La educación siempre ha sido un sector con un cambio mucho más lento que el resto. En este contexto de pandemia, ¿será posible que la educación finalmente se reinvente? ¿Cuáles son los grandes cambios que enfrenta el sector educativo para transformarse?
Desde los años 1800, la Revolución Industrial propagó el acceso a la educación que fue diseñada en base a una línea de producción. Si lo analizamos bien, la educación está compuesta por ‘batches’ de personas que entran a la escuela organizadas únicamente por su edad y que reciben exactamente lo mismo sin importar sus cualidades, pasiones, y estilos de aprendizaje hasta graduarse catorce años después. Es así como el sistema escolar “produce” en el Perú aproximadamente 500 mil estudiantes iguales cada año cuando hoy más que nunca, el mundo necesita líderes con habilidades únicas y individuales.
La escuela como la conocemos no ha cambiado en los últimos 100 años quizás por practicidad, eficiencia, resistencia al cambio o quizás porque es realmente complejo hacerlo. Sin embargo, hoy nos vemos en un contexto donde la pandemia nos ha obligado a hacer las cosas de manera distinta. La pregunta es, ¿será esta pandemia suficiente para finalmente forjar el cambio tan necesario en la educación?
Existen tres dimensiones que deben cambiar para reinventar la educación en el Perú.
La primera dimensión es la regulatoria. En el Perú, la educación a distancia, la educación online e incluso el ‘homeschooling’ no se encuentran reguladas. Es decir, fuera de un contexto COVID-19, dichas modalidades de educación no son validadas por el Ministerio de Educación. Esta situación hace muy difícil que, por un lado, existan organizaciones dispuestas a proveer estos servicios educativos y, por otro lado, que las familias apuesten por esta educación no reconocida.
El segundo cambio necesario es la base tecnológica para la conectividad. Maestros y estudiantes deben tener acceso no solo a Internet sino también a dispositivos que los conecten fluidamente. La buena noticia es que hoy la conectividad en zonas urbanas ha mejorado y los aplicativos son suficientemente ágiles utilizando poco ancho de banda (entre 2 a 3 MB) permitiendo que una conexión promedio urbana pueda soportar este consumo. El gran reto está en nuestras zonas rurales donde solo 15,4% de los hogares cuenta con conexión a Internet y el resto usa prioritariamente cabinas. Aún así, si como país quisiéramos impulsar la educación online, debemos abordar esta brecha de conectividad urbano-rural.
La tercera dimensión es la competencial y ‘mindsets’. Maestros, estudiantes, líderes pedagógicos y gestores de entidades públicas deben desarrollar las capacidades necesarias para una nueva forma de aprender. Los maestros deben desarrollar competencias tecnológicas, retroalimentación oportuna y seguimiento del aprendizaje. Los estudiantes requieren una autodisciplina y autoregulación elevada, necesaria en entornos remotos. Los líderes pedagógicos deben comprender a profundidad cómo gestionar estas nuevas metodologías y por último, los gestores públicos deben aprender a regularlas. Todo esto debe venir acompañado de los nuevos ‘mindsets’. Muchas veces el cambio se inhibe principalmente por nosotros mismos, quienes por miedo a lo desconocido nos enfocamos en los inconvenientes antes que en las ventajas de una nueva forma de hacer las cosas. Si abrimos nuestra mente, nos podemos sorprender positivamente del impacto que esto puede tener en el aprendizaje del niño.
Esta vez, el cambio se inició forzosamente, sin embargo, la única forma que esta transformación continúe y permanezca, será si somos capaces de instaurar estas tres dimensiones en el ecosistema educativo. Muchas veces la otra cara de una crisis, es una oportunidad. Nuestro sistema educativo se encuentra obsoleto hace mucho tiempo. Pensemos que podemos finalmente transformarlo para establecer nuevas formas de aprender y reinventarnos como país.
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