(Foto: AFP)
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Guillermo Cabieses

“El fútbol es lo más importante entre las cosas menos importantes”, suele decir el ex futbolista Jorge Valdano. En estos momentos, no obstante, parece que no hay cosa más importante que el fútbol. El globo se ha detenido para que ruede la pelota inmaculada, como diría Maradona. Todos estamos a la expectativa de quién levantará el trofeo, de quién será el campeón del mundo.

Soy un gran aficionado al fútbol y esta algarabía no me es ajena, pero también lo soy al public choice (la teoría de la elección pública), según la cual, el procedimiento fijado para una elección es determinante para su resultado. En otras palabras, las reglas de una competencia afectan, de manera sustancial, quién será el ganador. El Mundial es el ejemplo perfecto. ¿Es el equipo campeón del Mundial realmente superior a los demás?

Veamos. El ganador de un Mundial solo enfrenta a siete equipos de un total de 31 rivales posibles. De hecho, no es necesariamente el que más partidos gana en tiempo regular o el que más goles anota a lo largo del torneo. Solo es el que, dados los rivales que le tocaron, logró llegar y ganar la final. Siempre quedará la pregunta acerca de si ese campeón habría alzado la copa si se hubiese cruzado con otros rivales en el camino. La forma de designar los rivales que enfrentará cada equipo juega un rol demasiado importante. Sin embargo, normalmente nos olvidamos de la importancia que tiene, en todos los ámbitos, la forma de designar a los rivales.

Alguien podría decir que un torneo más justo –desde una visión aristotélica de la justicia, en la que se premia la virtud y el mérito– consistiría en que todos los equipos de esta fase final se enfrenten al menos una vez. Así, sería el campeón el que ganara la mayor cantidad de equipos. Sin embargo, eso tampoco parece darnos certeza sobre la superioridad de ese equipo sobre todos los demás. Nuevamente, la suerte, sumada a la manera en que están organizadas las clasificatorias al Mundial, tendrá un rol estelar.

La geografía es fundamental para determinar las chances de clasificar a la Copa del Mundo. Por ejemplo, la mitad de los diez países que integran la Conmebol ha clasificado al Mundial, pero ninguna de las 14 naciones de la Confederación de Fútbol de Oceanía estará en esta etapa. Aproximadamente el 25% de los 55 integrantes de la UEFA estarán en el torneo, mientras que menos del 9% de las 41 federaciones afiliadas a las Concacaf que accedieron a esta última volarán a Rusia.

Para muestra un botón. La selección peruana regresa al Mundial luego de 36 amargos años, habiendo perdido seis de los 18 partidos que jugó, alcanzando solo 26 puntos. Obtuvo un promedio de 1,44 puntos por partido. Por su parte, el tetracampeón Italia no estará esta vez, a pesar de haber promediado 2,3 puntos por partido durante las clasificatorias. Tiene casi un punto más por partido que nuestra Bicolor.

Es claro que el orden de los factores altera el resultado. La forma en la que se asignan los cupos geográficamente y cómo se organiza el proceso de clasificación influye sustancialmente en quiénes llegan a la etapa final. En esta, cuáles sean los integrantes de cada grupo determinará seriamente las chances de llegar a la final. Es difícil pensar seriamente que el campeón del torneo sea realmente superior a todos los demás equipos que participaron de esta etapa o incluso de la etapa clasificatoria.

Al final del día, sin embargo, lo único que importa es ganar a quien el destino ponga al frente, pues como solía decir el entrenador Billy Shanky: “El fútbol no es una cuestión de vida o muerte, es mucho más que eso”.