"Putin soñaba con una victoria rápida con ucranianos dándole la bienvenida. Nada de eso está sucediendo". (Foto: Alexey NIKOLSKY / SPUTNIK / AFP)
"Putin soñaba con una victoria rápida con ucranianos dándole la bienvenida. Nada de eso está sucediendo". (Foto: Alexey NIKOLSKY / SPUTNIK / AFP)
/ ALEXEY NIKOLSKY
Alexey Kovalev

Esa es la respuesta de muchos rusos al ver cohetes y proyectiles de artillería golpeando viviendas ucranianas que en su uniformidad concreta podrían estar fácilmente en Moscú. La invasión a es una pesadilla que vivimos despiertos. Es horrible y absurda.

El 24 de febrero, cuando el presidente de , , anunció la invasión, mi país se convirtió en una nación marginada y despreciada, no solo aislada económicamente, sino también rechazada activamente por el resto del mundo en los deportes, la ciencia y la mayoría de los otros tipos de cooperación internacional. Cualquiera que sea la “victoria” militar que Putin pueda encontrar aceptable en su mente retorcida, Rusia ya ha sufrido una aplastante derrota moral.

Y, hasta cierto punto, los rusos lo saben. Aunque la disidencia ha sido prohibida, miles de personas se han arriesgado a expresarse contra la invasión. Es difícil hallar una familia rusa sin parientes o amigos ucranianos. Muchos de ellos ahora se esconden en refugios antiaéreos en Kiev y Járkov.

Putin soñaba con una victoria rápida con ucranianos dándole la bienvenida. Nada de eso está sucediendo. En cambio, a medida que los ucranianos resisten el ataque, los rusos están sintiendo el dolor de las sanciones internacionales de gran alcance. Para los rusos comunes, más pobres y aislados del mundo, los costos de la agresión de Putin serán altos.

La propaganda estatal está haciendo todo lo posible para reunir a la gente detrás de la guerra, mientras se niega a llamarla así. De hecho, el Gobierno Ruso está castigando a las pocas organizaciones de medios independientes que quedan y que se atreven a llamar a la guerra por su nombre, pero no puede aplastar por completo los puntos de vista disidentes.

El día de la invasión, una multitud de manifestantes se reunió en San Petersburgo para cantar consignas de paz mientras los rodeaban los policías. Otros están ejerciendo formas más sutiles de protesta con la esperanza de que no sufran un arresto inmediato. Algunos están cubriendo los muros y las paredes de Moscú y otras ciudades rusas con un mensaje directo: “No a la guerra”.

Un movimiento de masas contra la guerra todavía está muy lejos. Pero estas son, en medio de la tristeza, señales prometedoras. A medida que el país continúa bombardeando y aterrorizando a Ucrania, más rusos pueden comprender algo que solo unos pocos se atreven a decir públicamente: que Putin es un peligro existencial no solo para Rusia, sino también para el mundo, y debe ser detenido.


–Glosado, editado y traducido–

© The New York Times