“Los ODS, con su amplia cobertura y consensos, son un instrumento para la acción en estos temas que requieren de coordinación y consensos globales, tales como la desigualdad o el cambio climático”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
“Los ODS, con su amplia cobertura y consensos, son un instrumento para la acción en estos temas que requieren de coordinación y consensos globales, tales como la desigualdad o el cambio climático”. (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Ilustración: Giovanni Tazza
Marco Kamiya

Masivas protestas han ocurrido en los últimos meses en todo el mundo, pacíficas o agresivas, cubriendo países de alto y bajo ingreso, del norte y del sur. Ciudades como , , , , , , y , entre muchas otras, han contemplado olas de protestas. Las acciones han sido impulsadas por diversas causales, pero han crecido teniendo como base temas de fondo que requieren de la acción colectiva y de coordinación multilateral, tales como la desigualdad, la pobreza, los derechos civiles o el cambio climático.

La dimensión multilateral es parte de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), una lista de 17 objetivos globales que tiene 169 metas, aprobados por 193 estados miembros de las Naciones Unidas en el 2015. Los ODS están interconectados y tienen como base que “nadie debe ser dejado atrás”. Algunos critican el excesivo idealismo de los ODS, y es verdad que lograr todos los objetivos es una tarea casi imposible, pero el valor está en que los países miembros de la ONU acordaron estas amplias metas que ponen el acento en los derechos humanos y en la igualdad, yendo más allá del ‘simple’ crecimiento económico. La puesta en acción de esfuerzos colectivos en torno a objetivos que son, en muchos casos, aspiracionales obliga a encontrar soluciones creativas y a pensar en los problemas urgentes que por ser difíciles de solucionar son muchas veces ignorados.

Los principales titulares de cualquier noticiero casi siempre están relacionados a uno de los ODS: pobreza extrema y falta de servicios básicos (vinculado al ODS1), necesidad de innovación para el desarrollo (ODS9), contaminación en los ríos y mares (ODS13), urbanización y ciudades (ODS11), necesidad de empleo para los jóvenes (ODS8), y muchos otros, desigualdad, producción responsable, igualdad de género, necesidad de alianzas y cooperación, todos tienen vinculación entre sí y requieren de múltiples aliados para lograr su consecución.

¿Quién es responsable de los acuerdos? Esta es una pregunta esencial porque la ONU facilita y coordina, mientras que son los países quienes deben incorporar los ODS a sus agendas de desarrollo. Las naciones de alto ingreso colaboran en el financiamiento de las actividades para apoyar a los de menores ingresos, aunque la responsabilidad de lograr las metas nacionales pertenece a cada país, y en muchos casos a las ciudades. Para que los ODS puedan ser aplicados se requiere que sus metas sean “operacionales”, lo que significa que cuenten con políticas específicas y metas cuantificables, y “localizadas”, que se ajusten y adapten al contexto de los países y regiones.

Tomemos un ejemplo: la desigualdad. Esta tiene fundamentos internacionales afectados por los flujos de inversión y finanzas, las regulaciones que limitan el comercio de productos hacia países de alto ingreso, o los sistemas de patentes que algunas veces frenan los esfuerzos de innovación de los países emergentes. Pero también tienen bases nacionales causadas por los sistemas impositivos, los seguros de salud y de pensiones, y la provisión de servicios básicos y de infraestructura local.

La conocida curva de Kuznets describe que la disparidad empeora en los estadios iniciales de crecimiento para luego aminorar con el desarrollo económico. Pero esto no necesariamente se cumple cuando vemos que para grandes sectores de la población temas como barrios marginales, deficientes sistemas de transporte y provisión de servicios, se vuelven permanentes y las mejoras nunca llegan. La desigualdad, sin embargo, no es solo un tema de activismo político. Existe amplia evidencia de que los altos niveles de desigualdad reducen el crecimiento económico, como lo han demostrado economistas como Thomas Piketty, Robert Barro, Jonathan Ostry, Andrew Berg, entre muchos otros.

Una dimensión útil en el tema de la desigualdad son las expectativas. Si las personas tienen bajos ingresos, pero hay expectativa de movilidad y ascenso social, las fricciones y los conflictos se reducen. Un estudio de Mike Corak (2013) muestra que la movilidad social en países más igualitarios como Dinamarca, Noruega y Finlandia es elevada, mientras que en sociedades más desiguales la posibilidad de ascenso social es mucho menor. Esta relación entre desigualdad y baja movilidad intergeneracional –de padres a hijos– es también conocida como “la curva del gran Gatsby” (tomada del personaje acaudalado de la novela de Scott Fitzgerald).

Los ODS, con su amplia cobertura y consensos, son un instrumento para la acción en estos temas que requieren de coordinación y consensos globales, tales como la desigualdad o el cambio climático. Los ODS tienen además implícita la idea del progreso, la noción de que la humanidad sigue siempre avanzando gracias al aprendizaje colectivo.


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