(Foto:AFP)
Colombia
Redacción EC

Todos merecemos una " segunda oportunidad", sin duda alguna, pero este es el lema escrito en una pared a las afueras de la cárcel de mujeres San Diego, ubicada en el centro histórico de Cartagena, una de las ciudades colombianas con más afluencia de turismo, además, por su pasado histórico encerradas por sus murallas, donde paradójicamente estas fueron construidas para defender a sus pobladores de los ataques por parte de piratas ingleses a finales del siglo XVI.

Sin embargo, caminar por sus florecidas calles y arquitectura colonial con su intenso sol es fácil pasar por desapercibido y no imaginarte encontrar un lugar tan atípico pero tan encantador con sus profundas historias como es el restaurante Interno, donde las personas que cocinan y atienden son las reclusas de San Diego, a quienes solo les basta cruzar dos puertas de seguridad y un telar para pasar de una realidad a otra. Es así, dice Arleth Martinez -presa por extorsión- la cual tiene como ceremonia besar las fotos de sus dos hijos antes de ir a trabajar y poder tener la fortaleza de dar lo mejor frente a los comensales.

No todas las reclusas trabajan allí, solo las que quieren rebajar sus penas aprendiendo algún oficio, para que, cuando terminen sus condenas, puedan tener otra clase de vida en la sociedad. Algunas están allí por tráfico de drogas, rebelión y algunas hasta con penas tan largas que lo único que les queda es ocuparse para tener su mente distraída pero finalmente son seres humanos, que, sin duda alguna, han cometido errores y merecen otra segunda oportunidad.

Fuente: GDA/La Nación

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