Ian Bremmer

En las últimas semanas, funcionarios estadounidenses y chinos se han mostrado más dispuestos a hablar. Esta es una buena noticia para ambos países y para la economía mundial. Pero el deseo de ambas partes de evitar peleas no significa que algo haya cambiado realmente. El próximo año ofrecerá nuevas pruebas que merecen mucha atención. Por ahora, las señales positivas son reales. Se está planeando la primera reunión de los presidentes y en más de un año, al margen de la cumbre del APEC del próximo mes. Y ya ha habido un aumento en las recientes reuniones entre diplomáticos, funcionarios de finanzas y representantes comerciales de EE.UU. y China.

No hay avances diplomáticos en el horizonte, pero la comunicación regular puede ayudar a aliviar las tensiones que han aumentado desde la ruptura de la comunicación que empeoró con la pandemia. La relación está mejorando porque ambos gobiernos tienen desafíos internos urgentes en este momento. Ninguno de los dos puede permitirse el tipo de confrontación entre grandes potencias que podría hacer que esos desafíos sean más peligrosos y costosos. La economía de China ha tropezado gravemente desde el levantamiento de los confinamientos por el COVID-19 que la ralentizaron drásticamente. Beijing también puede ver que su política exterior más agresiva de los últimos años ha unido a muchos de sus rivales. Estados Unidos, por su parte, ha entrado en una temporada electoral que puede resultar fea y peligrosa, incluso para los estándares estadounidenses. El caos en la Cámara de Representantes de EE.UU. que llevó a la destitución de su presidente, Kevin McCarthy, ha planteado serias dudas de que la administración de Biden pueda seguir financiando su agenda, incluido su apoyo a Ucrania. Los temores de una desaceleración de la economía en el 2024 están creciendo. En resumen, Xi y Biden podrían usar un período de calma y previsibilidad en sus relaciones internacionales más importantes para concentrarse en los dolores de cabeza que tienen en casa.

Pero hay razones estructurales por las que no deberíamos esperar que Washington y Beijing rehagan sus relaciones para mejor. Del lado estadounidense, demócratas y republicanos no están de acuerdo en mucho, pero comparten la opinión de que China representa una amenaza para los intereses estadounidenses. Esta convicción es más obvia en la política tecnológica. Estados Unidos ha ampliado los controles de exportación de productos de “doble uso” (para fines civiles y militares). En resumen, hasta que China pueda desarrollar sus propios chips avanzados, EE.UU. intentará negar el acceso chino a componentes clave. A largo plazo, esta es una declaración de guerra económica contra China, y hay pocos incentivos políticos en Washington para dar marcha atrás en esta estrategia. Xi tampoco ha cambiado sus prioridades a largo plazo, aunque en algunos casos será paciente en su búsqueda. Sigue decidido a rechazar los esfuerzos percibidos por EE.UU. y sus aliados para frenar el crecimiento natural de China y contener su ascenso en el escenario mundial. La publicación de un nuevo mapa chino del Mar de China Meridional demuestra que mantiene sus reivindicaciones territoriales allí, digan lo que digan sus vecinos y los estadounidenses. Lo más preocupante es que Xi sigue insistiendo en que el problema de Taiwán no puede seguir pasando de una generación de líderes a otra. En enero, Taiwán celebrará elecciones. Es probable que el próximo presidente sea el actual vicepresidente William Lai, un candidato que Beijing ha trabajado duro para socavar. En el período previo a la votación, China ha utilizado incentivos comerciales y demostraciones de fuerza militar para impulsar al líder opositor, Hou Yu-ih. Si, como se espera, Lai gana, Taiwán puede esperar muchas menos ofertas de Beijing y muchas más amenazas.

El riesgo de una confrontación en el mar o en los cielos sobre el estrecho de Taiwán que se intensifique más de lo que China, Taiwán o EE.UU. quieren está creciendo, incluso si el riesgo de guerra sigue siendo bajo por ahora. Esto no significa que la mejora de las relaciones entre EE.UU. y China a corto plazo no tenga sentido. La reunión Biden-Xi del próximo mes puede ayudar a abrir nuevos canales de comunicación que serán necesarios en los próximos años. Pero la base de la relación bilateral más importante del mundo sigue siendo inestable, y eso no cambiará en el futuro previsible.

–Glosado, traducido y editado–

Ian Bremmer Presidente de Eurasia Group