Cuando conocí a Isadora Zubillaga hace unos 20 años, ella era una capitalista de riesgo que invertía en nuevas empresas latinoamericanas, y yo una periodista que cubría América Latina.
Me sorprendió cuando la Sra. Zubillaga me envió un correo electrónico para decirme que es la nueva embajadora de Venezuela en Francia, donde vivo, y si podríamos ponernos al día con un café.
Ahora tiene 51 años, y resulta que después de una temporada en EE.UU. regresó a su natal Caracas en el 2005. Allí trabajó para el naciente líder de la oposición, Leopoldo López. Ahora es diplomática.
Fue solo cuando la presioné que Zubillaga reconoció por qué nos reuníamos en un café, en lugar de en la embajada venezolana: en realidad, no trabaja allí. Escogió este café porque cuando viene a París para reunirse, duerme cerca, en el sofá de una amiga.
“Venezuela tiene dos presidentes en este momento, uno es el presidente legítimo, Guaidó, y el otro, el presidente ilegítimo, Maduro”, explicó, y agregó un detalle clave: “El control del territorio y los activos están en manos de Maduro”.
Zubillaga es parte de un cuerpo diplomático paralelo, una especie de tribunal en espera, que representa a Juan Guaidó. En enero, Guaidó, jefe de la Asamblea Nacional de Venezuela, afirmó que la Constitución lo convierte en presidente interino porque la votación presidencial del 2018 fue fraudulenta. Casi 60 países, incluidos Francia y Estados Unidos, ahora lo reconocen como tal.
Guaidó tiene 38 enviados principalmente en países de Europa y América Latina. Pero como Guaidó no controla el país, Zubillaga ni siquiera puede renovar su pasaporte venezolano; sus enviados operan en una zona gris diplomática. Muchos tienen trabajos diarios y, por lo general, son venezolanos bien educados que pueden permitirse el lujo de vivir en países remotos.
“Hasta ahora hemos estado trabajando como voluntarios”, dijo.
Zubillaga es “madame ambassador” entre el Grupo de Lima de naciones latinoamericanas y Canadá. Pero el Gobierno Francés la llama “enviada especial” porque, a pesar de reconocer a Guaidó, consideran que el designado de Maduro es el embajador.
Muchos de los diplomáticos de Guaidó son exiliados. Zubillaga huyó de Venezuela en el 2014, luego de que ella y su familia fueran objeto de una violenta invasión de su hogar y el segundo comandante del país, Diosdado Cabello, la llamó terrorista en la televisión.
“Desperté a los niños a las 5 de la mañana y dije: ‘No vamos a la escuela hoy, vamos a Nueva York’”. Más tarde, se mudaron a Madrid y obtuvo un pasaporte español. Por la noche trabajaba para la oposición venezolana, hablando con familias de presos políticos.
Como Zubillaga estaba familiarizada con Francia, comenzó a representar a la oposición aquí. Ella señala el progreso diplomático: como representante de la oposición en el 2014, ingresó al Ministerio de Relaciones Exteriores por la puerta de atrás. En el 2018, formó parte de una delegación recibida públicamente por el presidente Emmanuel Macron. Ahora, como “enviada especial”, se reúne regularmente con miembros del equipo de política exterior de Macron.
Gracias, en parte, a los esfuerzos de la oposición, “existe un consenso en el mundo de que tenemos una dictadura que ha destruido la economía, que ha destruido la gobernabilidad, que tenemos un Estado fallido”, dijo Zubillaga.
Ella dice que el equipo de Guaidó quiere estar listo para comenzar a reconstruir el país tan pronto como se haga cargo. “Necesitamos presentarnos como un nuevo gobierno que es serio, profesional y competente”.
Washington ha aumentado las sanciones económicas contra el gobierno de Maduro, pero parece tener poco apetito por una intervención militar (o incluso por proteger a los venezolanos que buscan asilo).
Sin embargo, dentro de Venezuela, el régimen suprime la disidencia al retener alimentos, detener, torturar y, a veces, matar a sus críticos. Grupos de derechos humanos dicen que desde el 2017, los escuadrones de la muerte del gobierno han ejecutado a miles de personas en barrios pobres. Zubillaga y los millones de otros venezolanos que han huido de su país podrían nunca volver a casa.
Recientemente Zubillaga obtuvo un título adicional: comisionada presidencial adjunta para asuntos exteriores, y formó parte de una delegación venezolana en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York. Pero un equipo de diplomáticos de Maduro también estuvo allí.
No pretendo saber qué sucedería si la oposición manejara a Venezuela, pero tendría que ser una mejora.
–Glosado y editado–
© The New York Times