El jueves 18, el papa Francisco publicó la encíclica “Alabado sea” (“Laudato si”), con reflexiones sobre el cambio climático y la relación del hombre con la vida en el planeta. El texto, disponible en la página oficial del Vaticano, nos invita a asimilar una revolución ética personal y cultural como alternativa para reducir la velocidad del cambio climático a niveles seguros. Es decir, evitando colocar en riesgo la base de recursos que sustentan la paz, la soberanía, la democracia y la biodiversidad que sostiene la vida en el planeta, tal como la conocemos.
El documento, además de argumentos de naturaleza filosófica y teológica que van más allá de la religión católica, ofrece bases científicas para ilustrar el mensaje que debemos trabajar en todos los niveles de la sociedad y, principalmente, a escala personal y familiar, para integrar prácticas más responsables de consumo. Sin embargo, la encíclica critica con argumentos sólidos los poderes políticos y económicos de los países “ricos” por diseminar un modelo de desarrollo irracional que contribuye a la destrucción del planeta. No menos responsables somos los países en desarrollo por adoptar estos modelos indiscriminadamente.
La encíclica tiene una importancia fundamental, muy independientemente de su doctrina religiosa. Este documento surge con el deseo de unir dos grandes fuerzas del mundo: la fe y la razón. El cambio climático tiene, en estas dos fuerzas, un importante aliado, pudiendo influenciar sea por la vía de la razón o de la fe a importantes esferas de la sociedad, en un movimiento que exija compromisos inmediatos y verificables para reducir las emisiones de CO2, responsables del cambio climático. Vale recordar que el 17% de la población es o se identifica con la religión católica.
Cuando se trata de reconocer los problemas y las causas del cambio climático, el pontífice se muestra naturalmente comprometido con valores que van más allá de intereses inmediatos asociados a fuerzas políticas o económicas, como estamos lamentablemente acostumbrados a escuchar de los líderes que nos representan.
El papa Francisco se muestra como un líder conciliador e independiente, convocándonos con fundamentos racionales a conocer el problema y apelando a su propia fe, tanto como a la nuestra, para que seamos capaces de entender el tamaño de la crisis por la que navegamos y, sobre todo, tener la actitud necesaria para proteger nuestra casa común (el planeta Tierra). Francisco, empleando la posición de destaque que ha conseguido cultivar dentro del mundo católico y fuera de él, colabora en la construcción de una imagen más consistente sobre los riesgos del calentamiento global, buscando en cada uno de nosotros un aliado.
Está comprobado que la felicidad no se alcanza apenas con el aumento de nuestra renta. Se sabe que las personas que practican la solidaridad y trabajan, al mismo tiempo que participan en actividades que buscan el bienestar común, son más felices. El calentamiento global es un tema de interés colectivo y es necesario que hagamos algo al respecto, no apenas porque sentimos miedo. Haciendo nuestra parte y siendo solidarios con la Tierra, lo peor que nos pueda pasar es que seamos más felices.