Leyaniz Pérez salió de Cuba y atravesó toda América del Sur, cruzó fronteras, ríos o selvas desafiando peligros y hambre. Ahora está atascada junto a otros 500 cubanos en la localidad de Turbo, el norte de Colombia, esperando que las autoridades le dejen continuar su viaje para hacer realidad un sueño: poner un pie en Estados Unidos.
Turbo es una ciudad ubicada cerca a la frontera de Colombia y Panamá donde, desde mayo, más de 500 migrantes ilegales viven en un hangar prestado. Todos han salido de cuba y han emprendido una larga y peligrosa ruta hacia Estados Unidos a merced de los coyotes, a quienes pagan entre 7 y 12 mil dólares para que los hagan llegar al país norteamericano.
Ese es el caso de Leyaniz Pérez (24), una mujer que salió de Cuba para llegar a Brasil, pero que al ver que la situación en ese país era complicada, decidió emprender la travesía a Estados Unidos.
"Las cosas en Brasil no fueron como esperaba. No hay una facilidad de trabajo, no hay una facilidad de un lugar donde estar, entonces fue cuando decidí continuar para Estados Uunidos, porque nos enteramos que era el momento que estaba abierto Panamá para los cubanos", señaló a la AFP.
El viaje que relata es inhumano. De Brasil, se internó en la Amazonía peruana con coyotes. Su grupo estuvo perdido 10 días, tres de ellos sin agua y sin comida. Al llegar al Perú, tomó una lancha hasta Puerto Asís, un municipio colombiano localizado en el departamento del Putumayo. Después tomó un bus hacia Cali, luego a Medellín y, por último, a Turbo, la ciudad que más migrantes de paso concentra en Colombia, especialmente después de que en los últimos meses Panamá, Costa Rica y Nicaragua reforzaron sus controles fronterizos.
Según Migración Colombia, entre el 1 de mayo y el 16 de junio, 1.107 migrantes irregulares fueron detectados en Turbo y Capurganá, una playa próxima a Panamá. De estos, 50% son de Haití y 15% de Cuba. El resto se reparte entre africanos (26%) y asiáticos (9%).
Sin embargo, el viaje de de Cuba a Estados Unidos podría quedar ahí. Las autoridades no permiten que los migrantes salgan de este puerto de 163.000 habitantes, que es epicentro de la producción bananera en Colombia, pero también del narcotráfico y del lucrativo tráfico de personas, un negocio que según la ONU generó en 2009 unos 6.600 millones de dólares por el tráfico de unos tres millones de migrantes de Latinoamérica a Norteamérica.
Desde Turbo, el periplo --si es que logran completarlo-- se vuelve casi imposible: la única opción es meterse en la tupida selva del Darién, a merced de los coyotes que los guían y de los narcotraficantes que controlan la zona, y a riesgo de padecer enfermedades, hambre y sed.
Esto, siempre y cuando, logren salir de esa bodega en Turbo, donde los 500 cubanos viven hacinados en deplorables condiciones de salubridad junto a un enfermo de zika y otro con hepatitis B.
Muchas veces las autoridades rescatan cuerpos en el mar y el viaje de Cuba a Estados Unidos termina en una tumba con la inscripción NN que Evelio Cortés, el sepulturero den el cementerio de Turbo tiene que llenar con el cuerpo de algún migrante: "No se sabe si se ahogaron o fueron asesinados. Lo que sé es que los espero aquí, para enterrarlos descompuestos".
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— El Comercio (@elcomercio) 30 de junio de 2016
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