El 2015 ha sido un año difícil para América Latina y en particular para las economías más grandes de América del Sur, dependientes de materias primas e integradas financieramente al mundo. En el 2015 la región se va a contraer y el 2016 mostraría solo un ligero crecimiento.
Estoy seguro de que todos coincidimos en que el 2009 fue un año terrible para la economía mundial, que para el Perú implicó un choque externo mayúsculo y generó una desaceleración de más de 8 puntos porcentuales en el PBI. Pero probablemente muchos no sepan que la caída en los precios de nuestra canasta exportadora en el 2015 fue aun más fuerte que en el 2009 (14,1% vs. 12,7%), y ya estando en un quinto año consecutivo de reducción de precios, la caída acumulada es más del doble que en dicho año y es la peor desde la década de 1950.
A diferencia del 2009, no es razonable esperar en el mundo políticas monetarias ultraexpansivas al rescate, pero, además, se ve el efecto del retiro de dichos estímulos, con el consiguiente impacto sobre tipos de cambio, costos de capital y dirección de flujos de capitales.
Dicho esto, la economía peruana cierra el 2015 en un franco proceso de recuperación, con tasas de crecimiento que empezaron en torno al 1% y van a cerrar por encima del 3%, y acelerándose. En el 2015, junto a Colombia, vamos a ser una de las economías más grandes de la región con el mayor crecimiento, pero con una diferencia: Colombia viene desacelerándose, el Perú acelerándose. Las proyecciones de consenso nos ubican el próximo año como la economía de mayor crecimiento en este grupo, y que continuaría acelerándose pese a la coyuntura electoral. Nadie puede saber qué deparará el contexto internacional, pero la economía peruana ha mostrado una gran resiliencia.
Esta resiliencia no es casualidad. Es el resultado de nuestras fortalezas macroeconómicas, pero no menos importante, del despliegue de medidas de impulso a la economía implementadas desde comienzos del 2014. Medidas de impulso al gasto público y privado, de reducción de impuestos acorde con la responsabilidad fiscal, de simplificación de procesos administrativos, entre otros, cuyo objetivo fue mejorar la capacidad de la economía para resistir choques externos. El consumo de las personas se ha estabilizado y crece aproximadamente al 3,5%, la generación de empleo formal y los ingresos laborales no solo han crecido sino que se están acelerando, entre otros.
Sin embargo, en un contexto en el que no se prevé una recuperación significativa de los precios de nuestros productos en los próximos años, y con una demanda externa débil, no bastan políticas de impulso de corto plazo. Es fundamental enfocarnos en políticas públicas y reformas que permitan mejorar la competitividad y productividad del país de manera sostenida. Y eso es lo que ha venido haciendo el Gobierno a través de la implementación de grandes ejes de política pública que deben consolidarse como políticas de Estado.
Primero, la modernización del marco macrofiscal y fortalecimiento de su institucionalidad, para lo que se designó el primer Consejo Fiscal independiente, siguiendo las mejores prácticas internacionales. La fortaleza y credibilidad macroeconómica del país es el pilar sobre el cual se cimientan todas las otras políticas públicas.
Segundo, la política de inversión en capital humano, que incluye la gran reforma educativa, la de salud y todas las medidas para introducir meritocracia y rendición de cuentas en la administración pública, incluida la reforma del servicio civil, cuyo primer grupo de entidades ya ingresó a la etapa final. Invertir en nuestra gente es indispensable si queremos como país seguir avanzando en la senda de desarrollo.
Tercero, la política de diversificación productiva, que busca desarrollar nuevos motores de crecimiento, mediante estrategias e instrumentos para ganancias de productividad descentralizada y acorde a las ventajas comparativas de las regiones, la integración a cadenas globales de valor, el apoyo a la innovación, el impulso a parques tecnológicos, a sectores con alto potencial, entre otros.
Cuarto, la política de infraestructura, que incluye no solo un esfuerzo decidido por cerrar la brecha existente mediante el fuerte impulso a la inversión pública y público-privada, sino también a través de la modernización y fortalecimiento de los marcos normativos para Obras por Impuestos y Asociaciones Público-Privadas (APP), de manera que sean más ágiles, transparentes y predecibles; pero también consistentes con la capacidad presupuestaria de mediano y largo plazo del Estado.
Quinto, una política ambiciosa de integración al mundo, no solo mediante iniciativas como la Alianza del Pacífico o el Acuerdo Transpacífico, sino también de otras orientadas a fortalecer nuestra institucionalidad y estándares de gobernanza pública, plasmadas en el Programa País con la OCDE.
Sexto, la política de inclusión social, como un complemento al canal de crecimiento para generar un país más equitativo, con un Estado que protege a los más vulnerables.
Entramos al 2016 con optimismo de ser un país que progresa y que tiene claros sus objetivos. Seguiremos trabajando incansablemente para alcanzarlos. Hasta el último día. Felices fiestas a todos.