Diciembre terminó siendo un mes cargado de tensiones políticas, ambientales y sin mucho por celebrar. Habrá que emular a nuestros antepasados los incas, quienes en este mes –el primero de su calendario– celebraban el Cápac Raymi, con sacrificios y ofrendas para el dios Viracocha, y así el año sería promisorio.
Los optimistas consideran que el borrador de acuerdo que se logre en la COP 20 siempre será un inicio de compromisos que podrán concretarse en la reunión de París del 2015. Frente a ello están los pragmáticos. Señalan que, de no ser vinculantes (de obligatorio cumplimiento), los acuerdos a los que se llegue, de nada servirá un millón de reuniones.
Cuando los campesinos de Rioja (San Martín), los de África o los del Asia viven una inundación, pérdida de cultivos, destrucción de viviendas, intuyen que algo raro pasa con el clima porque los desastres naturales se repiten cada vez más. Experimentan en carne propia el calentamiento global. Los expertos, los ilustrados, saben y conocen las razones de este drama planetario, quiénes son los mayores emisores de gases de carbono en el mundo –China y EE.UU.– pero poco se puede hacer porque son potencias mundiales y el resto hormiguitas insignificantes.
El Perú vive los efectos del cambio climático de manera trágica, nuestros glaciares se evaporan ante nuestros ojos y con ello nuestras fuentes de agua. Especies desaparecen por el calentamiento global, pero también ponemos lo nuestro. Y de qué manera. La ‘colaboración’ nacional va desde la tala ilegal, una mafia que se empata bien con la de la minería ilegal y con la del narcotráfico. Tremebundo.
¿Remediable? Por las acciones que vemos, al parecer no. Las energías del régimen se van, como el río al mar, en tapar desaguisados y trapacerías que suben de tono cada vez más. En medio de esto, a nadie le interesa el daño medioambiental, ni si se destina el presupuesto adecuado. Desafortunadamente, nuestra ‘corrupnovela’ cobra más intensidad.
Este gobierno, el de “la honestidad hace la diferencia”, demuestra que no es ajeno a la corruptela y que esta se ha extendido a todas las instituciones. El coronel EP (r) Oswaldo Zapata, a quien el presidente Humala calificó de impresentable y a quien dijo no conocer, no le da tregua y publica una elocuente foto con el mandatario. La amistad –afirma– data de 35 años atrás. Si es así, resulta pueril e infantil la negación presidencial. El teléfono del misterioso taxista, desde donde se pidió protección policial para altos mandos de las FF.AA., registra llamadas de más de un congresista. La versión del taxista de cómo compró el celular es tan trivial y baladí que llega a lo idiota. Lo turbio nos lleva a las reuniones del ministro de Justicia con la procuradora del Caso ‘La Centralita’ y el asesor del presidente Humala.
Las justificaciones del asesor nos toman por tontos. Todos sabemos que no tiene arte ni parte en la investigación del Caso ‘La Centralita’. El sainete continúa, el asesor dice que si hubo presión, él renuncia, y el presidente respalda al ministro de Justicia.