La Marina y el patrimonio cultural, por Michel Laguerre
La Marina y el patrimonio cultural, por Michel Laguerre
Michel Laguerre Kleimann

En 1917, el director de la Escuela Naval del Perú, capitán de navío Ernesto Caballero y Lastres sostuvo que “la institución [naval] debería ser fuente de cultura, riqueza y desarrollo”.En efecto, este marino afirmó que la Armada no solo era un instrumento de la defensa nacional sino también un impulsor de la educación y la cultura como herramienta del desarrollo y engrandecimiento de la patria. 

Los años han pasado y las nuevas amenazas nos plantean retos que se enmarcan también en el contexto de un país culturalmente diverso y rico, con expresiones milenarias y centenarias de estilos únicos;donde la identificación, preservación, estudio y difusión del patrimonio cultural son una prioridad per se para nuestra continuidad histórica.

La Marina lo ha entendido así. Por ello, y en cumplimiento de su Ley Orgánica realiza alianzas con diferentes instituciones culturales públicas y privadas, que coadyuvan a lograr esta tarea. Ejemplo de lo dicho es el reciente convenio firmado con el Centro Peruano de Arqueología Marítima y Subacuática, el cual busca difundir y proteger el patrimonio cultural subacuático, marítimo, fluvial y lacustre en todo el territorio patrio.

Si bien este patrimonio se refiere tanto a los bienes que se encuentran en los museos y dependencias navales – en actual registro y catalogación por parte del Ministerio de Cultura –, el ámbito del patrimonio cultural que se encuentra debajo del mar, ríos y lagos reúne un potencial que enriquecerá el acervo histórico del Perú. Debemos tener presente que el Perú es un país multidimensional rico en los ámbitos amazónico, andino, antártico, aeroespacial y marítimo. Muestra de esto es que si nos referimos a la arqueología, la mayoría de arqueólogos se dedican a investigar los restos en tierra firme, siendo pocos los que se sumergen en el agua. Cabe recordar que durante aproximadamente trescientos años Lima fue el centro neurálgico del virreinato peruano, donde el comercio (exportación e importación) se realizaba exclusivamente por la vía del mar. 

Los cientos de embarcaciones que yacen debajo de la superficie del mar son testimonios casi sin investigar del proceso evolutivo de la tecnología, arte, costumbres y vida de los que nos antecedieron. De hecho, ante los continuos accidentes y naufragios producto de la inexperiencia marinera de sus tripulantes, se decretó la creación de la Academia Real de Náutica de Lima, predecesora de la actual Escuela Naval del Perú, el 1 de noviembre de 1791.

Por otro lado, muelles, diques flotantes y otras infraestructuras principalmente del período republicano y contemporáneo yacen sumergidos a la espera de que los arqueólogos subacuáticos realicen su aparición.

Si bien en el pasado existieron iniciativas privadas y algunas otras aisladas, normalmente estas no respetaron los procedimientos legales y profesionales que los enmarcan. Ahora es deber y obligación realizar estas investigaciones de la manera propia en que las hacen los países de primer orden, respetuosos de su identidad y cultura. Los primeros pasos se vienen dando, ahora es momento de estimularlos y la Marina de Guerra estará presente en este esfuerzo.