Elecciones: el Perú en movimiento, por Eduardo Gastelumendi
Elecciones: el Perú en movimiento, por Eduardo Gastelumendi

El proceso electoral nos tiene movidos. Las elecciones han provocado inquietud y también un gran interés, principalmente entre los jóvenes. Hace tiempo no se veía una participación popular tan activa en redes sociales y en las calles. Hay, pues, un saludable movimiento en nuestro país, al que podemos darle la bienvenida. Por supuesto, también inestabilidad. Y aunque no podemos saber con certeza en qué dirección estamos yendo, confiamos en que se trate de una evolución. 

Tal como sucede en momentos en que un individuo entra en una crisis personal, situaciones políticas como la actual resquebrajan las actitudes sociales habituales y permiten ver lo que normalmente está oculto: fragilidades, temores y deseos. El peruano involucrado políticamente sufre y goza con el proceso electoral. Sin embargo, el gozo se parece al de un niño o un adolescente que quiere ganar a toda costa, y su sufrimiento a la rabia por perder o al temor a ser engañado una vez más. 

El proceso electoral devela así una sociedad con una emocionalidad aún inmadura, con una severa dificultad para siquiera imaginar la lógica de la posición contraria a la propia y con una desconfianza rayana con la paranoia. De ahí los violentos ataques a quienes sostienen una situación contraria a la propia. 

Puede argumentarse que la psicología de masas es siempre así: primitiva, emocional, irracional, cambiante y radical. A pesar de ello, nos corresponde pensar en nuestra psicología. Da la impresión de tratarse de una estructura mental rígida y temerosa, con escasa capacidad de diálogo y con una tendencia a realizar ataques personales más que a la confrontación de ideas, actividad que requiere de una mayor tolerancia a la tensión e incertidumbre y una mayor capacidad de expresión. 

En relación con el propio proceso electoral, podemos plantear de manera esquemática que la primera vuelta electoral se definió entre dos modelos que, colocados en posiciones polares, serían: uno más competitivo y generador, otro más solidario y distributivo. Cada uno con sus aspectos positivos y negativos, y con representantes políticos más preparados y equilibrados y también con otros más irracionales y desbordados. 

En la no tan cercana segunda vuelta aparece otra polaridad: un grupo que representa una posición más democrática y otro que representa una actitud más autoritaria, si consideramos sus antecedentes, sus declaraciones públicas y también el imaginario popular, donde el autoritarismo, parodia de la autoridad genuina, tiene arraigo y prestigio.

Por otro lado, debemos considerar a los propios candidatos, a quienes hemos visto esforzarse hasta sus propios límites para atraer la simpatía de la población. ¡El poder ha de ser muy dulce para merecer un sacrificio así! O quizá sea muy grande su deseo de servir al país. Lo creo posible, deseable y necesario. Sea como fuere, los candidatos son blancos perfectos para recibir las proyecciones inconscientes de todos nosotros. Por eso se les defiende con la pasión que despiertan los sueños propios o se les denigra de la manera más radical y absoluta, ya que se ve en ellos la fuente de los temores, angustias y desprecios más profundos. 

No debemos perder de vista que esta es la cuarta elección nacional sin interrupciones. Esta continuidad de la alternancia en el poder es fundamental para la construcción de la nación peruana y para el desarrollo paulatino de una actitud interior, individual y colectiva, más democrática. Recordemos que la democracia no es un proceso natural sino un logro de la cultura y que mantenerla requiere de trabajo, cuidado y participación ciudadana activa.