, ni patrocinado de parte ninguna del Gobierno”, puntualizó Muñoz.

Entretanto, sectores de la opinión pública han criticado el tratamiento de estos ex guardias por parte del Gobierno Nacional. El vicepresidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso y senador de la Alianza Verde, Antonio Sanguino, calificó la actuación de Colombia de acoger a estos hombres como una intromisión a los asuntos de Venezuela y dijo que esto podría representaba un riesgo para la seguridad nacional.

“Eso es absolutamente grave. Esto es una intromisión de Colombia a los asuntos internos de Venezuela. Nosotros no nos podemos convertir en un centro de entrenamiento de actuaciones armadas ilegales contra el estado venezolano. Eso implica un debate muy serio de cómo el país está interviniendo de manera violenta e ilegal en los asuntos del vecino país”, puntualizó el funcionario.

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