Julio Borges, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, no cobra sueldo desde hace diez meses. Sus colegas del Parlamento tampoco. ¿La explicación? El presidente Nicolás Maduro le quitó el presupuesto porque el Legislativo “está en desacato”. El jueves Borges estuvo en el Perú y fue recibido en Palacio de Gobierno por el presidente Pedro Pablo Kuczynski y en el Congreso por su presidenta Luz Salgado. El Comercio conversó con él sobre la situación política en su país.
►— ¿Qué le pide al presidente Pedro Pablo Kuczynski?
Venimos a agradecerle por su apertura y por su solidaridad con el pueblo venezolano. Pero más allá de ello, estamos buscando crear un grupo de países de la región que ayuden, a través de sus cancillerías, parlamentos y gobiernos, a crear una agenda democrática en Venezuela. El presidente del Perú podría encabezar esa iniciativa. La situación en Venezuela hace muy difícil que podamos tener normalidad si no se va a un proceso electoral.
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►— Esta semana la OEA no pudo concretar una reunión de cancilleres sobre su país. ¿Cuál es su opinión?
Eso no desvía el camino planteado en la OEA. Hay una asamblea que se realizará en México [del 19 al 21 de junio] y es ahí donde se va a discutir el tema Venezuela. Pero es importante que desde ahora los países hagan todo el esfuerzo para que Venezuela aterrice y el Gobierno acepte la necesidad de abrir el espacio electoral.
►— ¿En la práctica, en qué acciones se debe traducir la aplicación de la Carta Democrática Interamericana a Venezuela?
La carta tiene dos escalones: en el primero se trabaja por las buenas para lograr que haya un cambio a través de la intervención de buenos oficios de otros países, que se establezcan mecanismos de negociación claros y que se cumplan las reglas. Si el Gobierno se niega a eso, entonces se pasa a un segundo nivel, donde incluso se llega a la amenaza real de quedar fuera del sistema interamericano.
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►— ¿Y la presión que están ejerciendo apunta a llegar a ese extremo?
Sí, totalmente. Estamos pidiendo a todos los países que eso se logre.
►— El Papa dijo hace dos semanas que hay una oposición que quiere diálogo y otra que no. ¿Qué opina?
Antes de que el Papa hablara, dejamos muy clara nuestra posición. No es tanto que haya división sobre si debe haber diálogo o no, lo que hay es mucha desconfianza hacia el Gobierno. El Gobierno se compromete y no cumple. Hasta el propio cardenal Pietro Parolín [representante del Vaticano en el diálogo] lo ha dicho claramente en las cartas al Gobierno: ha incumplido los compromisos del diálogo.
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►— ¿Hay la posibilidad de que se vuelva al diálogo?
Sin garantías no tiene sentido.
►— ¿En qué están dispuestos a ceder? ¿Respetarían que Maduro cumpla su gestión?
El Gobierno está más cerrado e impide que se encuentren soluciones sensatas. Se ha colocado en una situación en la que el pueblo pide que se vaya del poder.
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►— El miércoles circularon imágenes de paramilitares disparando sobre civiles delante de la policía. ¿Hasta dónde puede escalar la violencia. Hay un peligro de guerra civil?
El peligro más grande es Nicolás Maduro, porque toda la violencia nace en él. No permite que el pueblo vote, no permite que la gente proteste en la calle, no permite que los periodistas trabajen, no permite que haya libertad de expresión ni derechos humanos. Nicolás Maduro es el que está armando a los grupos paramilitares. Es el que ha prometido 500 mil rifles para las milicias, reprime al pueblo. Toda la violencia nace en Nicolás Maduro. Estamos marchando por la paz del voto. Y nuestra lucha seguirá porque somos capaces de derribar cualquier obstáculo en la medida en que tenemos de nuestro lado al pueblo venezolano y la convicción de que el pueblo quiere un cambio.
►— ¿Qué va a pasar con Nicolás Maduro y con los represores si al final el pueblo decide que la oposición llegue al poder?
Hay que revisar cada caso sin hacer una cacería de brujas y lograr que haya garantías sin impunidad. Es un proceso de reconciliación y justicia difícil pero obligatorio de recorrer para poder cambiar de gobierno y construir un nuevo país.
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►— ¿Estarían dispuestos a un pacto de impunidad a cambio de elecciones?
Pacto de impunidad es una palabra muy fea. Pero creo que hay que llegar a garantías que signifiquen revisión de cada caso.
►— ¿Qué diferencias hay entre las protestas del 2014 y las de ahora?
Hay varias diferencias importantes: en el 2014 no había elecciones en el panorama, ahora sí. La comunidad internacional no estaba unánimemente a favor de la democracia en Venezuela, hoy lo está. La gente hizo protestas muy fuertes, con mucha energía, pero que no tenían un fin determinado; ahora sí lo tiene: el voto.
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►— ¿Han ganado terreno en los barrios?
Es un tema también importante. Comparado con el 2014, el nivel de protestas populares que hay ahora debido al hambre, a la falta de medicinas, al desempleo, a la destrucción del aparato productivo es impresionante. Antes las protestas eran la oposición contra el Gobierno. Ahora es el pueblo contra una minúscula camarilla que le quiere secuestrar el futuro.
►— ¿Temen ser apresados?
Obviamente. En Venezuela no hay ley, no hay respeto a los derechos humanos, no hay separación de poderes. Sin embargo, estamos claros en que se trata de un Gobierno al que lo único que le queda es el miedo, la fuerza bruta, la intimidación y, por lo tanto, es un Gobierno muy débil, sin soporte popular ni legitimidad.