Afirmaba hace un año en este Diario que “el Gobierno se encamina hacia su propia implosión”, y concluía diciendo: “escoja usted, señor presidente, su partitura”... y escogió la peor.

La “Divina comedia”, obra maestra escrita en el siglo XIV por el florentino Dante Alighieri, logra que acompañemos al autor en su viaje al infierno, al purgatorio y al paraíso. En su recorrido, encuentra que con las llamas pagamos nuestros pecados, que los purificamos en el purgatorio y que en el paraíso encontramos la dicha y las bondades de la vida. También nos recuerda que las personas solemos perdernos teniendo siempre que pagar las consecuencias.

La vil y perniciosa chotana refleja la naturaleza del Gobierno, caracterizado por cientos de escándalos y de comisiones de presuntos delitos por el entorno familiar, el político y el partidario. Entendiendo que la imperecedera obra corresponde al género literario épico o de las epopeyas y la comedia presidencial bien encajaría en el género literario de los dramas.

El personaje central de la “Divina comedia” fue retratado en 1776 por el abogado milanés Cesare Beccaria, quien teorizaba entonces acerca de cómo bajar la cantidad y crueldad de los crímenes en su ensayo “Dei delitti e delle pene” (“De los delitos y las penas”), sentenciando, lógicamente, que si la pena es menor a la gravedad del delito se incentiva el delito más grave, porque ofrece proporcionalmente mayores beneficios. Beccaria se adelantaba dos siglos y medio a quien encarna indignamente a la Nación.

La suprema ficción universal del florentino es acompañada por el poeta Virgilio, portentoso contertulio, y es asistida por la razón, mientras que lo que acontece en el país es una realidad pura y dramática. Tenemos a un huidizo de la justicia que con sus impresentables se reúne clandestinamente, embriagándose en las letrinas del poder oculto y faccioso.

Así se explica por qué el presidente de la República se saltó el purgatorio, dado que hasta ahora no se arrepiente de ningún error o falta. Del paraíso de un triunfo entró de lleno al infierno con vocación suicida, zambulléndose en lo medular de la obra medieval. Así, señalo hechos de público conocimiento que retratan los pecados narrados por el maestro y que son la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la envidia y la pereza, ya que el presidente, sin tal vez siquiera saber de la existencia de la “Divina comedia”, por sus condiciones y limitaciones, la hace carne sin escatimar esfuerzo en evitar algún pecado de los referidos.

Soberbiamente se ha ungido, por sí y ante sí, por cuanto él y nadie más él “es el pueblo”. Es avaro, muy avaro, no garantiza ni la paz, ni el bienestar de las mayorías, porque no gobierna, más bien manipula a los pobres regalando dinero con fines populistas y electorales.

Entendiendo por lujuria el exceso de cosas que estimulan o excitan sentidos o sentimientos, observo que el presidente se hincha como la rana al carecer de una pizca de humildad como nos fue advertido en “Don Quijote de la Mancha”.

También derrama una dirigida ira, descalificando y metiendo en su dilatada alforja a blancos, capitalinos, adversarios, empresarios, periodistas, uniformados, fiscales y jueces, principalmente. Conoce tanto la envidia que del país de pobres escogió a parientes y a allegados para convertirlos súbitamente en ricos, cuya fama atiborra los pizarrones policiales, fiscales y judiciales.

No puedo pretender saber si el presidente envidia, pero el dicho recuerda que “por sus obras los conoceréis”. Virgilio y su contertulio, conociendo profundamente las sagradas escrituras, posiblemente consideraban a la envidia según Gálatas 5, 19-21: “Cuando la envidia surge y se le permite crecer en nuestros corazones, trae consigo terribles consecuencias”. Conocemos y padecemos las terribles consecuencias del desempeño presidencial. Y ni qué decir de su pereza, no gobierna procurando el bien. Su ánimo es fraudulento: ¿Es la persona humilde y buena cuya imagen impostó siendo candidato? Nunca lo fue y, posiblemente, también termine siendo fraudulenta su elección.

Su violencia es antihistórica y abortista, aborta la concordia entre los peruanos y aborta todo intento de superación. En vez de comedia, padecemos una tragedia.

Javier González-Olaechea Franco es Doctor en Ciencia Política, experto en gobierno e internacionalista

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