Próximos al cierre de la Conferencia de la Partes (COP) 28 realizada en Dubái, los acuerdos alcanzados serían insuficientes para lograr la reducción de emisiones del 60% para el 2035. El sentido de urgencia no es uniforme ante la necesidad de conciliar los objetivos de desarrollo económico y seguridad energética, por un lado, y el grado de ambición por acelerar la descarbonización del planeta, por el otro. Sin embargo, hay consenso sobre la necesidad de una transición energética rápida y profunda.
A escala nacional, la presión proviene de la necesidad de reducir la dependencia del país de los combustibles fósiles importados. Ante ello, se ha instalado en la agenda pública la necesidad de realizar modificaciones normativas para acelerar esta transición, pero sin considerar las particularidades del sector energético y, sobre todo, obviando el impacto económico que podría causar acelerar la transición más allá de lo necesario.
El Perú se encuentra en un proceso de transición energética con el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Para este efecto, se han implementado diversas políticas para acelerar este proceso, como es el caso de la Política Energética Nacional, que ha establecido como objetivo específico contar con una matriz energética diversificada en la que se enfaticen las fuentes renovables y la eficiencia energética.
En lo que corresponde específicamente al caso eléctrico, si bien la matriz energética peruana no cuenta con una proporción significativa de energía de fuentes renovables no convencionales, sí tiene una importante presencia de fuentes renovables convencionales, como es el caso de la hidroelectricidad. De hecho, podría decirse que el sector eléctrico peruano es uno de los menos contaminantes respecto a otros países de la región. Según Our World in Data, en el 2020, el Perú emitió solo 0,35 toneladas de CO2 equivalente por persona, una cifra inferior al promedio de América del Sur, que se sitúa en 0,57 toneladas por persona.
Sin embargo, hay otros aspectos relevantes que deben ser considerados en la transición. Uno es que el sistema de generación de energía en el Perú se caracteriza por ser geográficamente desbalanceado. Cerca del 80% de la generación está ubicada en el centro del país, generando una ‘exportación’ constante de energía hacia los extremos del país, evidenciando problemas de seguridad energética, sobre todo en el ámbito de la transmisión. Por lo tanto, la transición energética en el Perú debe abordar no solo la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, sino también la necesidad de mejorar la seguridad energética. De hecho, desde el 2014 hasta el presente, las pérdidas en el proceso de transporte y distribución de energía eléctrica han mostrado una tendencia creciente, según datos de Osinergmin.
Es crucial reconocer que la transición energética debe ser consistente con un marco general de política energética que considere la coherencia entre los objetivos planteados y el plan energético nacional, ponderando en todo momento los tres pilares de la transformación energética: medio ambiente, seguridad y economía.
Es así como desde Videnza Instituto lanzaremos esta semana Rumbo Energético en la ciudad de Trujillo. Esta iniciativa busca brindar información y generar conciencia, en los ámbitos público y privado, sobre la importancia de una transición energética equilibrada. Se trata de una plataforma de información técnica y especializada sobre el ámbito energético en general, y sobre los aspectos esenciales que deben formar parte de una transición energética equilibrada. Vale decir, llevar a cabo un proceso de transición que consiga el equilibrio entre los objetivos de sostenibilidad ambiental, seguridad de abastecimiento y competitividad económica.
Esta plataforma contribuirá a esclarecer ciertos mitos. Por ejemplo, según el COES, la producción de energía eléctrica en el país resultó en la emisión de alrededor de 11 millones de toneladas de CO2 equivalente (tCO2e) en el 2022. De estos, la producción a partir de gas natural generó 9,6 millones de tCO2e. Algo esperable si se considera que de la electricidad generada a partir de combustibles fósiles el gas natural representa más del 98%. Sin embargo, al analizar las emisiones de gases de efecto invernadero con relación a la cantidad de electricidad generada de cada combustible, se revela que el bagazo se posiciona como el más contaminante, seguido por el biogás, el carbón, el diésel y, por último, el gas natural. Estos datos resaltan la importancia de considerar la eficiencia y la intensidad de emisiones al evaluar las fuentes de generación de energía en términos ambientales.
Rumbo Energético busca contribuir en el proceso irreversible y urgente de transitar hacia una matriz energética baja en emisiones de gases de efecto invernadero, velando por la seguridad en el abastecimiento energético y aprovechando las ventajas de nuestro país de contar con fuentes energéticas relativamente limpias.