La década de los 70 fue infausta para la libertad de prensa en las Américas, una época en la que los periódicos y el periodismo independiente del continente confrontaron la defensa de su misión con expresiones de poder de diversa naturaleza: golpes de Estado, dictaduras, autocracias, levantamientos armados de facciones guiadas por ideologías radicales.
La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) acompañó a periodistas y editores de la región latinoamericana que debieron plantar cara en favor de la democracia y las libertades ante expresiones violentas. Una batalla crucial fue librada en el Perú, antes y después de una fecha marcada a hierro en la historia del periodismo mundial.
El 27 de julio de 1974 –hoy se cumplen 50 años–, la dictadura militar de Juan Velasco Alvarado tomó una de las decisiones más controvertidas que se puedan imaginar cuando un pueblo busca vivir en democracia: despojó a sus propietarios, editores y periodistas de los diarios nacionales El Comercio, “La Prensa”, “Última Hora”, “Correo” y “Ojo”. Y, con ello, despojó a la sociedad peruana de su derecho a saber. En esa época se hallaba al frente de El Comercio uno de los más grandes periodistas de la segunda mitad del siglo XX: Alejandro Miró Quesada Garland –expresidente de la SIP–. Entre las frases que hizo famosas a lo largo de décadas, conservo esta: “La libertad de prensa, expresión y opinión es el árbol frondoso bajo el cual se cobijan las demás libertades”. Este principio conservó validez aun cuando el hacha de un tirano buscó talar ese árbol.
La alerta por la posibilidad del despojo contra sus instalaciones había sido levantada por el diarismo peruano y secundada por la SIP desde el golpe de Estado de Alvarado en 1968. En 1969 condenamos juntos el llamado Estatuto de Libertad de Prensa, que significó un quiebre en las relaciones entre el gobierno y los medios de comunicación. A la fecha del despojo, en 1974, había incautado también los diarios “Expreso” y “Extra”, y mantenía bajo control la radio y la televisión. Los periodistas independientes eran perseguidos y a los medios se los maniató con prohibiciones para importar insumos y discriminándolos con la publicidad oficial.
Velasco colocó a intelectuales orgánicos al frente de las instalaciones, pero de inmediato se impuso una atmósfera de censura, autocensura y obsecuencia a la figura del dictador. El presidente de la SIP de entonces, Robert Brown, de la revista “Editor & Publisher”, de Estados Unidos, pidió a los periodistas y directores de medios de todo el continente reunidos durante la asamblea general de la SIP en Caracas, en octubre de ese 1974: “Regresen a sus países y publicaciones, y revivan su campaña editorial de condena al gobierno del Perú, así como a todos los demás gobiernos militares que destruyen la libertad de manera similar”.
Previamente, el 5 de agosto de 1974, la SIP envió una misión de inspección internacional al Perú, conformada por los directores de los diarios “La Nación” de Costa Rica y “El Nacional” de República Dominicana, Guido Fernández y Rafael Molina, respectivamente. En un informe impecable, reportaron: “Periodistas y medios independientes están sometidos a presiones judiciales, policiales y financieras”.
El Comercio fue devuelto en 1980 a sus legítimos dueños, a su genuina comunidad periodística y a la sociedad peruana. Ese año, Alejandro Miró Quesada Garland y Aurelio Miró Quesada Sosa –cuya memoria seguimos honrando– asumieron conjuntamente la dirección y alentaron un nuevo florecimiento del periodismo peruano.
“La gente ayuda a los periodistas y a los periódicos que representan algo positivo y están al servicio del país”, solía decir también don Alejo. El periodismo prevalecerá mientras ponga al centro de su trabajo a la comunidad a la que busca servir.