(Ilustración: Victor Aguilar)
(Ilustración: Victor Aguilar)
Santiago Roncagliolo

Debes marcharte de casa. Tu esposa ya no te soporta. O quizá tú no soportas la vida. En todo caso, cuando la vida se conjuga con soportar, es que algo va muy mal. No importa realmente qué.

Llamas a tus amigos para buscar a dónde dormir. Pero tienen hijos. Cuando eras soltero, podías dormir donde cualquiera, pero eso fue hace mucho tiempo. Ahora, los niños se han apoderado de las habitaciones de los amigos.

Mientras buscas refugio, duermes en el cuarto de invitados de tu propia casa. Por la mañana, cuando tus hijos te encuentran, les dices que mamá te ha mandado ahí porque roncas demasiado.

Haces el desayuno. Llevas al niño al colegio. Tienes el sabor de hacerlo todo por última vez. Cada hora, más o menos, te echas a llorar.

Por la mañana, como tu esposa trabaja fuera, te acuestas en su cama, la que ayer era tu cama. El colchón te parece mullido. Las sábanas, aterciopeladas. La cama del cuarto de invitados es más pequeña, pero cuando te acuestas en ella, se convierte en un gran desierto inhóspito.

Además, la cama de ella, la que ayer era tuya, huele. Ya te habías olvidado, tras años de costumbre, que eso era su olor. Ahora te parece un perfume delicioso. Te hundes en ella, te quedas dos horas con la nariz metida en la almohada. Y lloras otra vez, claro.

Tienes que llamar a la compañía para poner el teléfono a nombre de tu mujer. Todavía no consigues decir “ex” mujer. La operadora escucha tu solicitud y dice:
–Si mantiene la línea, le haremos un descuento del 40%...
–Es que me han echado de mi casa. Ni siquiera sé a dónde ir.
–... Y la televisión digital quedará incluida en la tarifa. Es por la antigüedad de su contrato.
–Quizá después podamos volver a estar juntos. Vamos a darnos un tiempo. Quién sabe, más adelante...
–Incluso podemos añadirle una línea de celular. ¿Con qué compañía tiene contratado el celular?
Cuelgas.

Notas que sigues esperando que algo ocurra de repente y lo cambie todo: un descubrimiento inesperado, una enfermedad mortal, una invasión extraterrestre.

Te emborrachas. Te fumas un paquete de cigarrillos al hilo. Tu esposa (ex esposa) te pide que no bebas demasiado. No quiere que te enfermes y te tengas que quedar.

Vas a casa de un amigo. Él no se muestra muy impresionado con lo tuyo. Está jugando el Barcelona. Decides que la próxima vez que te separes, lo harás en agosto, cuando no haya ligas europeas. Entre un gol y otro, tu amigo te dice:
–No serás el primer divorciado del mundo.
Tú ni siquiera sabías que eras un divorciado. Creías que ustedes se estaban tomando un tiempo para pensar. Pero tu amigo lo tiene clarísimo:
–Yo llevo divorciado cinco años. Y es lo mejor que he hecho en mi vida.

De regreso, te metes en una discoteca de las de antes. Notas que bailas diferente que el resto de la gente. Conoces a un tipo y le hablas de bandas de rock que ya no existen. El rock ya no existe. Así que vuelves a tu casa y bebes más y fumas más a ver si te enfermas y te tienes que quedar.

En tu delirio alcohólico, tratas de decidir qué te llevarás de casa. Cuando te mudaste con tu esposa, tus pertenencias pesaban 32 kilos. Cabían en una maleta. Ahora incluyen libros, muebles, electrodomésticos, el té que te gusta... tu vida ha engordado. Se ha hecho pesada.

Te derrumbas en la cama con el pantalón puesto.
Al día siguiente, debes buscar dónde dormir.