Miguel Carcache contempla deslumbrado los restaurantes y bares del Paseo Marítimo de 1ra y 70 en La Habana, pero sentarse en una mesa es un lujo imposible. “Ni en Dubái están los precios así”, lamenta.
“Claro, me gustaría estar sentado, pero no puedo (...) si mi salario no juega con los precios que hay ahí arriba”, explica a la AFP Carcache, de 30 años, dirigiendo su vista hacia la terraza del restaurante Bom Apetite, donde unas 20 personas comparten charla, tragos y tapas.
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Bajo estrictas medidas de distanciamiento social y control sanitario, reabrieron hace dos semanas los restaurantes y bares en 8 de las 15 provincias de Cuba, cerrados desde enero por el coronavirus.
Pero, después de la alegría por la noticia, llegó la dura realidad: unos precios exorbitantes que llevaron a muchos a publicar en las redes sociales fotos de sus recibos acompañadas de comentarios escandalizados.
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Empleado de la construcción, Carcache optó por tomarse una botella de tequila con sus amigos sobre el arrecife, disfrutando la brisa marina, uno de los principales atractivos del paseo, ubicado en el oeste de la capital.
“Si gano 3.000 pesos al mes (125 dólares) y una cerveza me vale 150 (unos 6 dólares), ¿puedo venir aquí (al restaurante)? No. Esto está loco, una cosa loca, ni en Dubái están los precios así”, rezonga.
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Precios astronómicos y restaurantes llenos, una aparente contradicción que solo encuentra lógica en los vericuetos ocultos de una economía subterránea, donde el dólar ordena y manda.
“Mi tía Nena y yo tuvimos que vender los celulares para merendar en 1ra y 70″, ironizó la humorista local, Adrea Doimeadiós, en una reciente entrevista.
“Un poquito altos”
En la terraza, los médicos Cary Merlin y Alexis Fernández, ambos de 36 años, escapan del agobio que durante 18 meses ha descargado la pandemia sobre ese gremio. “Estamos conscientes de que hay personas que no pueden, y a veces nosotros mismos no podemos”, precisa la médica.
Para Fernández, “los precios están un poquito más de lo que se puede pedir”.
Al anunciar “una reapertura necesaria”, la ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz, destacó que se hacía en medio de una “compleja situación” económica, marcada por “un desabastecimiento de productos fundamentales”, y alertó que “el escenario de los precios” iba a “ser diferente”.
La reforma monetaria aplicada en enero incluyó un alza de salarios estatales, pero también de precios de 500%, lo que disparó un proceso inflacionario.
Cuba vive su peor crisis económica desde 1993, debido al impacto de la pandemia en el turismo, uno de sus principales motores económicos, y al reforzamiento del embargo estadounidense. Se han reducido drásticamente sus importaciones, agravando la escasez de alimentos y medicinas.
Moraima Cabrera (59), dueña de Bom Apetite, admite que sus precios “están un poquito altos”, aunque “no son los más caros” del Paseo. Su plato más barato, una pizza napolitana, cuesta el equivalente a ocho dólares.
El tequila que Carcache y sus amigos compraron en la calle por 700 pesos cubanos (29 dólares), en el Paseo cuesta el equivalente a 100 dólares, 13 menos que el salario mínimo en Cuba.
El dólar presiona
“Los precios (...) se mueven diariamente, lamentablemente”, porque “si hoy la carne (de cerdo) me la suben, tengo que subir el precio”, precisa Cabrera.
La carne de cerdo, un plato obligado en la dieta nacional, se ha disparado de 1,46 a 5,41 dólares la libra (0,45 kilogramos) en los últimos dos años, un precio inalcanzable para el bolsillo promedio.
El economista Pedro Monreal destacó en Twitter que “el aumento del precio de las carnes populares de la ganadería nacional (...) las ha convertido en alimentos de ‘alta gama’”.
Además los propietarios de negocios están obligados a importar en moneda extranjera los insumos que necesitan o comprarlos en los escasos mercados mayoristas que existen en la isla y que operan en dólares.
Y, en medio de una galopante inflación, enfrentan otro agravante: tienen que comprar el billete verde en el mercado informal, donde ya se cotiza a 65 pesos por unidad, más del doble de los 24 que marca la tasa oficial, pues no lo pueden adquirir ni en los bancos ni en las casas de cambio del país.
“Tienes que salir a buscar los dólares en el mercado negro” y “luego vender en moneda nacional a un precio alto” o la “cuenta no da”, explica Arturo Sánchez (26), dueño de un bar fuera del Paseo.
Como muchos, Cabrera y Sánchez cifran esperanzas en la reapertura de las fronteras del país, el 15 de noviembre, a los turistas extranjeros, con más poder adquisitivo. “Todos estamos contando los días para que esto suceda”, concluye Cabrera.
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