“Lima ha recorrido el camino inverso de las grandes ciudades del mundo, que tienen pocos distritos".
La idea de organizar Lima en cinco unidades territoriales de gobierno busca lograr mayor articulación en la gobernanza ciudadana, así como la creación de nuevas instancias políticas que permitan reorganizar e impulsar el desarrollo de los espacios urbanos en una metrópolis fraccionada.
Bajo la idea del bien común, esta propuesta legislativa es un primer paso para asumir que Lima Metropolitana no solo es una arena política, o una entelequia presupuestal, sino, principalmente, un sistema de redes de intercambio social, comercial, y una continuidad espacial y formal que habitamos más de 10 millones de ciudadanos a lo largo y ancho de tres valles absorbidos por las tramas urbanas.
Hoy en día, la planificación y la gobernanza de Lima (y el Callao), fragmentada en 50 distritos, resulta inviable. De eso no hay duda. Lo padecemos todos los ciudadanos indistintamente y en diversos aspectos que van desde los menos tangibles, como la contaminación visual y auditiva, hasta los más apremiantes, como la seguridad ciudadana, pasando por el caos del transporte y la falta de áreas verdes, entre otros aspectos fundamentales para la convivencia urbana. En ese sentido, el objetivo de unificar los distritos de Lima para poder encontrar soluciones integrales a los retos y problemas de la ciudad se presenta como una posibilidad que abre un abanico de oportunidades para proyectos urbanos de alto impacto.
La idea de promover la urbanidad de forma equitativa tiene que hacerse de manera conjunta, con políticas, programas y planes urbanos integrados, coordinados en todos los niveles de gobierno y autoridades, así como con la participación ciudadana. No es necesaria la autonomía distrital cuando se entiende que el espacio urbano que compartimos es uno solo (la metrópolis), y que cada decisión para mejorar la convivencia ciudadana se basa en proyectos pensados integralmente.
La autonomía distrital pareciera haber sido diseñada para contextos “rurales”, donde los “distritos” tienen pequeños poblados aislados que no comparten continuidad urbana. En ese sentido, se hace urgente e indispensable una nueva gobernanza que sostenga el espacio urbano, que articule de forma política y normativa los actuales distritos de Lima, e incluso se incluya al Callao, que está impermeabilizado por la figura del gobierno regional. A mayor integración y equidad en la ciudad, mayor será el éxito de las intervenciones urbanas para la sociedad. De la pandemia debemos aprender que el bienestar de uno es el bienestar de todos.
Por el momento, Lima ha recorrido el camino inverso de las grandes ciudades del mundo, que tienen pocos distritos. Las posibilidades de que el próximo Plan de Desarrollo Urbano de Lima sea capaz de ordenar y priorizar las obras de infraestructuras para el saneamiento y la movilidad, la dotación de áreas verdes, la creación y recalificación de suelo urbano para vivienda colectiva y usos mixtos, la protección del patrimonio construido y la creación de espacios públicos recae en las formas de gobernanza de la ciudad. Con la configuración actual es casi imposible que pueda tener éxito. La propuesta de unidades territoriales puede ayudar a crear el espacio y las herramientas para mejorar la ciudad en pro del bien común.
“Lima no requiere un solo alcalde, ni ser el coto de un grupo de burócratas, ni un absurdo centralismo político sino, precisamente, todo lo opuesto”.
Debo confesar que muchos años atrás pensaba que un solo alcalde en Lima lograría generar el desarrollo de la ciudad y, sobre todo, de los vecinos de nuestra metrópoli.
Han pasado casi cuatro años desde que soy alcalde de un distrito limeño, mi querido San Isidro, y desde que me imbuí profundamente en la gobernanza y el desarrollo de mi distrito, mis vecinos y la necesidad de conocer con mucho detalle los grandes problemas, pero sobre todo las enormes posibilidades de todos los distritos de Lima Metropolitana, estoy convencido de absolutamente todo lo contrario. Lima no requiere un solo alcalde, ni ser el coto de un grupo de burócratas, ni un absurdo centralismo político sino, precisamente, todo lo opuesto. Lima, la metrópoli más importante del Perú, requiere lo que todo el país necesita y exige: una verdadera descentralización, para crear más y mejores ciudades y, sobre todo, más y mejor ciudadanía.
Ahí es justamente donde radica el meollo del asunto, la identidad que necesitamos los limeños para con nuestra metrópoli requiere lo que es el alma de la democracia; más y mayor participación, porque los municipios son, sin ninguna duda, el núcleo básico de la democracia. En estos, los ciudadanos aprendemos a participar y a gobernar; miles de regidores y cientos de alcaldes en todo Lima en los últimos 40 años de gobiernos municipales democráticos han logrado transformar la ciudad y, si bien no hemos aún convertido a todo Lima en una ciudad consolidada, estamos en el camino correcto hacia ello.
En ese propósito es imprescindible que los 42 alcaldes distritales se conviertan en los regidores de la alcaldía metropolitana y sustituyan a los 41 regidores que tiene la Municipalidad de Lima, que son una especie de cúpula dorada que llega con el alcalde de Lima y que en su mayoría no conocen ni están comprometidos con todos los distritos de Lima, sus necesidades y, menos, con sus anhelos.
Existe un proyecto de ley y una equivocada visión de Lima y del Perú que pretende desaparecer los distritos y tener un solo alcalde para los 10 millones de limeños y un subalcalde por cada dos millones de nosotros. Esa es, en mi modesta opinión, pero en base a mi experiencia como alcalde y mi absoluto compromiso con el bien común, una visión miope, centralista y absolutamente ignorante de lo que Lima y el Perú requieren y reclaman casi a gritos: más participación, más democracia y más ciudadanía. Estos son principios fundamentales para el desarrollo, la prosperidad y el progreso de los pueblos del Perú y de los peruanos.