¿Puede el nombre que recibe una persona al nacer marcar su destino? En China algunos creen que sí, y otros piensan que debe estar impregnado de las aspiraciones y los buenos deseos que tienen los padres para la vida de sus hijos. Xi es el apellido del máximo líder chino y Jinping es su nombre de pila, pero también, desde hace pocos días, tanto nombre como apellido están incluidos en el nuevo mantra que rige la política china: “Pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas para una nueva era”.
En los ‘Anales de Primavera y Otoño’, una crónica atribuida a Confucio, aparece un estado en Shanxi denominado Xi, durante el periodo histórico del mismo nombre. Una traducción literal de este apellido es “aprender” o “estudiar”, mientras que el nombre admite un abanico de posibilidades debido a la conjugación de los dos caracteres. “Jin” puede significar “cercano” o “reciente”, mientras que “Ping”, alude a “paz” o “calma”, y también a Deng Xiaoping, artífice de la reforma y apertura de China.
Xi Jinping nació apenas cuatro años después de la fundación, en 1949, de la República Popular China. Es probable que su padre, Xi Zhongxun, integrante de la guerrilla comunista del norte, deseara para su hijo una vida pacífica y de allí su nombre. Durante la Revolución Cultural le preguntaron a Xi Zhongxun si su hijo se llamaba Jinping o Yuanping. La pregunta era capciosa. Como Yuan es el antónimo de Jin, a través del nombre del hijo, el padre debía confesar si era “lejano o cercano” a las ideas del reformista Deng.
Lo cierto es que Xi Jinping ha desbordado los designios de su propio nombre. En el último cónclave partidario (ocurrido hace poco más de dos semanas) consiguió incluir en la Constitución su “pensamiento” formado por 14 principios políticos, colocándose solamente por detrás de Mao Zedong en la línea de pensadores chinos, y por delante de Deng Xiaoping, Jiang Zemin y Hu Jintao, los tres últimos dirigentes que aportaron sus teorías políticas pero no una “doctrina” que ha reconfigurado el poder al interior del Partido Comunista de China (PCCh).
¿Por qué Xi Jinping necesita tanto poder? Mao levantó a China de los escombros y la hizo libre. Deng, Jiang y Hu impulsaron su avance y la hicieron próspera. Ahora Xi se ha propuesto materializar el sueño chino y convertirla en una nación “totalmente desarrollada, rica y poderosa” antes del 2049, el año en que se conmemora el primer siglo de la fundación de la China comunista. La “nueva era” consiste precisamente en este último tramo que inicia Xi, a la cabeza de la quinta generación de líderes chinos.
Como no existe una superpotencia sin un líder que la proyecte, Xi Jinping ha recibido todas las riendas del poder en China. En esta nueva era, el PCCh abandona el liderazgo colectivo para encumbrar la imagen de un solo hombre fuerte que ostenta sus credenciales políticas. Xi fue el candidato de consenso entre las distintas facciones del partido por su condición de “príncipe rojo” (como se le llama a los hijos de los revolucionarios) y porque personifica a esa nueva China; decidida, segura y ambiciosa.
Si una red de protectores impulsó el ascenso de Xi, otra red de aliados ya está posicionada en cargos estratégicos, mientras que su red de protegidos sigue en construcción. Dentro de la cúpula de siete miembros, Xi ha preferido rodearse de su generación, desplazando a los mayores –con una sola excepción– y no dando cabida aún al grupo más joven. Con este nuevo ordenamiento del poder, el PCCh demuestra que sigue aplicando los conceptos de gradualismo, pragmatismo e innovación.
Tres referentes teóricos que nuevamente se actualizan en el nombre del líder chino y su pensamiento. El gradualismo cierra una fase y empieza otra “nueva era”, el pragmatismo que se refleja en la capacidad de plantear un “socialismo con características chinas”, y la innovación del “Pensamiento de Xi Jinping”. Apenas es el despegue de una nueva China que, así como un dragón, muestra su fortaleza y ansias de volar muy alto. Lo que aún no se puede precisar es qué hará con tanto poderío.