El anuncio de General Motors (GM) de que dejará de fabricar automóviles, camiones y vehículos deportivos a gasolina a partir del 2035 y de que tendrá neutralidad de carbono para el 2040 es más audaz de lo que parece: sus repercusiones se extenderán por toda la economía.
El compromiso de la compañía de eliminar gradualmente los motores de combustión interna ejerce presión sobre otras automotrices, como Ford y Toyota. Si bien todas las grandes automotrices están invirtiendo en vehículos de cero o con bajas emisiones, hasta ahora ninguna se había mostrado dispuesta a decir cuándo finalizaría su producción de automóviles a gasolina.
La decisión de GM implica un cambio radical. Durante décadas, la empresa y otros fabricantes de automóviles se resistieron a las reglas de contaminación. Cuando una de las empresas estadounidenses más icónicas cambia tan marcadamente de tono y adopta la transición a la energía limpia, está sucediendo algo grande. Sin duda, aumentará la presión sobre las empresas de petróleo y gas.
El plan de la presidenta y directora ejecutiva de GM, Mary Barra, también significará grandes cambios en el diseño y la fabricación de automóviles y en la cadena de suministro de estos. Ahora, los proveedores deberán apartarse de la fabricación de transmisiones y motores tradicionales para producir las baterías, motores y sistemas de energía que necesitan los vehículos eléctricos. Y los concesionarios de automóviles deberán comercializar agresivamente los vehículos eléctricos.
La eliminación gradual de los automóviles y camiones a gasolina propiciará que la demanda de gasolina disminuya en las próximas décadas, reduciendo así las ganancias de la industria del petróleo y el gas. La gasolina es el producto obtenido del petróleo más consumido en Estados Unidos, y los vehículos ligeros representan más del 65% del consumo total de combustible. A corto plazo, la industria del petróleo y el gas puede absorber una menor demanda de algunos derivados del petróleo, pero, a largo plazo, deberá repensar su modelo de negocio.
Políticamente, la promesa de GM también aísla aun más a la industria estadounidense de petróleo y gas, que ha sido demasiado reactiva al cambio climático.
Sorprendentemente, el anuncio de GM se produce en un momento de bajos precios del petróleo. De hecho, después de una década de rápido crecimiento, la participación de los vehículos eléctricos en el mercado mundial de automóviles sigue siendo apenas de alrededor del 3%. Pero el precio de los coches eléctricos está cayendo y su diseño está mejorando, por lo que la diferencia entre comprar uno eléctrico y uno a gasolina se reducirá.
La apuesta de Barra es que se persuada a los consumidores de que amen las alternativas eléctricas. Para el 2025, GM presentará 30 modelos de vehículos totalmente eléctricos en todo el mundo, y se prevé que el 40% de sus modelos estadounidenses sean de emisiones cero. Los vehículos eléctricos también serán más asequibles y rentables con el tiempo, gracias a la disminución de sus costos iniciales y al ahorro de combustible.
El efecto dominó lo sentirá el Gobierno. La ambición de GM puede impulsar a la administración de Joe Biden a ser igualmente atrevida al establecer estándares de eficiencia de combustible y gases de efecto invernadero para automóviles y camiones. También, puede alentar a la Comisión Europea, que se encuentra revisando sus estándares para el 2030, a apuntar más alto.
La transición a la energía limpia necesita el liderazgo del sector privado. Tener a las empresas automotrices involucradas en este esfuerzo generará impulso entre las empresas de servicios públicos para hacer que la red sea más sostenible de manera rápida y económica.
–Glosado y editado–
© The New York Times
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