Kluiverth junto a Carlos Santoro y Gary Worthington (Emergent Talent Manchester City) | Foto: GBG
Kluiverth junto a Carlos Santoro y Gary Worthington (Emergent Talent Manchester City) | Foto: GBG
Jerónimo Pimentel

El fichaje del joven lateral de es estupendo por varias razones: el ingreso económico para el club de La Victoria es alto (US$2,8 millones); le asegura a múltiples oportunidades para continuar su desarrollo profesional en entornos más competitivos; ayuda a recolocar a Perú en el mercado como semillero; y deja una esperanza en una posición –lateral– históricamente difícil de cubrir en los conjuntos nacionales.

Hace mucho, probablemente desde la contratación de Paolo Guerrero por el Bayern Múnich en el 2002, los clubes peruanos no habían tenido la ocasión de exportar talentos a tan temprana edad a instituciones top. Durante los últimos años, la liga local se volvió una colocadora tardía de jugadores de selección en ligas de segundo nivel, como la mexicana o la norteamericana.

Cuando había posibilidad de jugar en Europa las opciones para los peruanos se reducían a ligas menores, como la portuguesa; o a clubes menores, como el Nantes francés o el Emmen holandés (si Sergio Peña fuera argentino, estaría jugando en la Premier League). En el peor de los casos, la Segunda o Tercera División de los países con fútbol de élite, como el Cádiz o el Fuenlabrada, parecían destinos naturales.

La marca-país siempre ha jugado en contra del futbolista peruano y esa es la razón que explica muchas desviaciones del mercado, como que Pedro Gallese tape en el Orlando City, que André Carrillo se mantenga en el Al-Hilal o que Paolo Hurtado vista los colores del Konyaspor turco.

Foto: Global Business Group
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Este año, bastante amargo en casi todos sus niveles, ha traído novedades positivas como el pase de Fernando Pacheco (20 años) al Fluminense. El traspaso de Aguilar suma en este campo y añade otro positivo: juega en la primera línea de 4. Se debe tener en cuenta que 33 de los 47 peruanos que trabajan en el exterior ocupan las posiciones de volante o delantero, lo que es un síntoma de la dificultad del país para producir profesionales competitivos en labores defensivas. Tener un prospecto certificado por los scouts del City ilusiona.

Para Aguilar quedan muchos saltos por delante: de proyecto a profesional, de profesional a crack, de crack a ídolo. Presionarlo por encima de lo que tolera su momento es injusto, pero no demandarle todo lo que su talento promete también lo es. Será su familia, su representante, su entorno, quienes deban encontrar los esquivos equilibrios que conviertan la presión en estímulo. La excelencia, sin embargo, solo es posible por una alquimia individual: aquella que convierte la autoexigencia en motivación. Todo hace pensar que Aguilar camina por ese rumbo.

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