Lo falso y lo peligroso del proyecto de ley

Omar Awapara

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“Con mi ONG no te metas”

Alejandro Muñante

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Alejandro Muñante

Lo falso. Las no le rinden cuentas a nadie. En el mundo de las ONG y las asociaciones de la sociedad civil pasa lo mismo que en el mundo empresarial o, en general, en el Perú. Un pequeño sector formal convive con un gran sector informal.

Para aquellas organizaciones ya inscritas en la Agencia Peruana de Cooperación Internacional (APCI) y que forman parte del universo de la cooperación internacional, la información sobre el origen de los fondos, el uso de esos fondos y la rendición de esos fondos está en manos de la APCI. Y, al detallado escrutinio local de la Sunat y del Ministerio del Trabajo y Promoción del Empleo, se suman las auditorías por proyecto e institucionales de cada agencia que financia actividades.

No es correcto, entonces, afirmar que no hay transparencia y fiscalización porque, para las formales, las hay y de sobra, con mecanismos de control y supervisión de toda actividad y de todo ingreso. Sobre todo porque así lo exige la propia cooperación internacional.

Lo peligroso. El control político sobre voces disonantes. Las ONG, en sus distintos campos de acción, pueden ser una fuente de incomodidad para el poder, incluyendo el ‘activismo político’, término ambiguamente introducido en el proyecto de ley. Cuando se pretende determinar que los fines de una ONG no deben “atentar contra las leyes, el orden público, la defensa nacional y las buenas costumbres”, se deja en manos del gobierno de turno la decisión de establecer qué se entiende por cada término. Así, se podría sancionar a una institución que aboga por la meritocracia en la educación y denuncia una ley que dispone la reposición de maestros no calificados, por ejemplo. O a otra asociación que quizás esté abocada a la lucha contra la pobreza y la injusticia social, y busque a empoderar a las mujeres en el camino, lo que podría ir en contra de las “buenas costumbres” para un gobierno reaccionario.

En general, de aprobar esto, abriríamos la puerta para que un gobernante radical acabase con la libertad de asociación (eclesiástica, empresarial, civil), usando la ley, en defensa de lo que sea que se considere amenazante para entonces.