Estados Unidos y algunos de sus aliados han actuado decisivamente para excluir a Huawei de sus mercados nacionales; sin embargo, continúan ignorando la amenaza similar que representan Facebook y otros gigantes digitales estadounidenses. Los gobiernos democráticos ahora deben ser igualmente decisivos para enfrentar este peligro interno.
Huawei no solo es el mayor proveedor mundial de equipos de telecomunicaciones y el segundo mayor fabricante de teléfonos, también es el líder mundial en la construcción de redes 5G de ultra-alta velocidad, muy por delante de cualquier competidor estadounidense. Y, junto con algunas otras empresas chinas, Huawei suministra equipos de vigilancia a unas 230 ciudades de Europa occidental, Asia y África subsahariana.
La administración del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, acusa a Huawei de robar propiedad intelectual, cometer fraude y obstruir la justicia al evadir las sanciones estadounidenses contra Irán, y potencialmente usar su hardware y software incorporado para espiar para el Gobierno Chino. Por lo tanto, EE.UU. ha prohibido que las agencias del gobierno compren equipos de Huawei (y también de ZTE, Hikvision, Dahua e Hytera).
Además, el Departamento de Comercio de Estados Unidos ha evitado que las empresas estadounidenses suministren a la empresa china a menos que tengan una exención difícil de obtener. Facebook ya no permite que Huawei precargue aplicaciones y Google ha dejado de proporcionar actualizaciones de Android a los dispositivos de la compañía china. Mientras tanto, las universidades estadounidenses están bajo presión para cortar sus lazos de investigación con la empresa: en abril, el MIT cortó sus relaciones con Huawei y ZTE.
Estados Unidos está presionando a otros países para que sigan su ejemplo. Nueva Zelanda y Japón han prohibido Huawei, y la firma noruega Telenor desplegará una red 5G con Ericsson de Suecia, poniendo fin a una década de colaboración con la compañía china. (Hungría y Rusia, por otro lado, están felices de permitir que Huawei desarrolle sus redes 5G).
En una reciente evaluación de riesgos, la Comisión Europea y la Agencia Europea para la Ciberseguridad advirtieron sobre tener un proveedor de 5G de un país “hostil”, o uno “donde no existan controles y equilibrios legislativos o democráticos”. Conscientes de estas preocupaciones, algunos gobiernos europeos han adoptado un enfoque más regulado y de “vía intermedia” para Huawei. Alemania, por ejemplo, requerirá que los proveedores de telecomunicaciones estén certificados y monitoreados. Mientras tanto, el Reino Unido hasta ahora ha mantenido a Huawei fuera de las “redes críticas” y prueba los equipos de la empresa en un centro de evaluación integral (cuyo último informe advierte de un “riesgo que ha aumentado significativamente”).
Las preocupaciones de los gobiernos occidentales sobre Huawei son reales. ¿Pero son tan diferentes de las preocupaciones que deberíamos tener sobre las empresas estadounidenses de redes sociales y tecnología? El temor es que Huawei pueda acceder a un gran volumen de datos sobre nosotros, que luego podrían usarse de una manera que sea perjudicial para nuestros intereses, incluso al influir negativamente en la política nacional. Pero estas amenazas ya existen, porque Facebook (que también posee Instagram y WhatsApp) y Google (que posee You Tube) tienen una gama asombrosamente completa de datos sobre sus usuarios: su ubicación, contactos, mensajes, fotos, descargas, búsquedas, preferencias, compras y mucho más.
En otras palabras, los gigantes digitales de EE.UU. ya están almacenando el tipo de datos que tememos que Huawei pueda recopilar en el futuro. Además, se ha descubierto que tanto Google como Facebook abusan de los datos que se les han confiado.
Se nos dice que la diferencia es que Huawei tiene su sede en China, un rival estratégico de EE.UU., por lo que los datos que recopila la compañía podrían usarse para debilitar los sistemas políticos y la posición geopolítica de los países democráticos. Pero Facebook ya está socavando el proceso democrático, incluso en los propios Estados Unidos, donde la plataforma ha facilitado la interferencia extranjera en las elecciones.
Además, Facebook ha alimentado la división y el miedo, y se ha negado a eliminar discursos de odio, negaciones del Holocausto y publicaciones antisemitas. La plataforma ha sido descrita como un “megáfono para el odio” contra los musulmanes y se la acusa de facilitar un genocidio contra los rohingya en Myanmar. Por estas razones, el actor y comediante británico Sacha Baron Cohen llamó recientemente a Facebook “la mayor máquina de propaganda de la historia”. Sin embargo, la administración Trump y otros gobiernos occidentales han sido extraordinariamente lentos para actuar, en contraste con sus medidas rápidas y decisivas con respecto a Huawei.
Una supuesta razón para considerar a Google y Facebook como una amenaza menor es que son empresas privadas, a diferencia de Huawei, que se considera dependiente del Partido Comunista de China. Pero Google trabaja mucho para el Gobierno de EE.UU., incluidos los servicios militares y de inteligencia de EE.UU., y las ganancias no impiden que Facebook sea una amenaza, de hecho, están amplificando el peligro.
Esto se debe a que las ganancias de Facebook dependen de captar nuestra atención al máximo, para que esta luego se pueda vender a los anunciantes y a los usuarios que desean “promocionar” sus publicaciones. Cuanta más atención atraiga la plataforma, más rentable se vuelve.
Facebook utiliza algoritmos para impulsar el material que más llama la atención, que generalmente es impactante, indignante, atemorizante y lleno de odio. Y, después de reunir una gran cantidad de datos sobre nosotros, la compañía vende la oportunidad de que quien esté dispuesto a pagar nos apunte personalmente, incluso si se proponen destruir nuestras sociedades e instituciones. El hecho de que Facebook esté dañando la cohesión social, debilitando la democracia y facilitando la aparición de gobiernos autoritarios no es una preocupación de la compañía, como lo demuestra su comportamiento.
La respuesta categórica y perentoria de la administración Trump a la amenaza potencial que plantea Huawei ha persuadido a otros gobiernos a seguir su ejemplo, con el argumento de que las democracias deben proteger el acceso a los datos sobre sus ciudadanos y evitar que se usen de manera que socaven la democracia. Pero si ese es el caso, los gobiernos occidentales deberían tomar medidas igualmente enérgicas contra Facebook y Google.
–Glosado y editado–