Apuntando al bicentenario, por Ernesto Cavassa
Apuntando al bicentenario, por Ernesto Cavassa

Ha pasado casi desapercibido el mensaje de la Conferencia Episcopal Peruana con ocasión de las próximas elecciones dado a conocer el 10 de febrero, Miércoles de Ceniza e inicio de la Cuaresma.

Como corresponde a este tiempo litúrgico, los obispos llaman a todos los peruanos, independientemente de su adscripción religiosa, a un proceso de reflexión que coloque el escenario electoral en otra dimensión. Nos invitan a mirar más lejos y más hondo. Conviene presentar, pues, este importante y oportuno documento.

El mensaje menciona en dos oportunidades un hito histórico: el bicentenario de la República. En el primer párrafo, recuerda la importancia de este acontecimiento: en estas elecciones nombraremos a quienes nos guíen a ese aniversario. 

En el ultimo párrafo, los obispos nos llaman a elegir a representantes “que sean dignos” de prepararlo. ¿Quiénes no lo serían? “Los postulantes corruptos y los oportunistas” que el texto nos pide descartar, al tiempo que nos ofrece “criterios éticos” para una buena elección a partir de la calidad de los candidatos y sus propuestas. 

Una frase del papa Francisco resume el perfil de político a elegir: “A quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres” (“Evangelii gaudium”, 205).

El mensaje toma como punto de partida el modo como se viene desarrollando el actual proceso electoral y expresa algunos signos que producen “tristeza y perplejidad”, así como “escepticismo y desconfianza”: el cuestionamiento de los principales líderes, la improvisación y el pragmatismo en la formación de las listas, la corrupción imperante en el sistema político, etc. 

A ello asistimos todos los días a través de los medios de comunicación. El mensaje resume el panorama en una frase: padecemos “una grave crisis de representación política”.

El documento, sin embargo, nos invita a mirar más hondo: “La pregunta clave en este momento es qué sociedad queremos construir para que los hombres y mujeres, los jóvenes y niños puedan crecer y vivir en paz y con igualdad de oportunidades, sintiéndose seguros y respetados en su dignidad, sin discriminaciones, y habiendo desterrado los persistentes índices de pobreza, informalidad y desigualdad educativa que frenan nuestro desarrollo”. 

Los obispos relacionan explícitamente este planteamiento con la pregunta crucial que el papa Francisco lanza a todos los seres humanos en su reciente encíclica: “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?” (“Laudato si”, 160). 

El Papa nos recuerda que la crisis actual no es solo ambiental, social o política. Es una crisis ética, de valores, a base de los cuales necesitamos construir la sociedad que queremos. 

El mensaje prioriza la búsqueda del “bien común”. La actividad política, según la enseñanza social de la Iglesia, se orienta a él. 

En ese contexto, el texto plantea, a modo de preguntas, seis temas a los candidatos: 1) institucionalidad social e informalidad, 2) comportamiento ético ante la corrupción, 3) inseguridad ciudadana, 4) desarrollo económico integral y sostenible, 5) representación política democrática, 6) mayores niveles de justicia y equidad en todos los ámbitos de la vida humana. 

El “bien común” deja, entonces, de ser un valor abstracto al concretarse en estos seis temas planteados, que, sin ser exhaustivos, nos indican la preocupación de los pastores en vistas a un verdadero desarrollo nacional. 

El documento indica un triple llamado final: a votar según “criterios éticos” (que, por lo demás, ya han sido expresados en pronunciamientos anteriores); “a ejercer el derecho a supervisar y vigilar a nuestros representantes antes, en y después del acto electoral”, como muestra de una sociedad democráticamente madura y, finalmente, en un llamamiento dirigido especialmente a los cristianos, a no rehuir el compromiso político sino a involucrarse en él. Eso sí, “desde una actitud de servicio al bien común, propia de los valores evangélicos”. 

Recordemos que para Francisco, como para Paulo VI, “la política es la mayor expresión de la caridad”, porque se orienta, precisamente, al bien común. Eso significa hacer realidad lo que pide el Concilio Vaticano II: “quienes son o pueden llegar a ser capaces de ejercer ese arte tan difícil y tan noble que es la política, prepárense para ella y procuren ejercitarla con olvido del propio interés y de toda ganancia venal” (“Gaudium et spes”, 75). Estamos aún muy lejos de ello. De allí que los obispos llamen a todos a “rehabilitar la democracia y la política desde la ética”. Este llamado puede ser el mejor programa político para celebrar el bicentenario con dignidad.