La profesora, bastante joven, iba bien vestida, con un abrigo largo y falda, y llevaba el pelo cubierto con un pañuelo blanco.
No quiso que la identifique porque podría ponerla en problemas. Trabaja en una escuela en Qaboun, suburbio de Damasco controlado por una facción rebelde leal al Ejército Libre de Siria.
El verano pasado, conseguí cruzar desde la zona controlada por el gobierno para encontrarme con ellos.
Los mandos eran musulmanes piadosos y barbudos que dijeron que condenaban la brutalidad de los yihadistas.
Dijeron que estaban preparados para morir en la lucha por destruir al presidente Bashar al Asad y su régimen, y para construir un Estado a imagen y semejanza de la Turquía del siglo XXI, bajo un gobierno de orientación islamista.
Dos bombas cayeron sobre la escuela la semana pasada durante el descanso de la mañana.
15 estudiantes que habían salido al patio a jugar murieron y otros sufrieron graves heridas.
La profesora dijo que no sabe quién lanzó las bombas. Como muchos sirios, está disgustada con el comportamiento de todos los bandos en la guerra.
"El presidente Asad debe dejar a los niños fuera de esta guerra. Tiene que parar de bombardear escuelas, pero ambos lados deben dejar de atacar a los niños", opinó.
MUERTOS Y EXILIADOS
¿Hay alguna forma de acabar con la guerra en Siria? De momento, no. Y tampoco parece que en el futuro próximo.
Casi 200.000 personas murieron desde el inicio del conflicto, según estimaciones de la ONU.
Cerca de 11 millones de sirios, lo que viene a ser la mitad de la población, se han visto obligados a dejar sus casas.
De ellos, más de tres millones abandonaron el país.
Un año después del inicio del conflicto, los enemigos del presidente Asad esperaban que la guerra acabase con el rápido colapso del sistema que el padre del presidente estableció en 1970.
Los presidentes de Túnez, Egipto y Yemen se habían visto forzados a dejar sus cargos. En Libia, Muammar Gadafi había sido ultimado.
El presidente Asad nunca fue tan impopular como los líderes depuestos en 2011, pero muchos sirios estaban hartos de la represión y la corrupción.
Asad tenía enemigos. Al principio, los manifestantes pidieron reformas, que el presidente decía que iba a realizar, pero nunca cumplía sus promesas.
Algunas veces los manifestantes acababan recibiendo un disparo de las fuerzas de seguridad.
Pero Asad ha sobrevivido, y esto hubiera sido imposible sin cierto apoyo popular.
DINOSAURIOS
Para sus defensores, y para otros que solo querían una vida tranquila, la llamada "Primavera Árabe" ha sido una broma cruel.
Hace seis semanas, el ejército sirio recapturó Adra, un pueblo satélite a las afueras de Damasco.
Muchos defensores del presidente vivían allí, la mayoría funcionarios que recibieron casas baratas del gobierno.
Adra resultó muy perjudicada en la batalla para expulsar a la coalición de rebeldes armados, dominados por el Frente Nusra, afiliado de al Qaeda.
Mohammad Raja Mahawish, supervisor de obras de 40 años, estuvo retenido en el sótano de su bloque de apartamentos con su mujer, sus hijos y otras 60 personas durante 22 días después de que los rebeldes capturasen la ciudad hace casi un año.
Mohammad Raja Mahawish
De pie en la habitación donde vivió como si fuese un prisionero, Mahawish condenó los levantamientos de 2011.
"La Primavera Árabe", dijo, "se utilizó para engañar a la gente y causó muchos problemas en nuestro país", añadió.
"Los propietarios perdieron sus casas, también los dueños de las fábricas, gente que soñaba con un futuro mejor para sus hijos, buenas escuelas, universidades, bodas…"
"Ahora, todo esto se acabó", añadió.
"Durante estos tres o cuatro años, nos han llevado de vuelta a la era de los dinosaurios", dijo Mahawish.
Incluso los dinosaurios, opinó, eran más civilizados que los rebeldes. Antes de dejar Adra con su familia y vecinos, el Frente Nusra y sus aliados habían impuesto un reino del terror.
"Imagínate una situación en la que en cualquier momento alguien puede matarte a ti, a tus hijos y a tu mujer, o violarla".
RESISTENCIA
El presidente Asad ha tenido algunos malos momentos. Ha perdido el control de grandes franjas del país. Pero su régimen se ha mostrado sorprendentemente resistente.
Ha tenido apoyo militar, diplomático y financiero de Irán, Rusia y el movimiento libanés Hizbolá.
Igual de importante para la supervivencia de Asad ha sido mantener el apoyo de la mayor parte de las minorías sirias y una mayoría suficiente de musulmanes sunitas.
Esto le ha ayudado a captar la lealtad de gran parte de las fuerzas armadas, otro factor crucial.
En los primeros años se predijeron grandes deserciones, pero nunca ocurrieron.
En el laberinto de pasajes, caminos llenos de bolsas de arena y sótanos destrozados en el frente de Damasco, los soldados sirios, endurecidos por la batalla, luchan una guerra de erosión contra los rebeldes armados.
El capitán Yaroub Issa, comandante de una unidad de fuerzas especiales, recita los lugares donde ha estado: año y medio en Idlib, Khan el Asal y Aleppo durante siete meses, y en los suburbios de Damasco en los últimos 16 meses.
Capitán Yaroub Issa
Los soldados repiten los lemas del régimen.
Un hombre en ropa de combate con una balaclava negra, de guardia en un agujero a unos 10 metros de posiciones rebeldes, culpó a una conspiración extranjera de los problemas de Siria, igual que hace el presidente Asad.
"El país iba bien", dijo. "Su objetivo es, simplemente, dividir Siria en partes para ayudar a Israel. Estamos en contra de este plan y esta conspiración. Resistiremos hasta nuestra última gota de sangre".
Desechó mis palabras cuando le dije que me había encontrado con rebeldes que dicen que luchan por una vida más libre.
"Esta gente ha sido engañada. Les han lavado el cerebro bajo el velo de la religión, y lo utilizan como coartada".
Lo que importa no es si lo que dice es o no verdad, sino que Yaroub Issa y otros soldados creen lo suficiente en el régimen como para estar preparados, en el cuarto año de guerra, para luchar hasta la muerte si hace falta.
YIHADISTAS
Muchos de los oficiales sirios que he conocido son alawitas, de la secta del presidente. Pero en todas las unidades hay también sunitas.
El régimen se ha mostrado más fuerte de lo que muchos esperaban. Pero otra razón de esta larga guerra es la desunión de los rebeldes.
Nunca ha existido una alianza efectiva e influyente de rebeldes laicos e islamistas moderados.
Culparon a los países occidentales de no darles el apoyo suficiente, pero nunca fueron capaces de elaborar un discurso coherente para atraer a los millones de sirios atrapados en sus propias luchas personales para sobrevivir a la guerra.
El mensaje de Asad ha sido consistente. Desde el principio dijo que la rebelión en su contra era una conspiración extranjera, una alianza cínica de yihadistas y amigos de Israel que querían destruir el Estado sirio por atreverse a desafiarlos.
La versión del presidente fue rechazada y ridiculizada por los países que pedían su destitución, incluido Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Arabia Saudí.
Pero a medida que los grupos yihadistas empezaron a dominar la lucha contra el régimen, el argumento de Asad de que los sirios debían elegir entre su régimen laico y los radicales extremistas se volvió más convincente dentro del país.
La oposición al régimen dice que Asad trabajó desde el principio para crear una encrucijada en la que los sirios debían elegir entre el régimen y los yihadistas, una realidad que él dice que existía desde el principio de la guerra.
Su método, dicen los enemigos de Asad, fue luchar contra los rebeldes más moderados y no ejercer presión sobre los yihadistas, primero al-Qaeda y ahora el grupo que se autodenomina Estado Islámico.
La ONU tiene otro plan para el alto el fuego, pero está en una fase muy preliminar. Intentos diplomáticos para parar la guerra, o incluso ralentizarla, han fracasado.
Las conexiones de siria con el resto del Medio Oriente y las rivalidades entre los grandes poderes, no dejaron espacio para la diplomacia.
Todos sus vecinos se han involucrado, de una forma u otra. Una de cada cuatro personas en Líbano es, en la actualidad, un refugiado sirio.
La guerra se ha juntado con una renovada guerra sectaria en Irak.
Las potencias regionales están involucradas, Irán a favor del gobierno, Arabia Saudí en contra.
Los rusos apoyan a Assad, y los estadounidenses, que ahora bombardean a los yihadistas, están en contra.
La guerra cambia, va tomando una forma todavía más grotesca, pero no da señales de que vaya a acabar pronto.