Lorena*, de 6 años, comenzó a cambiar. Sus padres notaron en ella extraños comportamientos, entre estos, su renuencia a volver al colegio Francisco José de Caldas en Engativá, Colombia.
Al comienzo, sus padres pensaron que su hija era víctima de acoso, pero cada vez que le preguntaban comenzaba a llorar y lo negaba. Todo era confusión en la familia hasta que un día explotó y contó todo lo que le estaba ocurriendo.
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Una aseadora del plantel educativo venía interceptándola cada vez que entraba a los baños y allí le hacía tocamientos indebidos. Sus padres sufrieron un choque emocional mientras la pequeña les relataba lo sucedido.
Al día siguiente fueron al colegio y les informaron a las directivas, pero la respuesta fue tajante y hasta indiferente. Aquel 29 de marzo de 2022 les dijeron que las empleadas domésticas eran contratadas a través de una empresa privada y que no tenían contacto con los niños. “Pero mi bebé me decía que a ella la tocaba una aseadora cada vez que iba a hacer chichí. Su cara era de angustia”, contó la madre de la víctima en su momento.
Ante esa reacción tan árida, interpusieron una denuncia en la Fiscalía General de la Nación. La fiscal a la que le fue asignado el caso envió de inmediato a la Policía Judicial, pero las directivas del colegio fueron renuentes a dar información. “Increíble. Nos tocó llamarlos y enviarles una orden judicial para que nos entregaran todos los insumos que se necesitaban. De lo contrario se les vincularía como coautores del hecho. Se les preguntó qué ruta habían activado y hasta el día de hoy no nos han contestado nada”.
Pronto tuvieron que dar el nombre de la empresa de aseo y las hojas de vida de todas las aseadoras del turno en cuestión que trabajaban en el colegio. Para no cometer errores, era muy importante corroborar sus horarios de trabajo y tener sus imágenes para armar los álbumes de reconocimiento fotográfico.
Los policías judiciales avanzaron con prontitud para ir al lugar y obtener toda la información. Eran cuatro las mujeres que laboraban en las horas en las que la niña recordaba haber sido sometida y humillada por una extraña.
Mientras ese material probatorio era recopilado, la víctima era escuchada detenidamente en una entrevista forense realizada por profesionales que saben abordar estos casos sin revictimizar. “Se utilizó el protocolo usado en casos de código blanco, es decir, de atención integral a víctimas de violencia sexual”, dijo la fiscal. La niña relató que había sido ultrajada al menos ocho veces en el baño de su colegio sin que nadie la auxiliara.
Al preguntarle cuándo había sido la última vez, la pequeña dijo entre sollozos: “Fue hace ocho días, cuando mi mamá me vio triste y llorando y yo no quería ir a mi colegio nunca más”. La empleada aprovechaba las horas del descanso para perseguir a su víctima con la mirada, interceptarla y empujar la puerta del baño para invadir sus espacios íntimos.
Cuando la víctima vio un total de cuatro álbumes fotográficos armados por los investigadores la identificó de inmediato. “No había duda alguna. La niña dijo: ‘Ella es la que me toca. Tiene uniforme azul y escoba’ “. También se lo hizo saber a sus padres y a la psicóloga que la trataba. La víctima se mantuvo en su versión.
En medio de su desgarrador relato dijo que no les había contado a sus padres porque la aseadora la amenazaba de que si decía algo, le metía la cabeza en el inodoro. Esto la sumió en una depresión y decaimiento constantes.
Este proceso fue clave para obtener la orden de captura. A los cuatro días se logró el procedimiento. La mujer tenía que responder ante la justicia.
Alias la Chiqui
La mujer bogotana detrás del horrendo delito siempre se había desempeñado como empleada doméstica, de hecho, su contrato estaba vigente desde el 2016. Vivía con sus hijas en el barrio Santa Cecilia. Es de muy baja estatura: 1,50 metros, y reconocida en su entorno como la ‘Chiqui’.
La impresionante labor de los investigadores del caso permitió conocer en tiempo récord su lugar de residencia. “El éxito de estas investigaciones depende en gran media de la coordinación de la fiscal, tener todas las órdenes necesarias para ubicar al objetivo”, contó uno de los investigadores.
El equipo logró tener pronto la información de los lugares que frecuentaba, de sus horarios y actividades regulares. “Cuando tuvimos la orden de policía judicial, al otro día se materializó la captura en la parte externa de su vivienda. Ella iba saliendo con su hija. No se lo esperaba, no había sospechado nada, pero sí que algo había detrás de su despido de la compañía”.
Se identificó, se individualizó y se alistaron todos los elementos materiales probatorios. Hoy está con medida de aseguramiento y a la espera de que se dé el escrito de acusación, es un peligro para la sociedad. El delito es actos sexuales con menores de 14 años agravado, homogéneo y sucesivo. “Agravado porque las personas que trabajan en los colegios son en quienes los niños depositan toda su confianza. Hay una relación de poder y estas personas abusan de esto”, explicó la fiscal del caso.
Alias la Chiqui no paraba de llorar en la audiencia. “Pero cuando yo le expliqué por qué estaba ahí reaccionó como cuando una persona sabe que hizo algo y que tiene que responder”, dijo la fiscal.
En este caso también se espera una medida de carácter disciplinario contra el colegio porque no le prestaron a la Fiscalía la ayuda ágil que se espera en estos casos. “El proceso se hubiera podido sacar en menos tiempo, pero, por la falta de colaboración, nos tocó investigar más. La comunidad educativa tiene que entender que los niños son la prioridad y que hay que creerles cuando denuncian que han sido abusados”.
La víctima está en proceso de restablecimiento de derechos y recibiendo un tratamiento médico y psicológico con ayuda de la Secretaría de la Mujer. Quedó con graves secuelas a causa del abuso del que fue víctima. “Evita ir al baño y está sufriendo del riñón”, relató la familia.
Los cambios abruptos en el control de esfínteres son, en muchos casos, posibles señales de abuso sexual. “Un alto porcentaje de los casos se descubre porque los niños manifiestan estas señales o comienzan a tener actitudes o juegos sexualizados con otras personas o muñecos”.
Alias la Chiqui está en la cárcel El Buen Pastor desde el 26 de abril y tendrá que responder por acabar con la inocencia de una niña. “Lorena venía de un hogar bonito, unido, de padres amorosos. Estaba bien cuidada y alimentada. No es justo que esto pase y menos en un espacio a donde van a ser felices”, concluyó la fiscal, implacable en el caso.* Nombre de la víctima cambiado por ser menor de edad.
Usted puede denunciar
A mayo de 2022, hay 228 procesos disciplinarios contra servidores públicos de la Secretaría de Educación (SED) por la presunta comisión de algunas de las tipologíasincluidas en la categoría de violencia sexual contra menores. Además, se han desarrollado más de 3.000 acompañamientos pedagógicos con las comunidades educativas.
Pilas Ahí es la campaña que diseñó la SED con la colaboración de más de 30 entidades públicas, privadas y ONG para la prevención, denuncia, rechazo y sanción de la violencia sexual. La campaña busca proporcionar herramientas para identificar los diferentes tipos de violencias sexuales. Las víctimas pueden ser atendidas en la línea 123 y el área de Orientación en cada uno de los colegios públicos y privados.