(Pintura: Propiedad de la Sociedad Fundadores de la Independencia)
(Pintura: Propiedad de la Sociedad Fundadores de la Independencia)
Carmen McEvoyMarcel Velázquez Castro

El celendino (1801-1877) inició la escritura de su “” probablemente en 1848. Los 13 tomos, escritos a puño y letra, comprenden más de 5.000 folios. Hay intervenciones escriturales en 1854, 1856, e incluso una de 1864. Esto quiere decir que Cortegana siguió escribiendo y revisando el manuscrito al menos por 16 años. Por su fuerte intertextualidad con diversas fuentes históricas y ficcionales y por la singularidad de la perspectiva totalizante de Cortegana, podemos considerar esta obra como un palimpsesto en el que están inscritas diversas autorías, múltiples voces, reescrituras con diferentes tintas y una intención pragmática de celebrar al Perú y a los soldados y milicianos que participaron en las batallas de Junín y Ayacucho.

A semejanza de un ámbar gigante, el texto de Cortegana captura una etapa fundacional de nuestra historia republicana y ayuda a entender el instrumental, tanto emocional como discursivo, de uno de los milicianos que, junto con otros miles, venidos de todas las regiones del Perú, marcharon en condiciones desfavorables para dar la batalla que selló la independencia sudamericana. Lo que resulta admirable es que a casi 25 años de ocurrido el hecho que marcó su vida para siempre, Cortegana asumió la calidad de historiador empírico, utilizando su pluma para validarse y dignificar a esa república que ayudó a fundar a sangre y fuego. Instalado en el popular barrio de Malambo, el hijo de Cajamarca decidió rodearse de una serie de libros, recortes periodísticos y, tal vez, hasta de apuntes personales para dar cuenta de una serie de hechos que lo enorgullecían, a pesar del tiempo transcurrido. Su mayor objetivo fue construir un relato integral de la larga y milenaria historia del Perú, mientras un buen número de los jerarcas militares optaban por otra estrategia menos noble: capturar el Estado como botín porque sentían que este tenía una vieja deuda con ellos.

Cortegana decidió unirse al ejército de la Expedición Libertadora en 1820, a los 19 años. Fue parte de la “Legión Peruana de la Guardia”, dirigida por José Bernardo de Torre Tagle, que participó en la Campaña de los Puertos Intermedios y afrontó las derrotas de Torata y Zepita en agosto de 1823. Posteriormente, alcanzó el grado de teniente primero y con ese rango fue parte de las tropas que, bajo la dirección del general La Mar, participaron en Junín y Ayacucho. Dotado de un fuerte sentimiento hacia su cuerpo institucional, creía que los militares conformaban la “virtud armada” de la república. Por esto, dedicó gran parte de su vida a la defensa de sus compañeros de armas mediante la asociación Fundadores de la Independencia.

La voz y la experiencia de Cortegana es clave para entender la cultura material de la guerra: la alimentación, la vestimenta, las rabonas, la interacción social con la población. Era un soldado provinciano que se enroló en una de las múltiples maquinarias cívico-militares que fueron convergiendo en los andes peruanos durante las guerras de Independencia.

En síntesis, el militar historiador puede ser considerado un institucionalista, un orgulloso miembro de una corporación, como el Ejército, que él anhelaba con unidad de acción, memoria compartida y una vida digna para sus miembros. Además, Cortegana fue diputado de la república por su provincia y a diferencia de los congresistas-fiambre, mostrará un particular interés por la educación de los niños y mujeres. Testigo de un proceso de (re)construcción estatal –marcado por la guerra, la violencia política y la anarquía de intereses–, Cortegana se refugió en la palabra, pero también en la actividad política para defender a sus camaradas y a su amado Celendín. Su “Historia del Perú” en cinco volúmenes será presentada este jueves 9 de marzo a las 7 p.m. en el Centro Cultural de la PUCP. Agradecemos a la Biblioteca Nacional y a la Fundación BBVA por ayudarnos a recuperar la voz de un soldado de la independencia en estos tiempos tan adversos.

Carmen McEvoy es historiadora y Marcel Velázquez es doctor en Literatura y profesor principal de la UNMSM

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