Las chilenas Consuelo Morales y Pabla Heuser se conocieron hace 18 años y han pasado la mayor parte de su relación sin la esperanza de formalizar su matrimonio.
Este jueves, su deseo se hizo realidad cuando ellas y otras dos parejas del mismo sexo celebraron las primeras dos bodas LGTBI+ de la historia de Chile.
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Tienen una hija en común y viven juntas desde que iban a la universidad, pero “la homofobia y la ley chilena” no les había permitido hasta ahora ni casarse ni reconocer su familia, explicaron a Efe.
“Desde que nos conocimos hace casi 20 años nos imaginábamos poder tener una familia juntas. Pero siempre había sido un sueño inalcanzable. Ahora ya es realidad”, celebró emocionada Morales desde su casa, horas antes de la ceremonia.
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Entre lágrimas y vítores de decenas de representantes de plataformas de la diversidad sexual, esta pareja se dio el “sí, quiero” en una ceremonia organizada en una de las oficinas municipales del barrio capitalino de Providencia.
“Ha sido un día histórico para el país”, dijo a Efe Isabel Amor, directora de la Fundación Iguales, una de las ONG LGTBI+ más activas.
“Necesitamos que de una vez por todas se terminen todas las diferencias odiosas que genera la homofobia que ha permeado nuestro país desde sus bases”, esgrimió.
“UNA FAMILIA COMO EL RESTO”
Morales, asistente social de 38 años, explicó a Efe que su objetivo es poder “ser el ejemplo de otras parejas, romper el estigma y sobretodo que los niños de parejas homosexuales puedan tener sus derechos reconocidos ante la ley”.
“Por fin las familias homoparentales vamos a ser como el resto”, celebró.
Al igual que muchas otras parejas, ambas mujeres estaban unidas bajo la figura de Acuerdo de Unión Civil (AUC), que desde 2015 permite uniones de parejas homosexuales pero no reconocía los derechos filiativos.
Hasta ahora, su hija Josefa, de dos años, nacida por fecundación in vitro, solo tenía una progenitora ante la ley -la que la había gestado- mientras que la otra madre -que cedió el óvulo- no tenía deberes ni derechos sobre ella.
“Desde que empezamos a concretar el plan de tener una hija sentimos mucho miedo de que fuera a sufrir discriminación por parte de las instituciones”, lamentó Heuser, que se dedica al márketing visual.
Los descendientes de parejas homosexuales, añadió, tenían menos derechos que el resto, eran “los nuevos hijos ilegítimos del siglo XXI”.
Según una encuesta de la plataforma Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh), el 77 % de los homosexuales de Chile buscaba consagrar el derecho al matrimonio con el fin de “dar estabilidad a los hijos”.
“MUCHOS AÑOS ESPERANDO”
Tampoco olvidarán esta fecha Javier Silva y Jaime Nazar, dos profesionales de 38 y 39 años que llevan en una relación desde el año 2015.
“Nunca pensamos que esto fuera a suceder, son muchos años esperando”, manifestó a Efe Silva, que lleva varios días preparando los trajes, los vestidos de sus hijos -de 1 año y de cuatro meses-, y abrillantando los anillos.
Lo mismo piensa Nazar, que se quedó “especialmente sorprendido” cuando el pasado 8 de diciembre se aprobó la ley de matrimonio igualitario “durante un gobierno conservador”, puntualizó.
El proyecto de ley que permite las nupcias entre parejas del mismo sexo se presentó en 2017 durante el segundo mandato de la socialista Michelle Bachelet (2014-2018), pero permaneció cuatro años estancado en el Parlamento.
Se aprobó el año pasado cuando, en un giro sorpresivo de acontecimientos, el presidente derechista Sebastián Piñera dijo que había “llegado el tiempo” de aprobarlo e instruyó a que se debatiera con urgencia.
En menos seis meses, y pese a las reticencias de los más conservadores, el Parlamento aprobó la iniciativa y Chile se convirtió en el octavo país de Latinoamérica en contemplar este derecho después de Costa Rica, Ecuador, Argentina, Brasil, Colombia, Uruguay y varios estados de México.
“Este camino no hubiera sido posible tampoco sin el rol de las organizaciones sociales y del resto del colectivos que presionaron durante todo el proceso”, expresó Nazar.
Para ambos, el Acuerdo Unión Civil era “una forma más de discriminación” y ponía a las parejas gays y lesbianas bajo un estándar diferente.
“Esto es por nosotros pero, sobre todo, para demostrarles al resto de parejas homosexuales que también podemos tener dignidad. De ahora en adelante ya no seremos distintos -concluyó- y eso es una luz de esperanza”.
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