Así trabajábamos con Fritz en la redacción de El Comercio
Así trabajábamos con Fritz en la redacción de El Comercio
Redacción EC

"¿Nos juntamos?". Con esta pregunta, Fritz du Bois hacía su ingreso todas las mañanas a la sala de redacción de El Comercio. Apenas asomaba su figura después del último escalón, un hola a todos y arrancaba la jornada con los editores.

Era en esa mesa redonda  donde empezaba a poner su sello. Claro, honesto, frontal. No había tema que le fuera indiferente. Y  empezaba su permanente presencia en la conducción de cada proceso de la edición. Un director en toda la amplitud de la palabra.

En medio de las ideas sueltas, Fritz era la persona que soltaba el lazo y atrapa el ángulo preciso para jerarquizar la noticia. Asombraba su amplio conocimiento de los más distintos temas: económicos, políticos, deportivos. Sorprendía con una memoria de fechas, horas, personajes, y nos aterrizaba rápidamente en los hechos.

Alguna vez le preguntamos por qué había escogido esta profesión y su respuesta no pudo estar mejor encarnada en quien la pronunciaba: "Porque produces todo el tiempo. El periodismo es un producto que tiene 24 horas. Es interesante. Es intenso. Y en el Perú, donde no tenemos instituciones ni partidos políticos, el periodismo es la única manera de poder fiscalizar a los poderes del Estado".

Hace apenas unos días Fritz escribió una columna para la edición de los 175 años de El Comercio, cuyo titular hoy nos duele y cuesta leer: "A mitad del camino". En esas líneas quedó plasmado su pensamiento. "No debemos quedarnos solo reflexionando acerca de nuestro pasado. Más bien debemos aprovechar para echarle un vistazo al horizonte del nuevo mundo de constantes cambios en el que vivimos y ver con claridad el camino por donde marchamos [...] Al final, lo que nunca va a cambiar es nuestro compromiso que siempre ha sido es y será el informar con la verdad".

Al margen de él mismo,  de sus propias ideas, lo que destacaba eran los hecho que debían ser comunicados en las páginas de El Comercio. No rechazaba a la gente por su pensamiento y respetaba a quien sabía fundamentar su razón. Ni bien llegó al Diario promovió más y nuevas columnas de opinión. De todas las corrientes, opuestas unas a otras. Con algunas no estaba de acuerdo, pero las respetaba íntegramente.

Desde que asumió la dirección el pasado 1 de octubre, Fritz lideró los cambios más importantes en las últimas décadas en este Diario. Con él empezó la integración entre la plataforma impresa y digital que marca el nuevo derrotero de este medio de comunicación que ya no puede ser visto solo como un periódico, sino como una fuente de información permanente desde cualquier dispositivo electrónico las 24 horas del día. Por eso le puso un gran énfasis a la productividad. Por eso hablaba constantemente con los editores, los redactores y se sumergía en jornadas interminables. Era común encontrarlo cuando llegabas y dejarlo cuando te ibas. Hasta en sus días de descanso, uno lo hallaba caminando por los pasillos de la redacción y cuando viajaba sus correos no cesaban en ningún momento. Indagando. Preguntando. Sugiriendo.

El silencio que hoy se siente en la redacción de El Comercio es el mejor reflejo del vacío y el dolor que sentimos por su partida. Vivimos un corto tiempo juntos, pero la intensidad de su presencia y de su liderazgo nos dan la sensación de una presencia permanente.  Fritz le puso un sello a El Comercio que será imborrable.

Juntos, siempre, señor director.