El martes, el presidente chileno Gabriel Boric recibió de manos del Consejo Constitucional la nueva propuesta de carta magna y convocó de inmediato a un plebiscito para el 17 de diciembre, día en el que los ciudadanos deberán decidir si aceptan o rechazan la propuesta. Esta será el segundo referéndum para pronunciarse sobre una nuevo marco normativo al que se someterán los chilenos en poco más de un año.
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Luego del estallido social del 2019 surgió en Chile la demanda popular de sustituir la Constitución de 1980, promulgada durante la dictadura del general Augusto Pinochet (1973 - 1990). En el 2020 el reclamo ciudadano se tradujo en un 78% de apoyo en las urnas para reemplazar la Carta Magna, lo que llevó a que se forme una Convención Constitucional.
Aquel órgano estuvo conformado en su mayoría por ciudadanos que no pertenecían a ningún partido político tradicional y mostró con un gran apoyo de la izquierda tradicional chilena. Sin embargo, su propuesta fracasó rotundamente. Durante el plebiscito del 4 de septiembre, el 61,89% de chilenos votaron en rechazo a la propuesta presentada por la Convención.
Tras el fracaso del primer proyecto, las fuerzas políticas convocaron a un segundo proceso constituyente. Esta vez se creó un Consejo Constitucional compuesto por 50 miembros que resultaron electos por votación popular. Este nuevo órgano se vio representado principalmente por la derecha y extrema derecha chilena, lo que causó que desde sus orígenes sea rechazado por una parte importante de la población.
“Hay un ánimo muy parecido al que tenía la ciudadanía en el proceso anterior. Es uno de distancia o separación respecto al proceso mismo. Y eso condujo al resultado de rechazo del 4 de septiembre. Está ocurriendo algo parecido ahora, hay una situación de hastío y crítica sobre el desempeño de estos órganos de representación, son vistos como algo muy distante por parte de la ciudadanía”, comenta a El Comercio el politólogo y académico de la Universidad de Chile, Octavio Avendaño.
El resultado de este segundo proceso es una propuesta de 216 artículos que mantiene en esencia el modelo económico fijado por el régimen de Pinochet y al que el propio oficialismo, que había apoyado ampliamente el cambio de carta magna en un primer momento, critique por su tono conservador y polémico en cuestiones como el aborto o la migración.
Incluso la centrista Democracia Cristiana considera que se trata de un texto “ideologizado” por la derecha radical.
“A la gente le prometieron que la nueva Constitución iba a solucionar los problemas de Chile, que iba a ser una constitución de unidad y resultó ser que el primer caso fue muy de izquierda, divisiva; mientras que en el segundo caso es más de derecha y la gente siente que profundiza aún más las divisiones. Entonces hay bastante insatisfacción, descontento y decepción con el proceso”, comenta por su parte el analista político chileno Patricio Navia.
Estas críticas se han visto plasmadas también en el sentir popular. La encuesta más reciente, publicada por Pulso Ciudadano el 29 de agosto, mostró que el 69,7% de los chilenos votarían “en contra” de la propuesta de nueva Constitución, mientras que un 30,3% estaría “a favor” de la misma.
“Las encuestas muestran que gana el rechazo pero con diferencias sustanciales. La que citas marca el 70%, otras indican que es de un 50%. Creo que será un poco más apretado que la vez anterior, considero que cualquier opción puede ganar pero no por más de 8% o 10%. Si me preguntas a mí, ahora, creo que ganará el rechazo, pero aún quedan algunas semanas para cerrar el proceso”, señala Navia.
“En el proceso anterior, las encuestas fueron bastante efectivas en reconocer desde muy temprano que no había ninguna posibilidad de que el texto se aprobara. Lo mismo ocurre ahora, pero las razones son distintas”, agrega Avendaño.
Lo más preocupante, sin embargo, sería que un 67,7% de la población confesó tener nada de confianza o poca confianza en el proceso constitucional.
“Hay más confusión ahora en torno a los contenidos del texto por parte de la ciudadanía. No hubo suficiente difusión, en parte porque el proyecto se presentó recién el lunes oficialmente. Lo que hubo fueron versiones parciales que circularon a través de la prensa. Recién ahora se iniciará el proceso de difusión”, comenta al respecto Avendaño.
Para el experto de la Universidad de Chile, el problema de fondo reside en que el debate sobre una nueva Constitución terminó siendo una reinterpretación de parte de los políticos sobre la necesidad de la gente. “La conclusión a la que llegamos es que el cambio de la Constitución no era la principal demanda de la ciudadanía sino la principal propuesta de la clase política. Y ellos han insistido en este proceso, han definido las condiciones de ambos procesos e incluso insistieron en mantener el proceso tras el rechazo del 4 de septiembre”, asegura.
Para Navia la explicación partiría mas bien de promesas sin sustento. “En 2019 se dijo que una nueva Constitución era una píldora mágica que solucionaría los problemas del país. Eso no pasó porque no podía pasar y ahora la gente está muy decepcionada. Las nuevas constituciones son sobre el sistema político no sobre políticas públicas como las pensiones o la falta de crecimiento. Me da la impresión de que a la gente le vendieron una píldora mágica que finalmente no funcionó”, señala.
- Consecuencias de un nuevo rechazo -
Si bien en 38 días las tendencias pueden variar, existe una gran probabilidad de que esta nueva propuesta constitucional sea rechazada por la población chilena. Ante ese escenario, la administración de Gabriel Boric ya ha anticipado que no insistirán en un tercer proceso pese a ciertas presiones que vendrían del interior de la propia coalición de gobierno.
Al margen del resultado, los dos analistas consultados por El Comercio coinciden en que el 17 de diciembre representará un duro golpe para la izquierda y, probablemente, un trampolín en las aspiraciones de la derecha por alcanzar el poder.
“Es una gran derrota para la izquierda. En esto, la derecha no pierde nada, se rechace o se apruebe. La izquierda, por otro lado, se enfrenta a una disyuntiva casi absurda como la de aceptar la propuesta de la derecha o validar la Constitución de Pinochet”, apunta Avendaño.
“Esta es una derrota significativa y aplastante para toda la izquierda que había impulsado el reemplazo de la Constitución de Pinochet y ahora aparece haciendo campaña por la Constitución de Pinochet para evitar que la de la actual derecha se termine imponiendo. Pinochet al menos está muerto, pero José Antonio Kast está vivo, será candidato presidencial y probablemente sea el próximo presidente de Chile”, añade Navia.
Otro de los factores a los que se deberá estar pendiente, además, será la reacción de la ciudadanía ante los resultados del 17 de diciembre. Para Avendaño, quien considera que los representantes políticos fallaron ante el desafío de interpretar de manera adecuada las demandas sociales, el malestar ya está instalado y difícilmente cambiará con cualquiera de los resultados.
“Es difícil que esto provoque un mayor malestar porque ya está instalado independiente del resultado. Uno de los escenarios más factibles es que los cambios a la actual Constitución se lleven a cabo a través de acuerdos que se pueden alcanzar a través del Congreso Nacional. Hay que tomar en cuenta que el actual gobierno y los partidarios del cambio constitucional no cuentan con mayoría en el Congreso, entonces es posible pensar en algunos cambios específicos pero no en aspectos más sustantivos”, asegura.
Navia agrega por su parte que el sentir entre la población es la de desconexión con la clase política, pues la ven como parte de una élite que antepone sus intereses a los de la ciudadanía. “En general la gente desconfía de las élites, incluida la política. Sienten que se protegen entre sí y no toman en cuenta las necesidades de las personas. Por eso en el primer proceso se eligieron a muchos independientes, pero resulta que ellos tampoco se preocuparon por la gente sino por sus propias agendas”, afirma.
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