Gisella López Lenci

Un año después, sigue siendo difícil escribir sobre lo que pasa en Medio Oriente tras la incursión terrorista de en .

¿Quiénes son los malos y los buenos en esta historia? ¿Los que planearon durante años en los túneles de Gaza la muerte y el secuestro de civiles israelíes para usarlos como moneda de cambio? ¿La teocracia de los ayatolás? ¿O los que han respondido con bombardeos interminables dejando a un territorio al borde de la devastación y que ahora invadieron otro país para que le quede claro a todo el mundo que son el pueblo elegido por Dios? ¿De qué lado está la legítima defensa?

De una u otra forma, el que intente ser imparcial termina perdiendo porque acaba siendo “pro” o “anti”. En ambos lados de la historia hay razones y sinrazones, hay fundamentalismos, como también el simple deseo de vivir en paz, y hay ciudadanos que merecen otras autoridades que no solo busquen la espada y el cañón para sentirse más fuertes.

Intentar ser equilibrado es harto difícil, pero también lo más sensato para empatizar con las historias de los que padecen los daños directos de la guerra. Con los niños que viven en vilo sabiendo que tienen pocos segundos para correr hacia un refugio, o con los niños que no reciben ninguna advertencia y simplemente mueren bajo los escombros. Con los que tienen que huir y dejar toda su vida atrás para poder salvarse, y con los que cuentan cada minuto esperando el regreso de sus familiares capturados.

Ha pasado un año y la guerra ya pasó a otro nivel. Hace mucho que dejó de ser la operación militar para recuperar a los rehenes en Gaza. Ahora se trata de borrar del mapa a todos los enemigos de Benjamin Netanyahu y sus aliados (porque decir “enemigos de Israel” es, permítanme, demasiado). Hamas fue el primer escalón, luego el Hezbolá libanés, y ahora van por el premio mayor: Irán.

Y acá las opiniones se dividen. Para algunos, Irán no es el rival temible que tanto se ha vendido, dada su propia crisis interna. Para otros, las respuestas tímidas que ha dado contra Israel (misiles que casi no han hecho daño) son solo una pequeña muestra de lo que vendría después; una guerra regional con muchas aristas y que podría poner sobre la mesa al verdadero enemigo de Teherán: la monarquía de Arabia Saudita que, hace justamente un año, estaba a punto de normalizar sus relaciones con Israel.



*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Gisella López Lenci es Periodista

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