Pedro Canelo

“Entiende mi dolor”, me respondió Roberto Mosquera hace poco más de seis años, cuando lo llamé para pedirle una entrevista después de su salida de Sporting Cristal. Era inevitable percibir la bronca de quien siente una herida en el alma al ser desalojado de su casa.

Ha pasado tanto tiempo y verlo otra vez en la sala de conferencias de La Florida es entender lo dinámico del fútbol. “Me fui campeón y vuelvo campeón”, dijo Mosquera en el Rímac, sin ocultar el orgullo. Quizá él nunca lo diga, pero siempre supo que este día iba a llegar. Mosquera siente en estos días que le han devuelto un objeto perdido. Su viaje en estos últimos años fue circular. Tuvo muchos destinos, pero era inevitable verlo volver al punto de partida. Donde comenzó todo.

¿Por qué el nuevo directorio de Sporting Cristal decidió que Mosquera volviera? La situación en La Florida es extrema (sin ánimo de hacer alusión a su tradicional barra). En sus primeros meses como dueño del club, el grupo de Innova Sports se ha enfrentado con el principal obstáculo que se puede encontrar para el desarrollo de un proyecto deportivo: los malos resultados en la cancha.

La goleada ante Barcelona de Guayaquil y los cuatro puntos en el Apertura (de 12 posibles) apuraron la salida de Manuel Barreto y dejaron a los directivos ante la emergencia de recalcular su hoja de ruta.

Oblitas, Calderón y Mosquera, algunos de los técnicos que repitieron en Cristal.
Oblitas, Calderón y Mosquera, algunos de los técnicos que repitieron en Cristal.

Con Roberto Mosquera no solo se busca alentar la identidad –ayer comenzó su intervención mencionando a la familia Bentín, fundadora del equipo–, sino encontrar el soporte de una trayectoria con credibilidad para sostener lo que queda de temporada.

Dicho de otra manera: Mosquera, dos veces campeón nacional, es un entrenador con espaldas, con chaleco antibalas en el agitado fútbol peruano. Al menos por unos meses, los partidos en el Alberto Gallardo dejarán de percibirse como un examen final con todos en contra.

En la interna, que es lo más importante, el objetivo es arropar a un plantel golpeado anímicamente y recuperar el potencial de futbolistas como Távara o Chávez, que han tenido un inicio de temporada muy deficiente.

Sobre el estilo de juego, a Mosquera le gusta jugar bien. Y sobre eso no hay punto medio. Se buscará alivio para las cicatrices de este Cristal caído, aunque sin extraviar el DNI. La identidad es lo último que se busca perder. Es algo no negociable.

Mosquera no solo es táctico, sino también sabe gestionar el colectivo. Maneja grupos con oficio. Y otro detalle más: es un entrenador con perfil alto, que declara siempre, que no se esconde, que conoce con precisión al periodismo deportivo y a los hinchas. Su manejo de escenario en la conferencia fue feroz y despierto. El director general, Juan José Luque, y el gerente deportivo, José Bellina, ayer sonrieron después de mucho tiempo con las ocurrencias de Mosquera. “No somos tan pavos”, bromeó el técnico.

Para un grupo de directivos que va a preferir trabajar en oficinas lejos de los micrófonos, tener en el banco al profesor Roberto también será levantar rápidamente un muro mediático para resistir los golpes que puedan llegar.

En Sporting Cristal también conocen un rasgo de Mosquera que, finalmente, tampoco puede pasar desapercibido. Estamos ante un administrador de carencias desde el inicio de su profesión. Muchas veces, Mosquera ha tenido que competir con equipos cortos, de presupuesto bajo e igual ha peleado por cosas importantes.

Este Cristal no es austero, pero tampoco es el de la bonanza noventera. Roberto Mosquera tendrá que aplicar su resiliencia para adaptarse a un plantel armado y para devolverle competitividad. Ya ha cumplido esa tarea varias veces. El Sporting daba la sensación de estar perdiendo brújula; por eso, quizá, su mejor idea sea buscar a un hombre que conoce el camino a casa. Que solo esperaba que alguien abra la puerta para volver al patio que lo vio crecer.

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