Sonia del Águila

Hubo un tiempo en el que Adrián Bello se sintió solo y temeroso, sin un rumbo claro ni la certeza de su propio valor. La música se convirtió en su refugio, el espacio donde por fin podía ser escuchado y apreciado. Sin embargo, al terminar sus primeros conciertos, el entusiasmo se desvanecía y daba paso a la soledad. “Después de la montaña rusa, venía el bajón”, recuerda. Hoy, su historia es diferente. Encontró en la calma de su hogar y la compañía de su pareja, la paz que antes parecía inalcanzable. “Ese es el verdadero éxito para mí”, afirma.

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