El 14 de mayo salí a correr, asombrada por mi nueva libertad. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades acababan de aprobar que los vacunados no usaran mascarillas al aire libre.
De repente fue más fácil imaginar un futuro sin el COVID-19. Teníamos un presidente firmemente comprometido con la erradicación del virus. Y el 4 de julio, aunque con salvedades, el presidente Joe Biden anunció: “Hoy estamos más cerca que nunca de declarar nuestra independencia de un virus mortal”.
Todos sabemos lo que sucedió a continuación: a las pocas semanas de esos comentarios, los casos aumentaron, las UCI se desbordaron y se nos recordó una vez más el poder del COVID-19.
Que el SARS-CoV-2 puede estar con nosotros para siempre es un pensamiento oscuro. Pero tirar de esa palanca mental puede ser justo lo que necesitamos para organizarnos de manera efectiva a largo plazo, mejorar drásticamente nuestra respuesta a una pandemia e incorporar salvaguardas en nuestra vida cotidiana.
En lugar de debatir cómo poner fin a la pandemia, debemos debatir cómo vivir con ella. Pero, ¿cómo podría ser el futuro con el COVID-19 aún presente?
Algunos expertos con los que hablé parecen desconfiar de los pronósticos sobre la duración de la pandemia. Pero otros imaginan oleadas estacionales de COVID-19 parecidas a una gripe, acompañadas por un elevado número de muertos. Eso podría llevarnos a usar mascarillas estacionalmente, obtener una vacuna anual a medida que nos acercamos a los meses de invierno y realizar mejoras continuas en la ventilación de los espacios públicos.
En ese escenario, nuestras vidas no volverían a la normalidad prepandémica. Por el contrario, el cambio más grande en nuestra nueva normalidad podría ser una creciente aceptación social de las medidas de protección. “La gente no es estúpida”, afirma el Dr. Jeffrey Duchin, jefe de la sección de Enfermedades Transmisibles, Epidemiología e Inmunización para la Salud Pública de Seattle y el condado de King. “Aceptarán la realidad”.
Pero es importante señalar hasta qué punto ha cambiado nuestra definición de la realidad en los casi cuatro meses transcurridos desde el esperanzador discurso del presidente Biden. “Nadie está tratando de erradicar el COVID-19 del planeta”, sostiene la Dra. Dara Kass, profesora asociada de medicina de emergencia en el Centro Médico de la Universidad de Columbia. “Si ese era un objetivo, ya no lo es en este momento”. En cambio, afirma, “estamos tratando de eliminarlo de ser una fuerza rectora en nuestras vidas”.
Para hacer eso, tenemos que enfrentar los hechos: parece que el COVID-19 va a quedarse con nosotros para siempre.
–Glosado, editado y traducido–
© The New York Times
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