"Muy distinto era cuando nos hablaba de sus consultorías con el Banco Mundial y otros organismos internacionales" (Ilustración: Raúl Rodríguez).
"Muy distinto era cuando nos hablaba de sus consultorías con el Banco Mundial y otros organismos internacionales" (Ilustración: Raúl Rodríguez).
Alfredo Thorne

Lo conocí en el año 1977. Él enseñaba Microeconomía II en la PUCP y yo venía de traslado de Ingeniería Industrial. En la puerta de su oficina había un cartel que decía algo así: “Soy muy irritable”, y tenía como un electrocardiograma pegado. Nos imaginábamos que era una invitación a no tocarle la puerta. Pocos lo hacían.

Recuerdo muy bien sus clases. Una vez le tocó enseñarnos el Teorema de Punto Fijo de Koopmans, que era una fórmula muy matemática y bastante árida. Muy distinto era cuando nos hablaba de sus consultorías con el Banco Mundial y otros organismos internacionales. En ese entonces empezó a diseñar la apertura comercial en el Perú, en pleno gobierno del general Francisco Morales Bermúdez. Le gustaba molestarme porque en aquel tiempo yo era de izquierda. Siempre preguntaba, en tono de burla: ¿Qué opina Thorne? Le encantaba debatir y la ironía le surgía con naturalidad.

Había un pequeño grupo en el Gobierno que quería iniciar la apertura comercial, pero era cuesta arriba. Creía en la protección de la industria nacional, por medio de la prohibición de las importaciones, para lograr su desarrollo. Nosotros alucinábamos a ese Gobierno, y en eso coincidíamos con nuestro profesor. En nombre del pueblo, se hizo la reforma agraria y muchas más en casi todos los sectores. En ese tiempo había mucho debate académico en la PUCP y se demostró que muchas de estas reformas solo distribuyeron el ingreso entre las capas más altas, quizá medias, pero poco o nada llegó a las más bajas. Uno de esos estudios lo hizo Richard Webb, otro notable profesor de la PUCP, que fue su tesis doctoral en Harvard.

Muchos años más tarde me lo volví a encontrar. Yo venía de trabajar en la transformación de los países socialistas a economías de mercado en el Banco Mundial y de ver el fracaso del socialismo. Después me empleó JP Morgan y venía a asesorar al Perú para que obtuviese su primera calificación crediticia. Esta vez me lo encontré en el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), en el nuevo local en jirón Junín, con su buen amigo Fritz Du Bois, a quien yo conocía muy bien de muchos años atrás. Habíamos coincidido en Londres, donde él trabajaba, cuando yo estudiaba primero en Cambridge y después en Oxford.

Ambos habían logrado no solo la apertura comercial, sino muchas más reformas. Una verdadera transformación. Varios otros economistas intervinieron, pero y Fritz eran el alma del equipo que trabajaba en ese entonces en el MEF. Eran el yin y el yang. Uno era un gran académico y sabía exactamente qué se necesitaba hacer para transformar al país, pero tenía poca paciencia. El otro era pragmático e intuitivo, que cuando en una negociación le cerraban una puerta, abría tres o cuatro. Trabajaban en unas pequeñas oficinas y siempre eran amenazados por un grupo dentro del Gobierno que quería implementar políticas populistas y sacarlos del MEF.

Cuando ibas a visitar a Fritz, que en ese entonces era jefe del gabinete, te recogía en una camioneta que recuerdo tenía el timón al lado derecho. La habían comprado de segunda mano para no gastar. Eran muy frugales. Dinero no había. Recuerdo cuando me explicaban cómo funcionaba el Comité de Caja de la Tesorería que decidía todos los días qué gastos se realizaban y cuáles se posponían. Ingresos tributarios, en un inicio, no había. Sin embargo, ellos insistían en las reformas. Poco a poco fueron reconstruyendo el Gobierno hasta lograr la estabilidad fiscal que fue el ancla para el rápido crecimiento económico que se logró años más tarde.

Después que fui obligado a renunciar al puesto de ministro en el 2017 por una grabación ilegal en un claro chantaje, empecé a frecuentarlo mucho. Él había sido un gran apoyo en el desarrollo de muchas de las reformas que impulsamos desde el MEF en el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski. Cuando salí, solíamos ir a tomar café o lo visitaba a su casa.

Recuerdo claramente un día en que yo me quejaba por la falta de apoyo que recibí de ciertos grupos y desde el interior del Gobierno a las reformas de formalización y protección social que habíamos impulsado desde el MEF. Fue a su biblioteca y sacó un libro de recortes de periódicos de la época en que había sido viceministro de Comercio en el gobierno de Belaunde. Tenía recortes con los comentarios de los empresarios, la gran mayoría que se beneficiaba de la protección, que querían boicotear la apertura comercial, y de muchos de sus colegas en el Gobierno que en su momento decidieron ponerse de lado. Los recordaba muy bien y me los señalaba.

Me dijo: “Cuando estás peleando por las reformas, al final, estás solo, porque los que gozan de la gran protección a sus industrias tienen mucha fuerza política, y los que se benefician de tus reformas demoran en darse cuenta del cambio que se produce”. Una lección de política económica que hoy enseñan en los nuevos libros de texto.

¡QEPD, Roberto!

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