Las encuestas de diciembre ubicaban a Alan García en cuarto lugar, de bajada y con un cuantioso antivoto. En cualquier otro caso, la conclusión habría sido inmediata: el candidato “ya fue”. Pero muy pocos se atreven a insinuarlo por la sencilla razón de que se trata del político peruano más exitoso del último medio siglo, con una capacidad para sorprender en cada elección que raya con la leyenda. Sus gestiones gubernamentales pueden ser muy discutidas pero como candidato no tiene parangón.
La primera vez que Alan García ganó una elección popular fue hace 37 años, en 1978, para la Asamblea Constituyente que presidió Haya de la Torre. Tenía entonces 29 años de edad. Hoy es el único integrante de esa Asamblea que sigue en actividad política permanente. Luego fue elegido diputado en 1980, y tuvo una actuación descollante que lo llevó a ser elegido candidato presidencial de su partido recién cumplidos los 35 años. En las elecciones de 1985, García recibió 46% del total de votos, lo que equivalía a 53% de los votos válidos –descontando blancos y nulos– pero como entonces la ley establecía que el ganador debía superar 50% de los votos totales, Alfonso Barrantes, que había quedado en segundo lugar, tuvo la hidalguía de renunciar a la segunda vuelta electoral.
Luego de su aciago primer gobierno y de la década fujimorista, García retorna al Perú en enero del 2001 para ser inscrito de inmediato como candidato. La vergonzosa renuncia de Fujimori dos meses antes quizá le dio un impulso inicial. El hecho es que empezó en el tercer lugar y, a pesar del nefasto recuerdo de su gobierno, logró superar a Lourdes Flores –su actual aliada– y pasar a la segunda vuelta, donde fue derrotado ajustadamente por Alejandro Toledo 53% a 47%.
En el 2006 empezó nuevamente en tercer lugar y luego de una faena similar desplazó nuevamente a Flores para enfrentar al entonces chavista Ollanta Humala en la segunda vuelta electoral y derrotarlo 52% a 48% en una final que dejó sin aliento a la ciudadanía.
Con esa portentosa trayectoria es comprensible que sus partidarios mantengan viva la esperanza en que repetirá la historia. Lo cierto, sin embargo, es que esta es su campaña más difícil. En el 2001 empezó en enero con 12% de la intención de voto total o 14% de los votos válidos. A fines de marzo había trepado a 21% de los votos válidos y el 8 de abril recibió 26%. Es decir, trepó 12 puntos en tres meses. El 2006, empezó en enero con 15% de la intención de voto total o 17% de los votos válidos. A fines de marzo estaba en 23% y el 9 de abril recibió 24%. Es decir, ganó 7 puntos en tres meses.
Esta es su campaña más difícil, en primer lugar, porque empieza con mucho menos. En las dos elecciones anteriores empezó en tercer lugar y con 12%-15%. Todavía no hay encuestas de enero pero si repite las cifras de diciembre, estaría por debajo del 10% y en cuarto lugar. Es verdad que las últimas encuestas son previas a la alianza Apra-PPC. Veremos si el apoyo de Lourdes Flores le ha dado el empujón que le hace falta para volver a los dos dígitos de intención de voto.
En segundo lugar, es su campaña más difícil porque, si bien su segundo gobierno podría calificarse de exitoso por la bonanza económica y la reducción de la pobreza, 69% del electorado declaró que “definitivamente no votaría por él” en la última encuesta. Como referencia, en el 2006 su rechazo empezó en 62% y se redujo por debajo del 50% conforme avanzaba Humala. Nuevamente, no se sabe aún si Flores lo habrá ayudado a reducir ese antivoto, pero es indudable que las acusaciones de la megacomisión y escándalos como el de los narcoindultos han mellado seriamente su imagen pública.
García es un gran estratega y seguramente recorrerá el país recordando las muchas obras que hizo su segundo gobierno en cada región, mientras Flores intenta arrebatarle a PPK votos en Lima, pero probablemente no sea suficiente. Necesita subir alrededor de 15 puntos para asegurar su pase a la segunda vuelta y tener alguna posibilidad de triunfo en ella. Eso no será posible si no hace un sentido acto de contrición por los errores cometidos en su segundo gobierno en los dos temas que más inquietan a la población: seguridad y corrupción. Solo si es muy convincente en su propósito de enmienda, podría reducir su antivoto. Ya lo hizo en el 2001 y 2006 por la pésima política económica de su primer gobierno y demostró que podía cambiar. Hoy tendría que hacer un esfuerzo similar.