El caviar, al menos el legítimo, proviene de los huevos del esturión. Como es un producto escaso, alcanza altos precios, de modo que su consumo se restringe a los más pudientes. Desde principios del siglo XX, se convierte en un aperitivo característico de la aristocracia y los burgueses más encumbrados. Es el emblema de una vida de lujo y refinamiento.
Consume caviar quien tiene dinero de sobra y no está interesado en el precio de las cosas, pues lo que más le interesa es darse gusto en todo lo que puede; en este caso, explorar el mundo de los sabores. El caviar simboliza, pues, un estilo de vida frívolo y elitista, marcado por una despreocupación gozosa, ya que pasarlo bien es lo único que importa. Es decir, un mundo decadente, sin vocación social, que no tiene más ideal que la satisfacción de sus sentidos.
En la década de 1980 aparece en Francia el término ‘gauche caviar’ o “izquierda de salón”, para referirse, crítica y peyorativamente, a los miembros de una izquierda que no está realmente comprometida con lo que predican. Es decir, un grupo humano que pretende identificarse con valores democráticos y progresistas, pero atrapado por la frivolidad de una vida glamorosa y refinada.
Aunque el término surge de la propia izquierda, como un intento de llamar a la consecuencia a sus simpatizantes, su uso se generaliza y la derecha lo acoge para extenderlo al conjunto de intelectuales y políticos de izquierda con la obvia intención de desprestigiar las causas progresistas que serían entonces solo la manera en que gente frívola e irresponsable buscaría llamar la atención. Las luchas por preservar el medio ambiente, por los derechos de los inmigrantes, de las mujeres o de los trabajadores, son entonces percibidas como demandas infladas por “caviares”, gente que se cubre de una elegancia chic, que se disfraza de avanzada y humanista, cuando, en realidad, es beneficiaria del sistema al que neciamente critica.
En este uso del término ya se revela un tono autoritario, que pretende silenciar toda oposición al conservadurismo neoliberal. Se acusa de hipocresía a quien pretende hablar a favor de las víctimas sin ser una de ellas, al defensor de causas que no son propias, pues se presume que es solo un manipulador de la compasión y la culpa, alguien que se esconde para perseguir sus intereses.
En nuestro país, el término adquiere fortuna a fines del gobierno de Alberto Fujimori. Es una manera fácil de descalificar a la gente que lucha por la vigencia de la democracia y de los derechos humanos. Al llamarlos ‘caviar’ se está remarcando que no son realmente peruanos. O que traicionan al Perú. En todo caso que son exquisitos y tontos cuando no sinvergüenzas y oportunistas. La idea es que todo vale en el Perú con tal de aumentar el crecimiento económico. La violación de los derechos humanos y la destrucción de la naturaleza están autorizadas por la necesidad impostergable de salir de la pobreza.
Entonces aquí hay que ensuciarse las manos y/o hacerse de la vista gorda. Lo importante es poder decir “nosotros matamos menos” o “la plata llega sola”. Es decir, disminuir la corrupción o matar más discrecionalmente eso es todo a lo que sensatamente podemos aspirar. Mientras tanto, la lucha contra la impunidad y el envilecimiento no son objetivos prioritarios, pues dividen demasiado a los peruanos que ya damos por supuesto que el robo y el silencio son parte necesaria de una gestión eficaz. Entonces, no hay que hacerse los “inocentones”. Acá todos tienen rabo de paja, de manera que nadie tiene derecho a enjuiciar moralmente a nadie. Y el caviar es justamente la persona o el grupo que pretende desconocer, de manera hipócrita y convenida, estos hechos básicos de la vida social peruana.
No creo que el liberalismo progresista tenga un monopolio de la moralidad, o de las buenas intenciones, en el país. Seguro de que en sus filas hay mucho de oportunismo. No obstante, solo desde un conservadurismo sin ilustración, y quizá cínico, se puede concebir que la lucha por la verdad, la honradez y la justicia sea extemporánea e inoportuna en el país; tal como lo quieren hacer creer aquellos que se placen denunciando a los ‘caviares’ como los enemigos del desarrollo del Perú.