Al señalar que Estados Unidos no contaba con una estrategia para enfrentrar el extremismo del Estado Islámico, Barack Obama demostró, una vez más, sus falencias en materia de política exterior.
A diferencia de lo que podría señalar un congresista republicano, esta compleja situación no se arregla solamente mediante acciones de orden militar, sino demostrando liderazgo y conocimiento de todos los caminos posibles para enfrentar una amenaza que recuerda lo sucedido el 11 de setiembre del 2001. Además, si consideramos que el terrorismo es una prioridad para la política exterior estadounidense hace más de una década, y el Estado Islámico es hoy su principal exponente, es un terrible error carecer de una estrategia o, por lo menos, hacer pública esta debilidad.
Así, es importante que el presidente Obama comience a enmendar esta equivocación. Construir una coalición que incluye a diez países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es un primer paso. Para Estados Unidos, es fundamental no ser percibido como una potencia imperialista: cualquier intervención debe estar respaldada por una coalición de países, mucho más amplia mejor, más aun en caso de tener que emprender acciones con una implicancia mayor.
Pese a lo señalado, si bien esta coalición busca realizar operaciones conjuntas, se ha subrayado que no se enviarán tropas al terreno. Esto deja como principales líneas de acción a la cooperación con las fuerzas que operan en Iraq y a los ataques vía aérea. Tratándose de este último, seguramente deberá significar pasar de un accionar inicialmente humanitario o defensivo a uno de carácter ofensivo, similar a lo que viene realizando Estados Unidos en Afganistán y Pakistán contra las fuerzas del talibán.
Lamentablemente, el Estado Islámico ha desbordado las posibilidades de los ejércitos locales, por lo que para derrotarlo será necesario más que una simple asistencia militar. Por su parte, los ataques aéreos contra enemigos de las características del Estado Islámico no suelen ser muy eficaces para acabar con este tipo de organizaciones, si ese es el objetivo. Como muestra bastan conocer los resultados de la lucha contra Al Qaeda y Al Shabab en Yemen y Somalia, respectivamente.
Además, enfrentarse al Estado Islámico no puede desconocer que es necesario también combatirlo en Siria, lo cual debería requerir un cambio en la política de la potencia mundial frente al conflicto en este país. Asimismo, cualquier estrategia debería establecer vínculos con Irán, los cuales ya parecen existir en el campo de batalla, así como mayor claridad acerca de cómo lidiar con las múltiples fuentes de financiamiento que permiten que el Estado Islámico siga teniendo acceso a recursos.
Luego de la fallida “Guerra contra el Terrorismo”, desarrollada durante el gobierno de George W. Bush, esta nueva estrategia de lucha contra el terrorismo aún es débil. En todo caso, el problema hoy es mayor que hace una década, pues no solo estamos frente a la necesidad de derrotar al Estado Islámico, sino impedir que sigan apareciendo grupos similares, cada vez con mayor capacidad operativa y hasta control territorial como no se había visto hasta ahora. No queda claro que Obama se encuentre considerando este último aspecto.