El recuerdo de la muerte de su primera hija recién nacida, a causa de una bacteria que los médicos venezolanos no pudieron combatir por falta de medicinas, fue la razón por la cual Noralcy Parra, con siete meses de embarazo, abandonó su país para adelantar el trabajo de parto en un hospital de Cúcuta (municipio colombiano cerca a la frontera con Venezuela).
Esta venezolana de 24 años arribó con su esposo a la ciudad el domingo 28 de junio, y desde esa noche ocupa la cama 524 del Hospital Universitario Erasmo Meoz (Huem). Unas fuertes contracciones que empezó a sentir en el vientre tras un viaje de dos días obligaron a su traslado al centro médico.
Entre junio y julio, la alta demanda de pacientes extranjeros en condición de gestantes, como Noralcy, desbordó el servicio de obstetricia del Huem a tal punto que de los 788 nacimientos atendidos, 469 son niños con nacionalidad venezolana. Esto quiere decir que el 59 % de los recién nacidos en los dos últimos meses en el complejo hospitalario más importante de Cúcuta no eran colombianos, sino extranjeros.
“La amarga experiencia que viví con mi hija me marcó para siempre. Desde que supe que esperaba otro niño, mi idea fue tenerlo lejos del sistema de salud que la mató. Recuerdo que cuando la tuve, me exigían todos los suministros y medicamentos, y ahora no se consigue nada de eso, así se tenga el dinero para pagarlos”, contó Noralcy, cuyo embarazo fue considerado de alto riesgo.
En la misma sala de Noralcy se encuentran tres venezolanas más, que en la noche anterior dieron a luz. Una de ellas es Carolina Montenegro, quien está aferrada al cuerpo del recién nacido. Su parto no presentó mayores complicaciones, pero debe permanecer otro día en observación médica porque antes de entrar al quirófano su cuerpo presentaba síntomas de desnutrición.
“En mi país, si desayunabas no almorzabas. O simplemente se comía arepas, sin carne ni pollo, porque nada de eso se conseguía. Antes de venirme no comía lo suficiente, y el riesgo de mi embarazo se elevó. Una noche decidí venirme y buscar ayuda en Colombia”, relató Carolina, ahora madre de Juan Esteban tras dejar Maracay, capital del estado venezolano de Aragua.
Desde el cierre de frontera, decretado por Nicolás Maduro en agosto de 2015, la atención de este centro asistencial a las pacientes extranjeras se ha disparado debido al éxodo de ciudadanos del país llanero. Ese año se atendieron 212 nacimientos de venezolanas. La cifra se triplicó en 2017, cuando se registraron 734 partos de migrantes.
En lo que va del 2018, el Huem ya lleva atendidos 1.484 nacimientos extranjeros, y la tendencia no para de crecer. Según las directivas de este hospital, la prestación del servicio para mujeres como Noralcy o Carolina se ha convertido en un problema, pues colapsó el sistema y desfasó las cuentas.
“Últimamente, los ingresos de venezolanos han aumentado exponencialmente. Lo que más nos ha llamado la atención es que en la parte de ginecoobstetricia, donde hay servicio de urgencia, encontramos un aumento de señoras venezolanas. Esto nos está colapsando. Desde hace mucho venimos esperando el desembolso del Estado, y nada que llega, y nosotros seguimos atendiendo, pero sin el oxígeno financiero necesario”, dijo Juan Agustín Ramírez, gerente del Huem.
Un procedimiento de estos cuesta cerca de 900.000 pesos (unos US$297), sin incluir el gasto que pueden significar los días de recuperación en las salas del hospital. La sumatoria de este servicio se refleja en la gruesa cartera de 22.000 millones de pesos (US$7.275) que reporta la contabilidad de esta institución de salud por concepto de la atención en los últimos tres años a un total de 15.040 migrantes.
Este desfase financiero se suma al represamiento que se presenta en servicios de urgencia. En la zona de ginecoobstetricia hay 12 camas para responder a una demanda muy superior de 50 atenciones diarias.
Mientras estas graves situaciones son sorteadas sin soluciones estructurales, el Huem espera que el nuevo gobierno desembolse recursos que solventen las dificultades.
Fuente: "El Tiempo", de Colombia / GDA