"La cocina, nuestra revolución caliente" por Raúl Castro
"La cocina, nuestra revolución caliente" por Raúl Castro
Redacción EC

Pocas veces la inauguración de un restaurante tiene la atención que ha concitado en los últimos días.
 
No ha sido así solo para buena parte de los limeños y su imparable afición por la cocina. Lo fue también para la más importante prensa internacional, que celebra su apertura como un hito en una gran revolución social de nuestra gastronomía que viene de lo popular y va hacia las élites, y que ahora se expande con mucho éxito incluso más allá de nuestras fronteras.
 
Por ejemplo para “The Economist” –la influyente revista británica– el arranque de la nueva central de Gastón Acurio es la constatación de que “la capital peruana ya se ha convertido en una meca gastronómica”.
 
En ese sentido la restauración de y su adecuación a comedor de clase mundial, es para la revista evidencia de que se ha convertido en nuestra mejor carta de presentación en el exterior.   
 
No en vano siete de los quince mejores restaurantes de Latinoamérica están aquí, así como dos de los mejores cincuenta del mundo: Astrid & Gastón y Central. 
 
“The Economist” acierta enteramente. Puede que no nos lo creamos pero la fortaleza de nuestra industria culinaria es innegable, a juzgar por los resultados que podemos revisar. 
 
No es casualidad que unos 75 mil visitantes extranjeros lleguen anualmente a Lima solo para comprobar la leyenda de su comida, gastando 1.250 dólares por persona en promedio. Tampoco es azar que la actividad gastronómica del país en conjunto conforme el sector que más rápido está creciendo en los últimos años, aportando por sí solo 3% al PBI.
 
Resulta pues satisfactorio saber que a ojos de los analistas más acuciosos la cocina peruana sea un ejemplo de éxito de lo que ahora se llama “la industria del conocimiento”. Un éxito basado en el mestizaje y la fusión  cultural, condición que hasta hace poco despreciábamos por incorporar acervos negros o indígenas y que ahora es el mayor activo que tenemos y que nos hace especiales ante ojos y paladares del comensal global.
 
Hoy en día, la cocina es, junto a minerales como el oro o la plata, el producto de exportación más emblemático que tenemos. Lo es sobre todo por la impresionante oferta de productos con valor agregado que hemos logrado desarrollar innovadoramente, como platos  y preparaciones, especies orgánicas, marcas de salsas e ingredientes, y franquicias de restaurantes, así como por lo que hemos logrado posicionar: la palabra Perú como sello de calidad y  buen sabor.  
 
La mención a revolución social que hace “The Economist” no refiere únicamente a los buenos negocios. También hay espacio para reconocer el modo en que los propios peruanos consideramos a nuestra cocina. Según Ipsos, la gastronomía y Machu Picchu son las dos fuentes de mayor orgullo que tenemos entre nosotros.
 
Una revolución caliente entonces por todos los lados.