Hace unas semanas un amigo dio una presentación frente a un grupo de profesionales. Antes de comenzar hizo algo muy interesante. En primer lugar pidió que levantaran las manos aquellas personas cuyo padre o madre se había dedicado a la docencia. Varias decenas de manos, si acaso cientos, se levantaron. Acto seguido pidió que levantaran las manos aquellos con hijos o hijas dedicándose a la docencia o preparándose para ello. Solo algunas manos se levantaron, muy pocas.
Esto es sintomático de un par de cambios importantes que ha sufrido nuestra sociedad. Primero, cada vez son menos los jóvenes que ven la docencia como una opción profesional atractiva. Segundo, hoy en día son varios los profesionales que han sido criados en hogares de docentes. Sin embargo, para un docente actual es muy difícil aspirar a formar profesionalmente a sus hijos.
¿Qué ha pasado? Hemos descuidado la profesión docente. Noten que uso la primera persona del plural. Así, “hemos”. Es que la situación en la que nos encontramos debería entenderse como responsabilidad de todos. Todos somos votantes y no hemos sido capaces de poner en la agenda pública este tema como prioridad. Por lo mismo, caminar hacia la mejora de la profesión docente debería involucrar el compromiso de todos. Es hora de ponerla nuevamente en el lugar que no debió perder. Todas las sociedades que cuentan con sistemas educativos exitosos tienen una profesión docente que goza de prestigios muy bien ganados.
La buena noticia es que estamos en el camino correcto hacia la mejora de la profesión. Doy tres razones. Primero, continuidad. Tenemos continuidad de buenas políticas. El gobierno pasado promulgó una ley que el gobierno actual ha comenzado a implementar y esta introduce un nuevo conjunto de criterios de calidad a la carrera docente. Los ascensos y las mejoras laborales se van a dar sobre la base del mérito y no solo de la antigüedad o las conexiones como sucedía anteriormente. El desempeño del docente en el aula y los resultados de sus evaluaciones servirán de guía para su progreso.
Segundo, compromiso de los profesores. Los maestros del Perú, lejos de estar en una actitud hostigadora hacia la nueva carrera docente están asumiendo un rol importante dentro de ella. Entre el año pasado y este ya son cerca de doscientos mil los profesores que han participado en los primeros concursos de méritos dentro de la nueva carrera, con evaluaciones y mediciones de su desempeño en el aula. Como siempre sucede en los concursos, algunos han ganado y otros no. El cuerpo docente se ha apropiado de la meritocracia. De paso, esto nos habla también de una excelente capacidad de gestión del Ministerio de Educación. La Dirección General de Desarrollo Docente, que ha estado a cargo de estas evaluaciones, ha hecho una tarea encomiable.
Tercero, compromiso del Estado. En marzo pasado, a inicios del año escolar, el presidente de la República nos sorprendió con un gesto político sin precedentes. En un mensaje a la nación dedicado íntegramente al tema educativo se plantearon objetivos de mediano plazo para la mejora del sistema. Uno de ellos, precisamente, fue la mejora de las condiciones laborales de los docentes. Sobre la base de los méritos de los docentes, sus salarios se van a duplicar antes de llegar a nuestro bicentenario como nación. Más allá de la promesa, vemos que esto viene implementándose.
De esta forma podemos esperar que cada vez más los docentes den su mejor esfuerzo en la tarea diaria. También, cada vez más los jóvenes talentosos podrán ver la docencia como una buena opción profesional. Con mejores prácticas docentes no solo mejorarán los aprendizajes de nuestros estudiantes, sino que también se podrá inspirar a un mayor número de ellos para que en el futuro abracen la docencia. Esto puede generar un círculo virtuoso para las generaciones futuras.
Pero a estas tres razones de optimismo le hace falta una cuarta. Necesitamos el involucramiento de un agente de cambio fundamental: nosotros. Nuevamente, primera persona del plural, “nosotros”. Porque más allá de las buenas políticas educativas y los compromisos tanto del Estado como de los maestros; nosotros, los padres, estudiantes y miembros de la comunidad tenemos el poder de potenciar el cambio que sí está en nuestras manos.
Comencemos por apoyar el reconocimiento que la profesión docente merece. Todos hemos pasado por las aulas de algún profesor maravilloso. Actualmente existen poco más de cuatrocientos cincuenta mil docentes en la educación básica regular del país, dos tercios de ellos en colegios públicos y el tercio restante en privados, muchos de los cuales seguramente son también maravillosos. Reconozcamos a aquellos que, pese a la adversidad de las condiciones laborales y socioeconómicas actuales, son una especie de héroes modernos. Que mañana, Día del Maestro, nos sirva para hacer un reconocimiento importante a todos ellos.
Para cerrar, vuelvo a la imagen con la que comencé. Es que si yo hubiera estado en la conferencia de mi amigo, hubiese sido parte del grupo que levantó las manos ante la primera pregunta. Mi madre fue maestra de secundaria durante tres décadas. Gracias a eso he podido ver de primera mano los esfuerzos y sacrificios que demanda una carrera docente. Formar jóvenes es una tarea compleja. Con conocimiento de causa puedo asegurarles, tenemos una gran deuda con nuestros maestros. Una palabra o gesto de reconocimiento puede hacer una gran diferencia. El reconocimiento, económico y social, que nuestra sociedad debe dar a sus docentes necesita redimensionarse. Mientras tanto, yo también digo con entusiasmo: ¡Feliz día, maestros del Perú!