(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Andrés Oppenheimer

He aquí una predicción bastante segura: si el presidente Donald Trump sigue adelante con sus planes de usar exclusivamente para los estadounidenses las más de 400 millones de vacunas contra el COVID-19 que ha ordenado su gobierno, la imagen de Estados Unidos en el mundo caerá como nunca antes.

Eso es lo primero que se me pasó por la mente al leer que el canciller de China, Wang Yi, anunció que su país ayudará a América Latina a comprar vacunas contra el coronavirus hechas en China.

Estados Unidos ha ordenado al menos 400 millones de dosis de vacunas COVID-19 como parte de su plan ‘Operation Warp Speed’ de USS$8.000 millones para poder vacunar a los estadounidenses a principios del 2021. Pero el plan no contiene disposiciones para compartir esas vacunas con países más pobres.

“Históricamente un líder mundial en temas de salud pública global, Estados Unidos ha adoptado un enfoque más doméstico en la pandemia de COVID-19”, dice un informe reciente del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. Mientras tanto, China “está mirando hacia el resto del mundo”, agregó.

Un mapa de “Ayuda Externa de China y Estados Unidos a América Latina en medio de la crisis COVID-19” publicado por el Wilson Center muestra que mientras que China le ha entregado a México entre otras cosas 100.000 kits de pruebas. 725.000 máscaras quirúrgicas y 1.280 ventiladores, Estados Unidos le ha dado a México solo 1.000 máscaras quirúrgicas y 1.000 ventiladores.

Asimismo, China le ha dado a Argentina entre otras cosas 53.500 kits de prueba, casi 700.000 máscaras quirúrgicas y 20 ventiladores, mientras que Estados Unidos le ha dado US$300.000 en asistencia médica y 2 millones de dosis de hidroxicloroquina, un medicamento para la malaria promovido por Trump pero cuestionado por muchos expertos.

Es cierto que algunos de los cubrebocas hechos en China son de dudosa calidad. Y también es cierto que China está tratando de tapar sus culpas por no haberle avisado al mundo cuando estalló la epidemia del COVID-19 en Wuhan.

Pero el hecho es que la ofensiva de relaciones públicas de China para reparar su negligencia parece estar dando resultados. Eso va a dañar la imagen de Estados Unidos, y por extensión, su economía.

Efectivamente, una nueva encuesta de Gallup muestra que Alemania es el país más admirado del mundo, una posición que tenía Estados Unidos antes de la elección de Trump.

El asesor de imagen de países británico Simon Anholt, cuyo nuevo libro “The Good Country Equation” fue publicado esta semana, me dijo que Estados Unidos ocupa ahora el puesto número 7 en el ránking Anholt-Ipsos de Marca País, que se basa en una encuesta de 20.000 personas en todo el mundo. Antes de la elección de Trump en el 2016, Estados Unidos era también el número 1 en este ránking.

Esto tendrá consecuencias prácticas. “Si la imagen de Estados Unidos se daña, se daña su industria turística, su inversión extranjera, su capacidad para atraer talentos, sus exportaciones, todo”, me dijo Anholt.

Por supuesto, la primera prioridad de Trump debería ser distribuir las vacunas compradas por Estados Unidos en su propio país. Pero el COVID-19 es un problema global que ningún país puede resolver por sí solo.

Si Trump no elabora un plan para ayudar a los países más pobres, no se avanzará mucho, y el daño a la imagen de Estados Unidos y su economía será duradero.


–Glosado y editado–

© El Nuevo Herald. Distribuido por Tribune Content Agency, LLC

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